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Jamshid Sharmahd, ciudadano alemán-irani, sentenciado a muerte en IránAFP

La angustiosa espera de la familia de un ciudadano alemán condenado a muerte en Irán

Los familiares ignoran el lugar de detención de Jamshid Sharmahd y piden a Alemania y a otros gobiernos occidentales que tomen más medidas para obtener su liberación

Desde hace tres años, la familia de Jamshid Sharmahd, un alemán de origen iraní condenado a muerte, vive angustiada, al acecho de la más mínima noticia y temiendo lo peor.

Sharmahd, de 68 años, fue capturado a finales de julio de 2020 por las autoridades iraníes y condenado a muerte en febrero, una sentencia que después fue confirmada por la Corte Suprema.

Fue juzgado por participar, según la justicia iraní, en un atentado contra una mezquita en Chiraz, en el sur de Irán, que causó 14 muertos y 300 heridos en abril de 2008. Su familia rechaza todas las acusaciones.

Este programador informático contribuyó a la creación de un sitio web para un grupo de oposición iraní en el exilio conocido con el nombre de Tondar y que es considerado como «terrorista» por Irán.

Durante su proceso, fue declarado culpable de «corrupción en la tierra», uno de los cargos más graves en Irán.

Según su familia, Sharmahd, que inmigró a Alemania en 1980 antes de instalarse en Estados Unidos, fue secuestrado en julio de 2020 por las fuerzas de seguridad iraníes en Emiratos Árabes Unidos, antes de ser llevado Irán, pasando por Omán.

Un manifestante sostiene una foto del iraní-alemán Jamshid SharmahdAFP

Irán se refirió a una «operación compleja», sin precisar nunca las circunstancias de su captura.

Amnistía Internacional denunció una «desaparición forzada» seguida de un «proceso injusto» y de actos de tortura.

«¿Un adiós?»

Su familia ignora el lugar de detención de Sharmahd y pide a Alemania y a otros gobiernos occidentales tomar medidas más fuertes para obtener su liberación.

Familiares, amigos y ciudadanos alemanes se manifestaron, este lunes, frente al Ministerio de Relaciones Exteriores en Berlín para conmemorar el tercer aniversario del anuncio de su captura.

«No hay presión. Un ciudadano alemán fue secuestrado» y es como si «nada hubiera pasado», declara a la AFP su hija Gazelle, que vive en Estados Unidos.

A comienzos de julio Sharmahd fue autorizado a llamar a su mujer, también instalada en Estados Unidos, por primera vez en cinco meses. También fue autorizado a comunicarse con su hija, con quien no hablaba desde hacía dos años.

Gazelle Sharmahd afirmó que durante la conversación de una hora con su padre lo percibió «fatigado», con la voz «quebrada» y angustiado. «Las llamadas telefónicas son formidables, pero también causan preocupación», añadió.

La hija señaló que los iraníes «tienen un objetivo». «¿Es para hacernos callar que no lo ejecutan? ¿Es una despedida?», se preguntó.

Aunque la mayoría de los presos extranjeros están detenidos en la prisión de Evin en Teherán, no se ha filtrado ninguna información sobre el establecimiento donde se encuentra recluido Sharmahd.

Los temores por su vida se incrementaron desde que Irán ejecutó a comienzos de año al disidente iraní-sueco Habib Shaab, también condenado por «corrupción en la tierra» y quien, según Amnistía, fue secuestrado en Turquía en octubre de 2020 para ser juzgado en Irán.

Otro ciudadano iraní-sueco, el universitario Ahmadreza Djalali, detenido en Irán en 2016 y condenado a la pena capital por acusaciones similares en 2017, puede ser ahorcado.

Un gusto amargo

Gazelle Sharmahd aseguró que se alegraba por la liberación por Irán de detenidos occidentales como el trabajador humanitario belga Olivier Vandecasteele, liberado en un intercambio con un diplomático iraní, Assadollah Assadi, condenado en Bélgica en 2021 por «intento de asesinatos terroristas» a 20 años de cárcel.

Dos austriacos y un danés fueron liberados unos días más tarde por Irán en el marco de un acuerdo negociado con Omán.

Pero esas liberaciones dejaron también un gusto amargo a Sharmahd. «Liberar algunos rehenes, pero no a todos, es una buena cosa para Irán», agrega la hija, quien denuncia una falta de coordinación a escala europea.

«Es inhumano» dejar solas a personas condenadas a muerte, agregó. «Bélgica jugó la mejor carta de la que disponía Europa», consideró.

Las esperanzas pasan ahora de lado de Estocolmo, donde un ex funcionario iraní, Hamid Nouri, fue condenado y encarcelado por ejecuciones masivas de figuras de la oposición a fines de los años 1980.