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Juan Rodríguez Garat

¿Qué ha ocurrido con la caída de Robotyne?

Sería bonito que Rusia se retirara de Ucrania a cambio de la paz, pero no hay indicio alguno de que eso vaya a suceder pronto

Avances ucranianos en RobotyneRedes sociales

El mes de agosto finaliza en Ucrania con más pena que gloria. Ya se han cumplido 18 meses desde el comienzo de la invasión.

Una «operación especial» concebida para obligar al pueblo vecino a regresar al redil postsoviético recreado por un Putin ávido de poder personal, se ha convertido en una guerra tan anacrónica por sus tácticas como por sus fines.

Los objetivos maximalistas del Kremlin –que, por falta de sustancia real, solo pueden escribirse entre comillas: «desnazificación», «desmilitarización» y «neutralización» de Ucrania– no se han alcanzado y, como si se tratase de «1984», la gran novela de Orwell, han desaparecido de la historia. Ya ni siquiera puede el lector encontrarlos en las notas de contexto que cada día explican la guerra en la prensa rusa.

Una guerra de conquista

A los ojos de todos, incluso de quienes lo niegan, aparece desnuda la conquista del territorio como único posible fruto de la agresión. Pocos dudan ya de que Ucrania será, cuando acabe la guerra, miembro de la UE y de la OTAN.

Avances ucranianos en Robotyne

Sin embargo, en muchos foros, se discute la posible cesión de tierra ucraniana a cambio de la paz, olvidando los defensores de tal extravagancia que, de acuerdo con la Carta de la ONU –y tal como ocurrió entre Egipto e Israel– el concepto solo es viable al revés: es el ocupante quien debe ofrecer la retirada para poner fin a la guerra.

Los líderes no suelen reconocer sus errores, por mucho que sea el dolor y la sangre que cuesten a sus pueblos

Sería bonito que Rusia se retirara de Ucrania a cambio de la paz, pero no hay indicio alguno de que eso vaya a suceder pronto.

La historia sugiere que no será Putin quien ponga fin a la invasión. No fue Johnson, sino Nixon, su sucesor, quien retiró a los soldados norteamericanos de Vietnam.

No fue Brézhnev, sino Gorbachov quien dio la orden de abandonar Afganistán. Los líderes no suelen reconocer sus errores, por mucho que sea el dolor y la sangre que cuesten a sus pueblos.

La guerra en los medios

Aunque la guerra no ha perdido intensidad, dieciocho son muchos meses. La capacidad del ser humano para horrorizarse es limitada.

Por eso, mientras centenares de rusos y ucranianos mueren en el frente cada día, la gente sigue sus vidas. No solo en España, donde el mes de agosto nos ha traído otras preocupaciones de muy distinta naturaleza. También hemos visto ciudadanos ucranianos en las playas de Odesa y rusos en las de Crimea.

Moscú no puede en realidad impedir el tráfico de buques mercantes de banderas neutrales

Pero, detrás de esas imágenes de resignada tranquilidad, la guerra sigue. La prensa, en este turbulento mes agosto, nos ha dejado entrever algunas de sus manifestaciones, casi siempre poniendo el foco en las más mediáticas.

El asesinato de Prigozhin, tan esperado que solo la costumbre de negarlo todo, aunque sepa que nadie le cree, obliga a Peskov a asegurar que no han sido ellos los culpables… al tiempo que el Kremlin descubre sus cartas negando a la firma brasileña Embraer, fabricante del avión siniestrado, la autorización para participar en la investigación de lo ocurrido.

Habla también la prensa de la guerra de los cereales. Moscú no puede en realidad impedir el tráfico de buques mercantes de banderas neutrales sin declarar un bloqueo que le desacredite.

¿Cómo hundir un barco abanderado en Hong Kong sin ofender al amigo chino? Es más fácil recurrir al bombardeo de los silos de trigo en los puertos ucranianos, el último de los objetivos «militares» que ha encontrado el Kremlin para avergonzar a la humanidad.

Son también mayoría los medios que dedican sus titulares a la guerra de los drones, recogiendo «denuncias» de uno y otro bando, como si fuera lo mismo atacar una base aérea rusa que una catedral en Odesa.

Pero no serán estos drones –ni la destrucción de unos pocos aviones rusos en tierra ni el goteo de muertos civiles que, por desgracia, causan los ataques de Putin a las ciudades ucranianas– quienes decidan una guerra que, insisto, es por el territorio.

La guerra en el frente

En las trincheras del norte, del este y del sur de Ucrania, continúan los sangrientos combates por cada metro de terreno sin ventajas decisivas de uno y otro bando.

Los soldados rusos llevan año y medio intentando romper el frente ucraniano en las proximidades de la capital de Donetsk, pero las pequeñas ciudades de Avdíivka y Márinka, fortificadas durante los ocho años de guerra civil, resisten todos los ataques enemigos.

Los rusos se esfuerzan, también inútilmente, por volver a acercarse a algunas de las ciudades que abandonaron en otoño casi sin combatir

Más al norte, se esfuerzan los rusos, también inútilmente, por volver a acercarse a algunas de las ciudades que abandonaron en otoño casi sin combatir.

Frenado su avance en los suburbios de Bajmut, tan fortificados como lo estaba la propia ciudad, otros núcleos urbanos como Kupiansk o Lyman se vuelven imprescindibles para intentar continuar la ofensiva en la región de Donetsk.

Con todo, hoy es la contraofensiva ucraniana la que ocupa las pocas páginas que los medios dedican a los combates en los frentes. Casi siempre para poner el foco en la presumible decepción de los líderes occidentales por lo pobres de sus resultados, por más que, si se exceptúan las críticas de rusos y prorrusos, yo solo haya podido leer palabras de comprensión.

La contraofensiva ucraniana

A estas alturas, parece claro que el eje de la contraofensiva ucraniana es, como todos pensábamos –por desgracia, los rusos también– Melitópol.

Hay otros frentes activos, pero no son prioritarios. La ofensiva alrededor de Bajmut tiene un doble objetivo: taponar la posible rotura del frente tras la pérdida de la ciudad y atraer refuerzos rusos, obligados sus mandos a defender su único logro en el último año de guerra.

Han pasado ya dos meses de contraofensiva, y solo hace una semana que los ataques ucranianos empezaron a dar fruto visible con la caída de Robotyne

Pero no es por ahí por donde le interesa avanzar a Zaluzhny. Tampoco Berdiansk, demasiado cerca de Rusia, parece un objetivo asequible en esta fase de la guerra.

Pongamos pues la lupa en el avance ucraniano al sur de Zaporiyia, hacia Melitópol y el mar de Azov.

El ejército de Zaluzhny tardó más en progresar en este frente que en ningún otro. Han pasado ya dos meses de contraofensiva, y solo hace una semana que los ataques ucranianos empezaron a dar fruto visible con la caída de Robotyne, un pequeño pueblo sin otra importancia que la de encontrarse varios kilómetros detrás del frente ruso.

Liberado el pueblo –algo que Rusia no ha reconocido, pero sí muchos de sus blogueros militares– Ucrania ha continuado avanzando hacia el sureste, penetrando hasta 10 kilómetros en las primeras líneas rusas.

Las lecciones de Robotyne

Tiene enorme mérito lo conseguido por el Ejército ucraniano, enfrentándose a imponentes fortificaciones sin apoyo aéreo y con apenas unas decenas de carros de combate modernos.

Pero ¿tiene importancia para la marcha de la guerra? A estas alturas, todos los lectores saben que las hostilidades se plantean en tres niveles.

La caída de Robotyne es un suceso sin relevancia en el más alto de los tres, el nivel estratégico

La caída de Robotyne es un suceso sin relevancia en el más alto de los tres, el nivel estratégico. Habrá disgustado a Putin y alegrado a Zelenski, pero ninguno de los dos se verá obligado a cambiar sus planes.

En el nivel operacional, parece difícil que este año pueda alcanzarse el objetivo ucraniano de llegar a Melitópol, y mucho más el de alcanzar el mar de Azov.

La brecha en Robotyne parece, hoy por hoy, demasiado estrecha y es, por ello, vulnerable a los contraataques y a los bombardeos aéreos.

Además, si el Ejército ruso no se desmorona, queda demasiado camino por delante, demasiadas líneas enemigas que rebasar. Quizá el mayor logro de la contraofensiva, en el nivel operacional, sea haber puesto a Rusia a la defensiva, algo que ya se había logrado antes de este avance.

Sin embargo, en el nivel táctico –el de la propia batalla– la caída de Robotyne merece ser analizada con más profundidad.

Ucrania no tenía las condiciones que los militares occidentales juzgamos necesarias para prevalecer en la ofensiva, particularmente en un terreno bien fortificado por el enemigo. Y, sin embargo, en algunos puntos lo ha hecho.

Todos sabemos que, en Bajmut, fue la superioridad artillera rusa la que dio la victoria a los invasores. Sabemos también que fue la falta de tropas la que provocó el desastre ruso en Járkov y que fueron las dificultades de apoyar a su ejército a través del Dniéper las que obligaron a Surovikin a abandonar Jersón. Pero ¿cuál ha sido la baza que ha permitido a Ucrania romper el frente en Robotyne?

La información que se recibe de los combates es parcial y confusa. Pero hay dos factores que parecen sobresalir.

El primero, el equilibrio de la capacidad artillera. A pesar de las justificadas quejas que leemos en los medios sobre la dificultad de producir en occidente suficiente munición de artillería para Ucrania, muchos blogueros rusos aseguran que, al menos en el frente de Zaporiyia, y de la mano de la superior tecnología de contrabatería occidental, se ha llegado a la paridad.

El segundo, seguramente más importante, pero que jamás aparece mencionado en los medios rusos, es la calidad de la infantería.

¿Será esta superioridad de la infantería la baza que permitirá a Ucrania ganar esta guerra? Nadie puede predecir el futuro, pero seguramente no.

A medida que el Ejército ucraniano penetre en la Crimea ocupada o en las zonas más prorrusas del Donbás, es probable que se equilibre la voluntad de vencer de ambos ejércitos.

Esa será la más probable línea de alto el fuego hasta que quien quiera que suceda en Rusia a Vladimir Putin decida que es hora de abandonar la compañía del régimen islámico de Irán y la monarquía feudal-comunista de Corea del Norte para recuperar el puesto entre las naciones más desarrolladas que conviene a su pueblo.