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Bandera de la OTAN, institución que se encarga de la defensa de Europa

Bandera de la OTAN, institución que se encarga de la defensa de EuropaGTRES

Historia

La OTAN, un símbolo de la Guerra Fría que siempre resucita cuando se la da por muerta

La organización militar se creó para la defensa frente a un comunismo que amenazaba con comerse el mundo durante la mitad del siglo XX

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es una institución clave para entender el pasado reciente de Europa y la génesis misma de la Unión Europea. Su historia está llena de claroscuros, aciertos y errores, pero no cabe duda de que es uno de los actores principales en el mundo de la Seguridad y Defensa.

Esta alianza militar surgió como resultado de una necesidad expresa de defensa colectiva de los países occidentales de la Europa ocupada y dividida entre potencias aliadas por un lado y el bloque soviético por otro. El férreo control que ejercía Moscú sobre sus satélites situaba a países como Francia en una situación comprometida.

Entre la I y II Guerra Mundial, el número de divisiones de los ejércitos se había reducido considerablemente. Tras la derrota de las fuerzas del eje, la Europa continental apenas tenía cuerpos militares que pudieran defenderse de un supuesto avance ordenado por Stalin. Si los soviéticos hubieran continuado su avance más allá de lo estipulado en Yalta, la historia habría sido muy diferente. No había en ese momento nada que los hubiera podido hacer frente.

Inicios y motivación

Las raíces de la OTAN se remontan a finales de los años 40 del siglo pasado. El miedo a los antiguos enemigos fue la mayor motivación para que Francia y Reino Unido consolidasen una alianza. El 4 de marzo de 1947 se firmó el Tratado de asistencia mutua en Dunkerque, puerto en el que Hitler hubiera podido masacrar al grueso del Ejército británico años antes y derrotar a uno de los principales enemigos de los alemanes en la última gran guerra con apenas bajas.

Por su parte, Estados Unidos puso en práctica la Doctrina Truman con el fin de contener la expansión soviética durante la Guerra Fría en 1947. Ese mismo año, los estadounidenses pusieron en marcha también el Plan Marshall para la reconstrucción de Europa.

El papel de EE.UU. desde 1945 ha sido siempre el de tutor europeo, parte por voluntad propia de dominación, parte por petición de otros Estados europeos para ejercer de mediador.

En 1948 ya se hablaba de una unión atlántica en Europa. El 4 de abril de 1949, bajo la presencia de cientos de personas y los doce ministros de Relaciones Exteriores de los 12 Estados fundadores (los 10 países la Unión Europea Occidental más Estados Unidos y Canadá) se firmó el Tratado del Atlántico Norte que daría nombre la organización militar correspondiente.

Lo que hoy se conoce como «atlantismo» fue una fuerza vehicular a partir de aquel momento. Los impulsos federalistas se hicieron notar: no faltó los que consideraron que el éxito de la OTAN debía pasar por la creación de un Estado europeo, una federación de gran alcance. Por descontado se entiende que esta supuesto federación solo ocurriría en Europa, no entre Canadá y Estados Unidos u otros países miembros, por ejemplo.

El brazo armado del Plan Marshall

El tratado era muy breve y conciso y se entendió como el componente militar del mismo Plan Marshall del año 47. Es decir, se asentaban las bases militares para el cumplimiento de lo estipulado a nivel económico desde Washington. De los 14 artículos, el que continúa generando polémica es el 5:

"Las Partes acuerdan que un ataque armado contra una o más de ellas que se produzca en Europa o América del Norte se considerará como un ataque contra todas las Partes y, en consecuencia, acuerdan que, si se produce tal ataque, cada una de ellas, en ejercicio del derecho de legítima defensa individual o colectiva reconocido en el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, asistirá a la Parte o Partes así atacadas adoptando de inmediato, individualmente y de acuerdo con las demás Partes, las medidas que estime oportunas, reconocida en el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, asistirá a la Parte o Partes así atacadas adoptando de inmediato, individualmente y de acuerdo con las demás Partes, las medidas que considere necesarias, incluido el uso de la fuerza armada, para restablecer y mantener la seguridad de la zona del Atlántico Norte”.

El artículo revelaba una realidad evidente: sin Estados Unidos, en ese momento Europa estaba a merced de Stalin.

A lo largo de la Guerra Fría, la OTAN sirvió como fuerza disuasoria, imposibilitando un enfrentamiento militar entre superpotencias. La firmeza de la alianza tuvo su reflejo en la integración económica simultánea fomentada por la Comunidad Económica Europea (CEE), hoy Unión Europea (UE), que culminó en un frente unido.

Estructura

Con la firma del tratado de pusieron en marcha tres instituciones. La primera, el Consejo que es el órgano más importante de la organización, con un evidente carácter político y en el que forman parte los representantes de los Estados signatarios que tomas las decisiones más importantes.

La segunda, un Comité de planificación, encargado de ejecutar las decisiones adoptadas en el seno del Consejo y compuesto en exclusiva por militares.

La tercera, el Secretariado permanente, encargado de las labores de coordinación y representación de la institución. A su cabeza está el secretario general, que en la actualidad es el noruego Jens Stoltenberg desde 2014.

Crisis existencial

Surgida como un frente común contra el comunismo, cuando la URSS implosionó en 1991 la OTAN se enfrentó a sus peores pesadillas. ¿Podía seguir existiendo ahora que el peor enemigo de Estados Unidos había desaparecido? A partir de ese momento la organización comenzó a absorber a los antiguos países del bloque soviético.

La ampliación más importante se produjo en 1999, con la admisión de la República Checa, Hungría y Polonia. La metamorfosis de la OTAN como frente común frente al comunismo a guardián del orden de la posguerra fría con Estados Unidos a la cabeza resultó innegable. El orden mundial era su orden mundial.

Desde la invasión de Ucrania se han acelerado los procesos legales para que la ex república soviética se incluya en el aparato militar, pero es una posibilidad que genera gran debate a nivel interno como se ha podido ver en las dos últimas reuniones de alto nivel en Madrid y Vilna.

La guerra de los Balcanes y el bombardeo en suelo europeo no se olvidarán nunca en lo que se considera el momento más negro de su historia a manos del socialista Javier Solana. La organización ha tenido muchos aciertos, pero el discurso de la defensa de la democracia y de los derechos humanos se viene abajo cuando la cruda realidad del mundo (realpolitik) se impone a la hipócrita política internacional.

Nuevos tiempos

La OTAN es una organización viva debido a la multitud de miembros en su seno. Decenas de países participan en misiones internacionales y ejecutan maniobras militares de manera habitual.

La guerra de Ucrania ha servido de impulso regenerador. La actuación unilateral de Estados Unidos en Asia Central en los últimos 20 años sembró de nuevo las dudas sobre la utilidad y necesidad de existencia. La entrada en una «Guerra Fría 2» con Rusia y China, el reto que supone su expansión por regiones como África y la tensión entre Estados como España y Marruecos han vuelto a poner el foco mediático en la OTAN.

En una era marcada por la guerra híbrida, las vulnerabilidades cibernéticas y las campañas de desinformación marcan el día a día. La organización ha venido para quedarse y más aún si se tiene en cuenta la cada vez más evidente existencia de dos sistemas enfrentados que dividen el mundo. Por un lado, Estados Unidos y sus aliados del último siglo. Por otro, China, Rusia y un creciente número de países del tercer y segundo mundo que se acercan al mejor postor para defender sus intereses.

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