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José María Ballester Esquivias

China intensifica su colaboración de inteligencia con Cuba para expandirse en Hispanoamérica y el Caribe

El Debate accede a un informe que demuestra cómo Pekín usa a la isla como ariete, dotando al castrismo con alta tecnología

Xi Jinping recibió en Pekín al heredero de la dictadura cubana, Miguel Díaz CanelAFP

El 8 de junio de 2023, The Wall Street Journal (Wsj) publicó en portada una «noticia exclusiva» sobre un «nuevo y descarado desafío geopolítico de Pekín a Estados Unidos». Afirmaba que China había llegado a un acuerdo preliminar secreto con Cuba para construir una instalación de escuchas electrónicas en la isla por la que pagaría a Cuba varios miles de millones de dólares.

El artículo citaba a funcionarios estadounidenses familiarizados con información de inteligencia altamente clasificada y convincente, aparentemente recopilada en las últimas semanas, según la cual «una instalación de escuchas en Cuba, a unos 160 kilómetros de Florida, permitiría a los servicios de inteligencia chinos captar comunicaciones electrónicas en todo el sureste de Estados Unidos, donde se encuentran muchas bases militares, y vigilar el tráfico marítimo estadounidense».

La «nueva amenaza sin precedentes», se podía leer en el influyente diario, había desatado la alarma en el seno de la Administración Biden. La Casa Blanca y el Pentágono dijeron, cada uno por su lado, que la información «no era exacta». Un débil desmentido que duró unos pocos días, hasta que el secretario de Estado, Anthony Blinken, confirmó que China había ampliado su capacidad de inteligencia en Cuba.

Miguel Díaz-Canel y el primer ministro de China Li Keqiangtwitter

Como era de esperar, tanto en Pekín como en La Habana también se encargaron de desmentir la información. Pero nadie les creyó. Empezando por el Comité de Inteligencia del Senado norteamericano, que emitió un comunicado desprovisto de ambigüedades: «una instalación de escuchas chinas en Cuba supondría una grave amenaza para nuestra seguridad y soberanía nacionales».

Unas informaciones certificadas por el informe China and Cuba: a post Cold War, al que ha tenido acceso El Debate y cuya autora es la historiadora y ensayista de origen cubano María Werlau. El informe da datos sobre los aspectos más recientes de esta específica colaboración entre China y Cuba.

«Dos informes públicos», según escribe Werlau, «podrían apuntar a equipos de interceptación electrónica (Signint, según las siglas del informe) enmascarados y mejoras de capacidad por parte de Cuba y/o China». «En primer lugar, en 2019, se anunció que se había completado la modernización del puerto de Santiago de Cuba por parte de una empresa constructora china, que supuestamente había prestado a Cuba 120 millones de dólares. Desde al menos 2002 (…) se informa de la existencia de una instalación SIGINT con grandes antenas en la zona de Santiago de Cuba, que se encuentra a unos 100 kilómetros de la base naval estadounidense de la Bahía de Guantánamo.

En segundo lugar, en noviembre de 2022, cuando el presidente cubano Miguel Díaz Canel viajó a China, se informó que [este último país] se comprometió a avanzar con una donación de alrededor de 100 millones de dólares prometida en 2019 y se informó de que 'parte de la donación' ya había sido efectuada».

La citada donación es solo un eslabón de la intensa colaboración entre China y Cuba, que se fue estrechando a raíz de la caída del Muro de Berlín, cuando Moscú optó por marcar ciertas distancias políticas y estratégicas con La Habana (antes de volver, en años recientes, sobre aquella decisión). Según se desprende del informe, desde 1999, China ha ayudado a construir la infraestructura de telecomunicaciones de la isla. Aunque se desconoce el total de préstamos e inversiones de China, las empresas chinas Huawei, TP-Link y ZTE han desempeñado un papel fundamental en el establecimiento de una red nacional de fibra óptica que constituye la espina dorsal que conecta el país.

Se han producido, incluso, episodios curiosos como el de marzo de 2015, cuando China volvió a ser sorprendida in fraganti enviando material militar a Cuba: entonces, Colombia informó de que un barco de la empresa estatal china Cosco que se dirigía a Cuba estaba retenido en el puerto de Cartagena y su capitán había sido detenido, acusado de tráfico de armas. La documentación del buque «Da Dan Xia» era para el transporte de cereales a Tecnoimport de La Habana, pero en su lugar transportaba ilegalmente «material de guerra»: 100 toneladas de pólvora, 2,6 millones de cebos, 99 núcleos de proyectil y unas 3.000 vainas para construir cañones de artillería. Las cajas de madera dentro de un contenedor de transporte tenían etiquetas del proveedor, China North Industries Corporation, Norinco, el mayor fabricante de armas de China. Alrededor de tres meses después, un juez de Cartagena dictó una orden para liberar el barco con toda su carga y permitirle continuar su viaje, alegando que las autoridades militares colombianas no podían retirar la carga. Mas el episodio no dejó de ser revelador.

Más grave aún es la participación de China en la conexión de un cable submarino de fibra óptica, operativo desde agosto de 2012, que une Venezuela con Cuba y Jamaica y, más recientemente, Martinica. «Al parecer» señala Werlau, «el cable desempeña un papel esencial en el pulpo cibernético de Cuba encargado de mantener al régimen de Maduro en el poder. Su supuesto objetivo primordial era servir de 'pilar fundamental' del plan de integración regional Alba para hacer frente a la constante intromisión cultural de potencias que, como Estados Unidos, pretenden imponer su hegemonía'». El proyecto del cable de fibra óptica se presentó como una empresa conjunta venezolano-cubana, pero su coste, financiación y otros detalles siempre han estado envueltos en la opacidad. Se dice que China prestó a Venezuela 70 millones de dólares para el proyecto; Shanghái Bell, una empresa conjunta del Gobierno chino con la francesa Alcatel-Lucent (posteriormente adquirida por la finlandesa Nokia), tendió el cable de Venezuela a Cuba y a Jamaica.

Todo este traspaso de tecnología, obviamente, se realiza a través de un vocabulario muy codificado. Los códigos comerciales armonizados de las exportaciones de China a Cuba incluyen «equipos de radiodifusión», «accesorios de radiodifusión», «receptores de radio», «pantallas de vídeo», «grabaciones de vídeo», «grabaciones de sonido», «accesorios de radiodifusión», «receptores de radio», «pantallas de vídeo», «grabaciones de vídeo», «grabaciones de sonido», máquinas de «transmisión» y «soportes de audio vírgenes».

Las cantidades acumuladas en esas categorías son notablemente elevadas para un país pobre como Cuba, un pequeño importador muy necesitado de suministros médicos y productos farmacéuticos (materias primas para la producción local de medicamentos y medicamentos envasados). Es más, esos volúmenes aumentaron considerablemente en 2016-2021 cuando la economía cubana entró en una fase de crisis progresivamente aguda y cuando las importaciones totales procedentes de China disminuyeron anualmente.

El objetivo estratégico de esta operación a gran escala es claro: una alianza geoestratégica por la que Cuba sirve de puente para promover los intereses de China en América Latina y el Caribe. Y al comunismo cubano, mantenerse en el poder.

La curiosa base de Bejucal

Bejucal es un municipio de la provincia de Mayabeque, limítrofe con la de La Habana, que alberga una base de inteligencia electrónica. Según el informe, Cuba se ha comprometido a permitir la presencia permanente de personal chino y a compartir con ellos la información de inteligencia recabada. «China», señala Werlau, «ha dejado claro a altos dirigentes cubanos que el objetivo es expulsar a los intereses comerciales de Taiwán en Latinoamérica y en el Caribe».