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José María Ballester Esquivias

Así ayuda el envío de remesas a la dictadura comunista, en vez de ayudar a los cubanos

Un informe demuestra cómo a lo largo de los últimos treinta años, el exilio ha enviado 52.000 millones de dólares en efectivo y 50.000 en bienes de consumo

El secretario general de la ONU Antonio Guterres, Raúl Castro y Miguel Díaz Canel en La HabanaYamil Lage / AFP

Hubo en un tiempo para el optimismo en Cuba. Fue hace treinta años cuando se interrumpió el chorro de dinero soviético que sostenía económicamente a la dictadura, y a Fidel Castro no le quedó más remedio que permitir una liberalización muy ligera de la anquilosada economía de la isla.

El mejor ejemplo, no el único, de lo que debía ser una nueva etapa consistió en generalizar las remesas, nombre por el que se conoce a los envíos de dinero que realizan los cubanos exiliados a sus familiares o amigos que permanecen en el país caribeño.

Como explica el economista Emilio Morales, socio principal de The Havana Consulting Group, en su último informe «Gaesa [el entramado empresarial controlado por las Fuerzas Armadas] socava la prosperidad de los cubanos», «En su momento, autorizar el envío de remesas familiares a Cuba implicó un riesgo muy grande para la dictadura cubana desde el punto de vista político. Sin embargo, primero las remesas, así como la inversión extranjera y el turismo internacional, fueron riesgos calculados que el Gobierno decidió asumir en función de la supervivencia del régimen».

Sin embargo, añade Morales, «Las remesas no fueron concebidas para cambiar el modelo económico y desarrollar el país. Desde un inicio las remesas a Cuba –al igual que las inversiones extranjeras y el turismo– fueron pensadas por Fidel Castro como una respuesta coyuntural –que eventualmente podría luego revertir o regular si se hacía necesario- (…), no como una oportunidad para desarrollar la economía».

Morales divide el historial de las remesas en tres etapas. La primera corresponde a los trece años que transcurren entre 1993 y 2016, es decir a la totalidad del «periodo especial», en el que Castro aplicó una política de austeridad cuyos efectos sufrieron, como no podía ser de otra manera, los cubanos de a pie. Sin ir más lejos, muchos de ellos tuvieron que renunciar al uso de su automóvil y desplazarse en bicicleta ante la falta de combustible.

Durante esos casi tres lustros, Cuba recibió en remesas un total de 11.751 millones de dólares. Morales reconoce que ese dinero sirvió para dar inicio -que luego no llegó a buen puerto- a una leve dinámica de «cuentapropistas», el vocablo local para describir a los trabajadores autónomos.

El asunto se complicó, o sofisticó -para mayor ventaja de la dictadura-, en los años que van de 2007 a 2016, la segunda etapa. La dictadura, según Morales, pudo haberla aprovechado para sentar las bases de la prosperidad, pero prefirió consolidarse como «Estado mafioso».

Una definición que, en opinión de Morales, no es peyorativa, pues «es acuñada en sociología como una élite que gobierna el país como una organización privada que se apropia de recursos públicos. Es la ‘privatización del poder’ para apropiarse de las principales riquezas nacionales (turismo, comunicaciones, remesas, exportación de profesionales), desarrollar actividades económicas paralelas (lavado de dinero y otras), en las sombras, y acumular capital en paraísos fiscales sin ser auditados. En Cuba, con esta nueva mutación del régimen, las remesas, a falta de líneas de créditos, se convirtieron en la principal fuente de financiamiento del nuevo estado mafioso».

Esquema castrista para controlar el dinero de las enviado por los cubanos en el exiliocubasiglo21.com

Sobre todo, si se desmenuza la refinada técnica de las remesas, porque «los dólares nunca llegan a manos de los cubanos, se quedan en las cuentas bancarias de las empresas manejadas por Gaesa fuera de Cuba. El cubano recibe las remesas en tarjetas bancarias que solo sirven para comprar en las propias tiendas de Gaesa (donde les venden productos al doble, triple o más de su costo de importación) o extraer en pesos cubanos el equivalente de las divisas que fueron depositadas, pero al cambio oficial más de dos centenares de veces menor a su valor real». Dicho de otra forma: el destinatario «nunca puede extraer los dólares enviados por su familiar».

El peculiar sistema parece que da signos de agotamiento en la tercera etapa, la que va desde 2017 hasta el presente año. Morales constata un gran declive de las remesas al caer un 70.83 % en 2021 (1,084.01 millones de dólares) en comparación con el 2019 (3,716.71) año previo a la pandemia. En 2022, el primer año posterior a la pandemia, las remesas alcanzaron 2,040.25 millones de dólares, lo cual significó un declive de 45.1 % en comparación con 2019.

Para Morales, «a pesar de que esta maquinaria perfecta de control ciudadano y enriquecimiento ha estado funcionando por 30 años, comienza a observarse un proceso de desmantelamiento de esta dependencia. Esto está llegando de la mano de la propia diáspora y los residentes cubanos en la isla. El 45 % de declive que han tenido las remesas con respecto al año previo a la pandemia así lo reflejan». ¿Hasta cuando?