Así se han deteriorado las relaciones entre Mohamed VI y Macron
El rechazo de Rabat a la ayuda humanitaria francesa por el terremoto es solo el último eslabón de una cadena de desencuentros
A mediados de junio de 2017, Emmanuel Macron, que apenas unas semanas antes había tomado posesión como presidente de la República francesa, aterrizaba en el aeropuerto de Rabat-Salé, donde la Familia Real de Marruecos al completo –encabezada por Mohamed VI– le esperaba a pie de escalerilla.
Aunque no se conocieran, el recibimiento fue afectuoso: al elegir el reino alauita como destino de uno de sus primeros viajes al extranjero, el nuevo inquilino del Elíseo tenía una deferencia para con un país bastante quisquilloso en materia de gestos.
Por parte de Marruecos, el desplazamiento –que no tenía rango de Visita de Estado– servía para consolidar su posición de socio preferencial de París en el Magreb. Entiéndase, un poco por encima de Argelia.
El único punto de fricción entre ambos países era el juicio en Francia contra Abdelatif Hamuchi
En aquellas fechas, el único punto de fricción entre ambos países era el procedimiento judicial iniciado en Francia contra Abdelatif Hamuchi, máximo responsable de los servicios secretos marroquíes y personaje clave en la lucha contra el terrorismo islámico. Un episodio que el antecesor de Macron, François Hollande, no supo gestionar diplomáticamente. Pero que no fue óbice para que las relaciones bilaterales siguieran gozando de buena salud.
Las dos visitas de Macron
Además de la visita de 2017, Macron volvió a Marruecos en noviembre del año siguiente para inaugurar la primera línea ferroviaria de alta velocidad en toda África, hecha de tecnología gala. Desde entonces, y ya son cinco años, el presidente de Francia no ha vuelto a pisar Marruecos.
Varios desencuentros entre París y Rabat explican el enfriamiento de las relaciones, que ha culminado hace unos días en el rechazo, por parte de Marruecos de la ayuda humanitaria oficial de Francia encaminada de cara al violento terremoto que ha asolado a buena parte del país magrebí.
Pegasus
El encontronazo más importante fue generado, en 2021, por el «caso Pegasus»: la inteligencia francesa descubrió que Marruecos había interceptado, con carácter duradero y gracias a medios tecnológicos israelíes, los teléfonos móviles de varios ministros franceses; también –fue lo que colmó la paciencia francesa– el del mismísimo Macron. El incidente está superado. Pero solo de manera oficial.
Cambiando de materia, en Marruecos sentó muy mal, tiempo después, las restricciones migratorias decididas por Francia, uno de cuyos pilares fue la reducción drástica del número de visados concedidos a los ciudadanos de países del Magreb.
París logró, indirectamente, y con carácter excepcional, la «proeza» de poner de acuerdo a Marruecos y Argelia. El motivo es fácil de entender: la medida afectaba de lleno a todos aquellos que querían visitar a sus familiares afincados en Francia y a los que pretendían viajar al país europeo para ampliar estudios.
Socio de EE. UU.
Mas el vuelco estratégico que ha ensanchado la grieta entre ambos países ha sido el alineamiento de Estados Unidos, impulsado por Donald Trump y mantenido por Joe Biden, para con la posición marroquí sobre el Sáhara Occidental. Dicho de otra forma: Washington apoya las ambiciones territoriales marroquíes sobre la antigua colonia española, sin necesidad de organizar un referéndum de autodeterminación.
La diplomacia francesa no anticipó el movimiento. Y no puede adoptar la misma postura que Estados Unidos para no desairar aún más a Argelia, con quien mantiene unas relaciones aún más complicadas que con Marruecos. En Rabat, lo saben. Y no cederán un ápice. Aunque salgan perjudicadas las víctimas del terremoto.