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Santiago, preso en Irán desde hace un año habla desde la cárcel: «No soy ni espía ni terrorista»

Manifestación silenciosa, en Madrid, por la liberación de Santiago Sánchez CogedorEvelio Jiménez / El Debate

Santiago Sánchez, el español preso en Irán desde hace un año habla desde la cárcel: «No soy ni espía ni terrorista»

El español lleva 365 días encarcelado en una de las prisiones más duras del país persa, familiares y amigos piden al Ministerio de Asuntos Exteriores una mayor actuación

365 días, o lo que es lo mismo un año, lleva Santiago Sánchez Cogedor encarcelado en Irán. Sin cargos, ni justificación. El español solo es culpable de haber llegado a la República Islámica en el momento equivocado. El país persa vivía una fuerte represión debido a las múltiples protestas que se habían propagado a lo largo de Irán por la muerte de una joven kurda, Mahsa Amini, a manos de la Policía de la Moral, por llevar mal puesto el velo islámico.

Santiago, que estaba realizando un viaje a pie desde Madrid hasta Qatar –con motivo del Mundial de fútbol–entró en Irán el pasado mes de octubre, el día 2 de ese mismo mes se perdió su pista. De hecho, su última foto en Instagram, donde dejaba constancia de su largo recorrido, es del 1 de octubre de 2022. Junto a las imágenes, Santiago escribía: «Último pueblo en el norte de Irak, me separa una montaña para llegar a Irán, el siguiente país antes de llegar a Qatar».

La República Islámica era la última etapa antes de conseguir su meta. Pero Santiago cruzó la frontera y en el país persa fue detenido y acusado, según han declarado las autoridades iraníes, de «espionaje». Sin embargo, un año después, no existen cargos oficiales y su estancia en la cárcel no hace más que postergarse. Familiares y amigos, con motivo del primer aniversario –una fecha que no querrían haber tenido que conmemorar– han celebrado este sábado una manifestación silenciosa frente al Ministerio de Asuntos Exteriores, en Madrid, para exigir una mayor actuación por parte de las autoridades españolas.

Dos pancartas, donde se podían leer «Tu familia pide que te liberen pronto» y «Freedom for Santiago»–«Libertad para Santiago»–, adornaban la plaza del Marqués de Salamanca. Algunos curiosos, que paseaban por ahí, preguntaban por qué se estaban manifestando y quién era Santiago Sánchez. «Es por este motivo –explica el periodista Nico Abad– que nos manifestamos». «La semana que viene ya nadie sabe nada, es necesario difundir que nos hemos reunido hoy», recalca.

Manifestación silenciosa, en Madrid, por la liberación de Santiago Sánchez Cogedor

Manifestación silenciosa, en Madrid, por la liberación de Santiago Sánchez CogedorEvelio Jiménez / El Debate

La sorpresa de la concentración vino de la mano del propio Santiago, que se puso en contacto con sus amigos por teléfono. Al conocer que la prensa estaba también presente, el español se mostró algo reticente a dar declaraciones, asustado por si sus palabras pudieran perjudicar, de algún modo, su situación en la cárcel iraní de Evin, una de las más duras, ubicada en la capital, Teherán. «No creo que sea una muy buena idea», confesó en un primer momento.

Poco a poco, y tras un largo año, Santiago ha conseguido algún beneficio penitenciario como, por ejemplo, poder llamar por teléfono. «A lo mejor después de esta entrevista me lo cortan. Yo prefiero seguir teniendo este privilegio y poder escaparme así, llamando a mi familia y a mis amigos», explicaba el español. De sus palabras se desprendía un tono de cansancio y desesperación. Ya han sido varias las ocasiones que le han prometido que saldría. Sin embargo, las últimas noticias no son muy esperanzadoras, debe esperar dos meses más.

«Si alguien está escuchando estas palabras, que se imagine que le puede pasar a él, porque yo soy un turista y de lo que me acusan soy inocente, no soy espía ni terrorista», ha afirmado Santiago desde Evin. Sus amigos comparten con el español el cansancio y la desesperación. Se van pasando el teléfono los unos a los otros. «Saldrás pronto, si hace falta voy yo mismo hasta ahí a sacarte», bromean, intentado sacar una tímida risa a Santiago.

«Es mucho tiempo», lamenta Miguel Bergado, amigo de Santiago, y con quien ha compartido mucho de estos viajes. La semana pasada, el español anunció que iniciaba una huelga de hambre. En un audio, Santiago clamaba que estaba «perdiendo la cabeza» y que dejaba de comer. «Ha perdido siete kilos y no va a parar», afirma Miguel. «Después de tres meses, le van a llevar al médico. Después de tres meses, le han devuelto los libros», por lo que, al parecer y a vista de sus amigos y familia, la huelga de hambre ha servido de algo. Al menos, para volver a dar visibilidad a su caso.

Pero piden más, piden su liberación. «España tiene que hacer muchísima más fuerza. El embajador Ángel Losada está trabajando muy duro y (Santiago) tiene algún beneficio dentro de la prisión, pero el Ministerio de Exteriores tiene que hacer mucho más», reclaman. «Santiago alumbra ahí donde esté y, ahora, se siente abandonado por su país», confiesan sus amigos, congregados frente al edificio del Ministerio. Una jornada más y que, por desgracia, puede que no sea la última, para volver a desplegar la pancarta de «Fredoom for Santiago».

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