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Una mujer musulmana con velo y abaya en la localidad de Mantes-la-JolieAFP

La «abaya» musulmana parte en dos a la izquierda francesa

Redoblan los enfrentamientos entre los partidarios de la laicidad a secas y los que abogan por no «estigmatizar a los musulmanes»

El nuevo ministro de Educación de Francia, Gabriel Attal, ha dado la campanada en su primera gran rueda de prensa desde que, a mediados de julio, asumió el cargo al asegurar que «la abaya no tiene su lugar en la escuela de la República».

La abaya es la prenda femenina, a veces en forma de bata, que cubre el cuerpo de los pies a la cabeza. Se puede combinar, o no, con el velo islámico.

La elección final depende de la mujer que decida lucirla. El caso es que muchas jóvenes islámicas afincadas en países europeos –principalmente en Francia, Alemania y Reino Unido– la usan con frecuencia en la vía pública, y también para asistir a clase.

Es esta última opción la que se encuentra en el punto de mira de Attal. Por razones de convivencia en espacios sensibles como son las escuelas y las universidades; pero también por motivos estrictamente políticos.

De entrada, Attal roba el protagonismo de la vuelta al curso (político) al ministro del Interior, Gérald Darmanin, que el domingo reunió a sus partidarios en lo que se ha interpretado como el primer paso hacia una candidatura presidencial en 2027.

Pero, sobre todo, el titular de Educación, con su prohibición de la abaya en la escuela pública, ahonda la división en la izquierda, que no logra apuntalar un discurso común sobre los asuntos islámicos y de inmigración. El problema es que todas esas formaciones forman parte de la misma coalición electoral, la Nupes.

Desde hace tiempo, y Attal lo sabe, la izquierda gala está desgarrada entre los partidarios de la laicidad a la francesa en su versión pura y dura y los que abogan por una relación más flexible con el universo islámico.

Entre los primeros figuran el Partido Socialista, el Partido Comunista, y parte de los ecologistas y de la Francia Insumisa, (Lfi) encabezada por Jean-Luc Mélenchon. Por el otro, el grueso de Lfi y un reducto de ecologistas.

No hay que olvidar que Mélenchon fue el candidato predilecto de los votantes musulmanes en la elección presidencial de 2022; y que su partido se llevó todos los escaños –eran-doce– de la provincia de Sena San Denis, limítrofe con París, en los comicios legislativos celebrados poco después. Gracias a un relato filoislámico.

«Voy a proponer a nuestro grupo parlamentario que llevemos esta reglamentación al Consejo de Estado, porque creo que es contraria a la Constitución, y en mi opinión es peligrosa y cruel», declaró el también diputado por la provincia de Bocas del Ródano.

En su opinión, esta prohibición «dará lugar una vez más a la discriminación de las mujeres jóvenes, y en particular de las mujeres jóvenes de confesión musulmana, y no creo que necesitemos eso en nuestro país».

Un discurso que en sintonía con el del Consejo Francés del Culto Musulmán, bien infiltrado por los sectores islámicos más radicales. Muchos de sus aliados de la Nupes han puesto el grito en el cielo: Attal ha logrado una primera victoria.