Los viajes del mal, desde Al Qaeda hasta Putin y Kim
Cuatro viajes fatídicos, concebidos con la maldad del terrorismo internacional, tenían previamente como plan de vuelo el suicidio y la muerte de otros 3.000 seres humanos y más de 25.000 heridos inocentes. La ruta se cumplía aquel inolvidable día 11 de septiembre de 2001, cuando 19 terroristas secuestran aviones comerciales y realizan un ataque masivo en los Estados Unidos.
Dos aviones chocaron contra las Torres Gemelas del World Trade Center en Nueva York, otro avión fue estrellado contra el Pentágono. Un cuarto avión se precipitó en Pennsylvania.
Hay viajes de viajes. Como los que realizan líderes y reconocidas celebridades del mundo que están abocadas a buscar soluciones a los más variados problemas humanitarios que van, desde la hambruna que castiga, aún en pleno siglo XXI, a millones de seres humanos, a mitigar los avances del cambio climático o a procesar inventos que apuntan a conseguir soluciones a enfermedades que fatigan a miles de personas en el planeta Tierra.
Pero hay otros desplazamientos en los que los protagonistas de esos periplos solo tienen en agenda obtener suministros de decenas de millones de proyectiles de artillería y cohetes adaptados a los diseños rusos, que hagan reflotar las mermadas reservas belicistas de sus ejércitos, como sería el caso de Vladimir Putin, que para nada está pensando en la fórmula para curar el cáncer, sino en ver cómo se las arregla para sacarle a su par norcoreano, Kim Jong Un, todos los equipos que les sea posible consolidar, para tratar de frenar la contraofensiva ucraniana y de esa manera evidenciar que le es factible sostener una prolongada lucha de desgaste.
Desde luego que se trata de un simple cambalache, ya que no son regalos de Kim, este busca una contraprestación, como serían las toneladas de alimentos y recursos energéticos que sus súbditos norcoreanos requieren para sobrevivir. Tampoco el delirante líder norcoreano se desvela por encontrar «soluciones a la paz» de este mundo tan convulsionado, por el contrario, procura rearmarse aprovechando la tecnología armamentística avanzada con que cuenta su socio guerrerista Vladimir Putin, tales como los misiles balísticos intercontinentales, los misiles balísticos para artillar submarinos con capacidad nuclear y satélites militares de reconocimiento.
La llave del mal, compuesta por Vladimir Putin y Kim Jong Un, no se detiene en sus planes de reencontrarse en el cosmódromo de Vostochni, en la región siberiana de Amur, lugar a la que se aproximó el tren blindado que utiliza Kim para sus visitas al extranjero, el ferrocarril salió desde Pyongyang el 10 de septiembre por la tarde y entró a Rusia el pasado martes 12 de septiembre.
El encuentro se produjo, muy a pesar de las serias advertencias que el pasado martes 5 de septiembre, les hiciera saber el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, quien fue enfático al dejar entrever el alto «precio que pagaría» Corea del Norte si se atreve a verificar ese acuerdo armamentístico con los rusos.
Mientras que Matthew Miller, vocero del Departamento de Estado, fue más cáustico indicando que «tener que viajar a lo largo de su propio país para reunirse con un paria internacional y pedirle ayuda en una guerra que esperaba ganar en el primer mes, lo describiría como si estuviera suplicando por ayuda».
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Otro líder, en este caso hispanoamericano, que emprendió vuelo, fue Andrés Manuel López Obrador (AMLO), no tan dado a los viajes internacionales -como Putin, que hasta diciembre del año pasado sumaba más de 72 incursiones de ese orden- decidió abordar su cuarta travesía para tierras ajenas a la azteca. Esta vez el destino eran Colombia y Chile.
En su encuentro con su homólogo colombiano, el plato fuerte de la conversación fue el del narcotráfico y desde luego que, inspirado en el esquema de AMLO, de combatirlo /con abrazos/ no balazos/, el presidente Gustavo Petro sacó de su carpeta la pócima solucionadora de semejante problema basada en aplicar efugios de orden preventivo.
La aspiración de los venezolanos es que hablaran del caso de nuestro país, sometido a serias tensiones de naturaleza política, en las que influyen notoriamente los efectos de ese maligno negocio de los narcóticos y las andanzas de los grupos irregulares vinculados, tanto a México como a Colombia.
Una buena ayuda sería influir en su socio foropaulista, Nicolás Maduro, para que no implosione la ruta cívica de las elecciones primarias convenidas por partidos políticos y la sociedad civil para el venidero 22 de octubre, evento en que el régimen madurista no debería aplicar la arbitraria medida de las inhabilitaciones.
Otro impenitente viajero es Nicolás Maduro, quien inventa cada gira con la desesperada intención de demostrarle al mundo que sí puede salir del territorio nacional que ha convertido en su guarida, ante la amenaza de ser capturado en virtud de la orden detención internacional que pesa sobre él.
Recientemente viajó a Egipto, en donde trató simular ser un doliente de los recursos ambientales, participando en la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP27), realizada entre el 6 y el 18 de noviembre en la ciudad de Sharm el-Sheij. Posteriormente, viajó a Brasil, en dónde se armó una tremenda irritación por su presencia que lo hizo retornar a su ghetto con «las tablas en la cabeza».
El primero en confrontarlo en pleno palacio de Itamaraty, Brasilia, fue el presidente Luis Lacalle Pou diciéndole a su homólogo Luis Ignacio Lula, que «en Venezuela hay muchos grupos tratando de mediar para que haya una democracia plena, por los derechos humanos, para que no haya presos políticos».
Mientras que el jefe de Estado chileno, Gabriel Boric, sentenciaba que «no es una construcción narrativa (lo que se dice de la tragedia venezolana); es una realidad seria y he podido verla en los ojos y el dolor de cientos de venezolanos que están en nuestra patria que exigen una posición firme respecto a que los derechos humanos deben ser respetados siempre y en todo lugar, independiente del color político del gobernante de turno».
Ahora Maduro viajó a China, farfullando su peculiar máxima según la cual «por el petróleo baila el chino», pero resulta y acontece que bastante petróleo tiene China asegurado con las provisiones rusas que no pueden ser colocadas en Europa en virtud de los ajetreos de la invasión a Ucrania.
Además, ya Venezuela ha sido hipotecada por Maduro al gobierno chino y la deuda está más pendiente que nunca en la agenda de los acreedores asiáticos. Lo que le queda a Maduro, es ese triste papel de ofrecer al territorio venezolano para realizar operaciones geopolíticas que molesten a los norteamericanos y, desde luego, dar facilidades atractivas para echarle manos a los más variados y cuantiosos recursos minerales con valor altamente estratégico que poseemos en nuestro país.
El acuerdo más pintoresco fue el anunciado por Maduro con el gobierno de China «con el que se pretende trabajar para la preparación del primer hombre o mujer de nuestra nación para ser enviada a la Luna». Encaja decirle a Maduro ¿Por qué, primero, no terminan la retahíla de obras inconclusas (ferrocarriles, puentes, metro, etc.) pero que ya fueron pagadas?
También, se dan viajes relámpagos, como el que realizó la vicepresidenta de España, Yolanda Díaz, a Bruselas. Según un portavoz gubernamental que declaró desde la Moncloa, tratando de despejar dudas sobre ese viaje, certificando que «se trató de un desplazamiento con fines personales de la funcionaria que se reunió con el expresidente de Cataluña, Carles Puigdemont».