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El presidente francés Emmanuel MacronAFP

Macron contempla impotente cómo se derrumba el «imperio» francés en África

Los recientes golpes de Estado en antiguas colonias francesas en África muestran que el continente ya no mira a París, sino a Moscú y a Pekín

La Françafrique, ese concepto aplicado a los jirones del viejo imperio francés en África, está en horas bajas.

La sucesión de golpes de Estado en países que un día fueron colonias francesas, y donde Francia había logrado mantener una influencia en el límite del neocolonialismo, ha privado a París de parte de sus peones africanos.

La África francesa, cada vez más rencorosa con su antigua metrópoli, ya no mira a París. Prefiere mirar a Moscú y al inquilino del Kremlin, Vladímir Putin, así como a su aliado chino, que ha sembrado de millones de yuanes el continente africano para la construcción de la Nueva Ruta de la Seda controlada por Pekín.

Mientras tanto, un atónito Emmanuel Macron contempla impotente cómo «sus presidentes» africanos acaban desalojados uno a uno por juntas militares respaldadas en mayor o menor medida por Rusia, que rápidamente despliega sus ejércitos de mercenarios.

La primera señal de alarma sonó en Mali en agosto de 2020. Los militares tomaron el poder y exigieron la salida de las tropas francesas por su fracaso a la hora de contener la amenaza terrorista islamista.

Sin ni siquiera esperar a la salida de las tropas francesas, el nuevo gobierno militar pidió a Putin que desplegara a los mercenarios del Grupo Wagner.

Tras Mali vinieron otros golpes de Estado en el África occidental: Chad, Guinea, Burkina Faso, Níger y Gabón, el último país en sumarse a la lista de golpes militares.

Las imágenes de los manifestantes favorables al golpe militar en Níger quemando banderas francesas y mostrando con ostentosa alegría las banderas rusas es el resumen perfecto del desmoronamiento del imperio neocolonial francés construido durante la Guerra Fría tras la autodeterminación e independencia de sus antiguas colonias africanas.

Un imperio neocolonial más sutil que el del colonialismo sin complejos de los siglos XIX y XX, pero que permitió a Francia igualmente ejercer un férreo control político y económico en amplias áreas de África, fuente de gran parte de sus recursos energéticos como, por ejemplo, el uranio necesario para alimentar sus centrales nucleares.

El desfile de líderes africanos por San Petersburgo para rendir pleitesía a Vladímir Putin en la reciente cumbre Rusia-África ha sido un duro golpe no sólo para Estados Unidos y Reino Unido, sino sobre todo para Francia y su presidente, Emmanuel Macron.

En un análisis de la BBC se apuntaba una posible explicación al derrumbe de la influencia francesa en África. Cansados de décadas de dominación cultural, política y económica francesa, los países del África central y occidental tenían la impresión de que sus independencias eran únicamente parciales.

El contexto de pérdida de influencia europea –y francesa– en un mundo global, acelerado por el conflicto ucraniano, abrió la ventana a la oportunidad de desprenderse del control francés. Aunque ello implique cambiar el viejo neocolonialismo galo por el nuevo colonialismo ruso y chino.