Entre la esperanza y la extenuación: el calvario de la familia de una joven israelí secuestrada en Gaza
Israel, pero sobre todo sus ciudadanos, respiran un poco más aliviados ante la liberación de unos 50 rehenes en manos del grupo terrorista Hamás, desde el pasado 7 de octubre. Después de largas semanas de negociaciones entre bambalinas, con Qatar como principal mediador, el país hebreo y Hamás han acordado un alto el fuego de al menos cuatro días, aunque susceptible a alargarse. Todo dependerá de si ambas partes cumplen con lo acordado.
A pesar de que, para los familiares de los rehenes israelíes, este acuerdo supone un halo de esperanza, la milicia islamista aún retiene a un alto número de ciudadanos del país hebreo. Centenares de familias esperan que el Gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu devuelva a todos los 236 rehenes sanos y salvos a sus familias. La historia de Eden Yerushalmi es una de las muchas que se pueden escuchar estos días en Israel.
La joven, de tan solo 21 años, llevaba semanas con la mirada puesta en el 7 de octubre. Eden debía trabajar de camarera, junto a dos de sus amigas, en el festival Nova, de música electrónica, que se celebraba en el área del Reim, a escasos kilómetros de la Franja de Gaza. Nadie podía imaginar que esa noche se convertiría en la peor jornada de los 75 años de historia del joven Estado judío. Un día que ya se ha bautizado como el «Sábado negro». La familia de Eden recuerda con todo lujo de detalle las horas previas a perder el contacto con la joven.
Su hermana Shani Yerushalmi, de 25 años, cuenta en conversación con El Debate cómo vivió esa escalofriante jornada. «A las seis y media de la mañana empezaron a sonar las alarmas en Tel Aviv», rememora. En un primer momento, explica, no pensaron que fuera nada grave, ya que en Israel este tipo de alertas son habituales. A esa misma hora, Eden, desde el festival, llamó a casa para avisar de que habían cancelado las actuaciones y que, desde la organización, les recomendaban volver a casa.
«A las siete, nos volvió a llamar, gritando y llorando, era casi imposible entender lo que decía, hasta que logramos descifrar que nos estaba diciendo que se encontraba en medio de un ataque, que le estaban disparando», continúa Shani, con la voz entrecortada. Eden, como le recomendó su hermana, se escondió en el interior de un vehículo, bajo los cuerpos sin vida de dos de sus amigas. Las hermanas se encontraban en contacto en todo momento, a través del teléfono móvil. Eden podía sentir como la sangre de una de sus amigas goteaba de manera incesante sobre su rostro. La situación era crítica. La joven israelí reconoce que se encontraba en un estado de pavor absoluto, pero que en todo momento se mostró en calma para intentar tranquilizar a su hermana, que se estaba jugando la vida.
«Sentí que me iba a desmayar, tuve que tumbarme en el suelo», confiesa Shani. Tras varias horas al teléfono, se pierde la conexión. El móvil de Eden se queda sin batería. Minutos más tarde, un número desconocido vuelve a llamar. Era la joven desde el teléfono de una de sus amigas. La joven cuenta que ha salido del coche y ha decidido echar a correr hacia unos arbustos. Desgraciadamente, la maleza no es lo suficientemente frondosa y deja ver parte de su cuerpo. Shani recuerda cómo se podían oír los disparos, incluso a través del teléfono. Tras más de dos horas escondiéndose, empiezan a escucharse voces en árabe, cada vez más cerca.
Finalmente, en un audio al que ha tenido acceso El Debate, se puede oír a Eden decir a su hermana: «Me han cogido». Aquí se acaba con todo tipo de conexión. Desde entonces, no han vuelto a saber nada de ella. Una semana después, el Ejército israelí se presentó en la casa familiar para notificarles que, efectivamente, Eden se encontraba entre los rehenes en manos de Hamás, escondidos en algún lugar de la Franja de Gaza. Ahora, la familia solo espera que los rehenes no caigan en el olvido y que el mundo entero exija su liberación.
Amplia red de ayudas
Tras la masacre del 7 de octubre, las familias afectadas cuentan con un equipo de voluntarios que les ayuda en el día a día. Este equipo está formado, generalmente, por un abogado, dos soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF), y dos trabajadores sociales, que visitan a las familias varias veces por semana. Liat Blumenfeld, abogada de la familia Yerushalmi, explica a El Debate que tras el «Sábado negro», «el Gobierno israelí realmente tuvo que reagruparse rápidamente y encontrar una solución para ayudar a estas personas».
El Ejecutivo hebreo creó lo que ha bautizado como el «cuartel general de secuestrados y desaparecidos», dirigido por el general Gal Hirsch. Blumenfeld cuenta que «su papel específico como abogada es ayudar con todos los asuntos legales». Ahora, por ejemplo, se encuentra centrada en la construcción de un refugio para la familia. Las familias de los rehenes en Israel no están solas, la sociedad y el Gobierno se ha volcado para cubrir todas sus necesidades. Pero las madres, padres, hermanos, primos y tíos exigen más, piden su inmediata liberación.
Centenares de israelíes sueñan con el momento en el que puedan volver a abrazar a sus seres queridos. «Una de las cosas que más me ha conmovido durante una de las visitas –a la casa de la familia de Eden– y que no me he podido sacar de la cabeza desde entonces es que están discutiendo quién la abraza primero cuando regrese o cómo tienen todo preparado y comprado para cuando vuelva», confiesa Blumenfeld.