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Mario Monti, presidente del Consejo de ministros italiano entre 2011 y 2013EFE

«Gobiernos técnicos»: así solventa Italia sus crisis institucionales hasta celebrar elecciones

Entre sus ventajas figura su naturaleza consensual; entre sus inconvenientes: expresan la incapacidad de la clase política para superar bloqueos

Tanto Alemania como Italia gozan de un sistema parlamentario racionalizado. Más débil en el segundo caso que en el primero: esto significa que la Constitución italiana interviene en términos muy limitados en la definición de la estabilidad de la relación de confianza entre el Parlamento y el Gobierno, y poco en lo tocante a la solvencia política del Ejecutivo, que necesita ser investido tanto por la Cámara de Diputados como por el Senado, si bien el voto de censura por parte de una de las cámaras es suficiente para derrocarle.

Así acabó cayendo el segundo Gobierno de Romano Prodi a principios de 2008. Un sistema, en todo caso, propenso a la inestabilidad, como los 160 años de historia de la Italia unitaria se han encargado de demostrar, con la excepción, nada democrática, de las dos décadas de fascismo.

En fases de especial agitación, puede ocurrir que los partidos decidan no comprometerse explícitamente en una alianza política, otorgando su confianza a un gobierno con una función declaradamente transitoria. Esperan tiempos propicios para ponerse de acuerdo y así poder crear una mayoría capaz de sostener de forma duradera una dirección política clara.

Mientras, dejan las riendas del país en manos de gobiernos cuyas tareas principales consisten en sanear las cuentas públicas, garantizar los compromisos internacionales del país y allanar el camino a la celebración de las siguientes elecciones. En suma: terminar la legislatura en un ambiente sosegado. Ha habido gobiernos interinos compuestos exclusivamente por políticos, como los presididos por Amintore Fanfani en 1982 y en 1987.

Más la tendencia que ha imperado a lo largo de las tres últimas décadas es la de los Gobiernos técnicos, es decir, presididos por figuras de prestigio ajenas al mundo parlamentario que nunca han sido ungidas por el sufragio universal, en cierto modo para explicitar al máximo su neutralidad política. La Constitución de 1948, en sus artículos del 92 al 96, no contempla en ningún caso la obligación de elegir ni al primer ministro ni a los ministros entre los parlamentarios.

Más eso no significa que no haya políticos en los gobiernos técnicos. De hecho, eran mayoría en el primer ejecutivo de estas características, constituido en la primavera de 1993 y presidido por el hasta entonces gobernador del Banco de Italia, Carlo Azeglio Ciampi, figura de consenso donde las hubiera, pues años después, en 1999, fue elegido presidente de la República por las cámaras. En su Gobierno, los independientes fueron minoría. Más la figura de Ciampi, totalmente funcionarial, le otorgaba una calificación técnica. Duró algo menos de un año, hasta la convocatoria de elecciones que dieron la victoria a Silvio Berlusconi.

El siguiente Gobierno en ser calificado de técnico fue el que presidió Lamberto Dini entre enero de 1995 y mayo de 1996 a raíz, precisamente, de la forzada dimisión de un Berlusconi abandonado por su aliado Umberto Bossi, líder de la Liga Norte. Dini, un alto funcionario con experiencia en el Fondo Monetario Internacional y el Banco de Pagos Internacionales -que llegó a presidir-, fue ministro del Tesoro con Berlusconi, pero no militaba en ninguna formación y nunca, hasta entonces, había sido elegido por los votantes.

Quien mejor encarna la figura del «gobernante técnico» es Mario Monti, presidente del Consejo de ministros entre 2011 y 2013. Primero por su trayectoria: comisario europeo durante ocho años, alto ejecutivo de Goldman Sachs, se puede decir que fue puesto en el cargo por los mercados financieros y por Bruselas, ante la incapacidad de Berlusconi para enderezar una situación económica comprometida. En segundo lugar, por la composición casi exclusivamente tecnocrática de su Gobierno. Con todo, fue el Ejecutivo técnico que más duró: año y medio.

Al Gobierno presidido por Mario Draghi entre 2021 y 2022 se le puede considerar un «cruce» entre un ejecutivo político (concretamente, de unidad nacional) y uno técnico, al estar encabezado por un independiente y compuesto en parte por políticos (expresión de casi todos los partidos presentes en el parlamento) y en parte por técnicos.

Todos los gobiernos técnicos de Italia, investidos siempre por amplias mayorías, cumplieron con sus compromisos iniciales. Su mera existencia delata la incapacidad de la clase política de estar a la altura de las circunstancias.