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Ofrenda floral en el lugar del atentado en Bruselas

Ofrenda floral en el lugar del atentado en BruselasEFE

Atentado terrorista

Miedo en Bruselas el día después de la tragedia: «Llevo aquí 25 años y la situación ha ido a peor»

Bruselas ha degenerado entre atentados islámicos y el aumento del crimen organizado, algo que ocurre a ojos de todo el mundo

Bélgica acoge la mayoría de las instituciones europeas, así como también es sede de la OTAN. En los últimos años ha experimentado un gran cambio a peor, tal y como aseguran fuentes policiales.

Desde principios de este año 2023 la violencia vinculada al tráfico de drogas se ha disparado en Bruselas.

En lo que va de año se han registrado en toda la región seis muertes relacionadas con las drogas (una con arma de fuego, tres con arma blanca y otras dos sin armas), 20 heridos graves y 41 heridos leves y 70 incidentes en el primer semestre (casi la mitad apuñalamientos). A esto hay que sumarle las víctimas del atentado de este lunes.

Los datos son negativos, pero aún así en proporción el país sale mejor parado que España según el Índice de Paz Global que el Institute for Economics and Peace realiza cada dos años teniendo en cuenta a todos los Estados del mundo.

Para elaborar este informe se tiene en cuenta la violencia general (homicidios, delitos violentos, violencia doméstia), conflictos internos (conflictos armados, guerras civiles y tensiones étnicas), gasto militar, cómo son sus relaciones diplomáticas, estabilidad política y terrorismo.

Dentro de una escala de uno a cinco (siendo uno el más seguro), y a nivel europeo, Bélgica ocupa el puesto 16 con una puntuación de 1,526 y España el puesto 20 con 1,603.

Que los datos no engañen. «Bruselas ya no es lo que era», aseguran todos los ciudadanos a los que hemos preguntado. «En especial después de la covid, la inseguridad en las calles es total», asegura una de las entrevistadas.

Es una sensación compartida. «Cada año es peor», comenta Louise, una joven estudiante. «Ni siquiera estás a salvo en las zonas cercanas a las instituciones, hay cámaras por todos lados pero no es suficiente», se queja.

Y parece que es cierto. La policía de la ciudad va a construir una estación en la Estación de Midi, centro neurálgico para las conexiones por tren con otros países. Quieren crear una red de cámaras nacionales.

Sobre el contexto internacional, la estudiante teme que se achaque al conflicto actual entre Israel y Hamás. «Esto no tiene nada que ver con eso, no me gustaría que se relacionara, el origen es otro», asegura.

Lena es abogada en un bufete cercano al Parlamento Europeo. Vive a una hora de la ciudad y el atentado ocurrió mientras volvía a casa. «No sabía qué había pasado hasta que me lo contó mi hermano», narra. «Me siento insegura, he estado sola por la calle por la mañana y sentía miedo. Cualquier persona que vieras por la calle podría ser un sospechoso», cuenta apesadumbrada.

«Llevo aquí 25 años y la situación ha ido a peor, esto es un tema político cuyas consecuencias las sufrimos nosotros, la gente normal. Todas las instituciones están cerradas pero los demás tenemos que trabajar; los que han muerto son personas normales y no políticos, precisamente», se queja Lena al constatar la diferencia de clases.

Hoy las calles están vacías por la alerta naranja. Muchas empresas han pedido a sus trabajadores que teletrabajen. Otros no pueden, es el caso de María, gerente de un restaurante cerca del Palacio Real: «Mi familia y amigos me han dicho que tenga mucho cuidado, pero el miedo no nos puede paralizar», comenta. «Los cristianos sabemos que lo que tiene que pasar, pasará; incluso aunque tengamos toda la seguridad del mundo, siempre hay un riesgo y es mejor saber convivir con ello», explica con una sonrisa en la cara.

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