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Aquilino Cayuela

El desafío de Joe Biden: volver a la Guerra Fría o asumir los nuevos jugadores de un mundo multipolar

Los estadounidenses siguen atrapados por las ideas de una época ya desaparecida en la que su poder reinaba, y parece que no están suficientemente preparados para afrontar un mundo multipolar

Estados Unidos asegura que no quiere una Guerra Fría con China, pero en Europa no se perciben así las cosasEl Debate

La reciente afirmación del presidente Joe Biden de que «no tiene por qué haber una nueva Guerra Fría con China» es sólo el ejemplo más destacado de un patrón de análisis que se ha apoderado de toda la comunidad de política exterior.

En estos últimos 80 años, la política estadounidense se ha basado en la preponderancia económica, militar, tecnológica y política del país. Este dominio permitió a Estados Unidos buscar la rendición incondicional de las potencias del Eje en la Segunda Guerra Mundial, la contención de una Unión Soviética en ascenso, pero arruinada por la guerra, y el cambio de régimen en Afganistán e Irak.

Washington se comienza a enfrentar a un mundo multipolar, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial

En la actualidad, la mayoría de los analistas coinciden en que la disminución de la cuota de Estados Unidos en el PIB mundial, la reducción de las ventajas militares, la disminución de la supremacía tecnológica y la disminución de la influencia diplomática significan que Washington se comienza a enfrentar a un mundo multipolar, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, los estadounidenses siguen atrapados por las ideas de una época ya desaparecida en la que su poder reinaba supremo.

El Secretario de Estado Antony Blinken ha insistido: «No creo que (la Guerra Fría) refleje la realidad actual en algunos aspectos», y el Secretario de Defensa Lloyd Austin ha señalado: «No buscamos una nueva Guerra Fría, una OTAN asiática o una región dividida en bloques hostiles». La Estrategia de Seguridad Nacional de 2022 subrayaba que los responsables políticos estadounidenses «no buscan el conflicto ni una nueva Guerra Fría». Aunque en Europa no se perciben, así las cosas.

Del lado de los políticos republicanos Mike Pompeo, cuando fue secretario de Estado en 2020, dijo que lo que estaba ocurriendo con que «el desafío de resistir la amenaza del Partido Comunista Chino (PCCh) es en cierto modo peor» que una «Guerra Fría 2.0».

Joe Biden, presidente de Estados Unidos, junto a Xi Jinping, líder de ChinaAFP

La Estrategia de Seguridad Nacional de 2017 que ha marcado la dirección de estos años ya afirmaba que «los desafíos actuales a las sociedades libres son igual de graves, pero más diversos» que los de la Guerra Fría.

Hace poco tiempo, en abril, el ex asesor de seguridad nacional John Bolton argumentó que Estados Unidos debería redactar un nuevo NSC-68, refiriéndose al documento del Departamento de Estado de 1950 que solicitaba el rearme masivo, para hacer frente a China, Irán, Corea del Norte y Rusia.

Departamento de Estado de Estados Unidos

Aproximadamente dos tercios de los libros publicados sobre historia, política y relaciones internacionales que han sido señalados como «los mejores de 2022» por The New York Times, The Wall Street Journal, Financial Times, Foreign Affairs y Foreign Policy se centran comparativas sobre el periodo de entreguerras el después de la Segunda Guerra Mundial, cuando un Estados Unidos preeminente sólo era desafiado por potencias ambiciosas, pero más débiles.

Pienso que la historia no se repite, pero es bueno siempre analizar patrones anteriores para hacer buenos análisis, ambos periodos son importantes, pero más significativo resulta el contexto en el que estalló la Primera Guerra Mundial, o el tiempo de seguridad que se instauró en la década de 1990 tras la Guerra Fría. Por eso el recuerdo inflado de la Guerra Fría oscurece otras épocas de la historia que podrían ser más útiles para los políticos y analistas contemporáneos.

Los relatos en los que Estados Unidos conteniente el Imperio del Mal llevando al Mundo Libre a la victoria reducen a un maniqueísmo simple

Es más, la historia de la Guerra Fría hace que «el conflicto» parezca un interruptor de encendido y apagado. Repetirse los relatos en los que Estados Unidos es una especie de buen alguacil que conteniente el Imperio del Mal y que llevando al Mundo Libre a la victoria reducen el espectro a una especie de maniqueísmo simple, donde las relaciones internacionales se debaten entre la amistad y rivalidad total con EE. UU.

Esta percepción dificulta la comprensión de la complejidad de las actuales tensiones e impiden comprender las zonas grises entre amigos y enemigos.

De hecho, la misma Guerra Fría estuvo repleta de complejidades, por ejemplo, la resolución de la crisis de los misiles cubanos en 1962 dependió de un «quid pro quo secreto» diseñado por la administración Kennedy para que fuera totalmente negable.

O la distensión con la Unión Soviética diseñada por el presidente estadounidense Richard Nixon y el secretario de Estado Henry Kissinger, que compensaba el declive del poder estadounidense, supuso compromisos en materia de derechos humanos y anticomunismo que empañaron la reputación de la administración. En cambio, el acercamiento chino-estadounidense bajo Nixon es considerado por muchos observadores como una transformación innovadora.

Mao y Nixon©RADIALPRESS

Estados Unidos no está a punto de reeditar esa época de Guerra Fría, pero parece que Norteamérica no está del todo preparada para afrontar un nuevo mundo multipolar.

En la actualidad, la comunidad de política exterior estadounidense se debate entre confines históricos que paralizan su imaginación, pero EE. UU. y Europa requieren que sus analistas amplíen sus perspectiva profundizando en el pasado, incluso adentrándose en los conflictos modernos, los acuerdos, las estrategias y los movimientos geopolíticos, desde la Paz de Westfalia en adelante. Porque conocer e indagar en la historia de la relaciones internacionales es, a día de hoy, muy importante, más allá de los marcos que se dieron en la Guerra Fría.