Azerbaiyán logra la disolución oficial de Nagorno Karabaj y lleva al límite a Armenia
Azerbaiyán ha logrado la «autodisolución» de Artsaj, pero la tensión continúa
Nagorno Karabaj era hasta hace unas horas una isla rodeada de tierra entre Azerbaiyán y Armenia. Su nacionalidad es una discusión sin solución desde que Stalin, en 1921, con cierto grado de perversidad, decidiera entregar el territorio a los azeríes. Amputar Armenia fue su modo de ponerla en su sitio que no era otro que asumir que quien mandaba y al que debían sometimiento era a él. Desde entonces ese parche en el mapa del Cáucaso ha sido víctima de la artillería azerí y el resultado es el inevitable: sangre, muerte, destierro de los armenios y una forzada proclamación de autodisolución. Dicho en términos del decreto, sacado a punta de bayoneta, «cesa su existencia».
Azerbaiyán ha logrado vencer con las armas, pero sigue, pese al transcurrir de tantos años, sin convencer a la población. Periódicamente se han producido enfrentamientos armados y guerras (1990-2020) que dejan las cosas como están, aunque, en el camino, avanzan un puñado de metros sobre Armenia a través del corredor de Lachín. Los azeríes aprovechaban la ocasión para invadir el país vecino que Stalin no incluyó en ese desmembramiento geográfico, político y administrativo que a partir del 1 de enero, al menos oficialmente, deja de existir según el decreto firmado por su presidente, Samvel Shajramanián.
La comunidad internacional y Naciones Unidas reconocen y nunca dejaron de hacerlo, la soberanía de Azerbaiyán sobre Artsaj (como se autodenominan en Karabaj) y Armenia, aunque le duele y desee recuperarlo, no le quedaba más remedio que hacer lo mismo. Pero este nuevo escenario coloca a Ereván en una situación límite con demandas de su población de volver a una guerra.
Azerbaiyán, a golpe de fusil ha generado más odio si cabe entre los armenios que se resistían a abandonar sus hogares y que hoy han recibido la llamada de Ereván para que abandonen sus casas.
Lo que buscaba Azerbaiyán era despoblar de armenios la zona y cuajarla de azeríes
La última incursión azerí ha provocado la muerte de más de 400 ciudadanos y el éxodo de unos 65.000 armenios que hasta el 1 de enero serán el doble. Es decir, prácticamente la totalidad de su población a la madre patria. Eso, en realidad es lo que buscaba Azerbaiyán, despoblar de armenios la zona y cuajarla de azeríes. En castellano se hablaría de «limpieza étnica».
A lo largo de la historia son miles y miles los armenios de Artsaj que han abandonado sus casas. Algunos volvieron y otros no, pero todos están llenos de rencor y ansias de venganza contra un país que, legalmente, es el suyo pero que sienten y sufren como verdugo. Hoy les toca abandonarlo definitivamente.
Sentimientos identitarios al margen, los 120.000 armenios que aún permanecen en Nagorno Karabaj, han visto correr la sangre en demasiadas ocasiones. Cada paso que daba Bakú sólo conseguía empeorar las cosas y alimentar más el rechazo de los que pretendía que se sintieran uno más de los suyos.
El efecto idéntico se siente en cada rincón de Ereván y del resto de Armenia donde la rabia les consume y si ayer exigían a su gobierno que se marchase por no hacer nada hoy demandarán, probablemente, venganza. Dicho de otro modo, que pague con la misma moneda de las armas y la sangre al enemigo que se esfuerza sin descanso en serlo.
Por la razón o la fuerza
Resulta sorprendente que Azerbaiyán haya insistido en el poder de fuego en lugar de intentar el camino de la seducción. A Bakú le ha sobrado tiempo para trabajar a fondo en la conquista cultural. Prefirió desdeñar esa vía y ni intentó tratar de convencerles de que su país era –y es– más rico, se puede vivir mejor y sobre todo, en paz.
Era mucho más duro y lento ese camino porque la idea era convencer y no vencer. A fin de cuentas, los azeríes también han puesto sus muertos. En su último asalto admitieron hasta 192. Ahora, la pregunta es, ¿habrá sido el definitivo?