Entrevista
Saryusz-Wolski, eurodiputado polaco del PiS: «Con la reforma de la UE, los Estados dejarán de ser soberanos»
Hablamos con Jacek Saryusz-Wolski, una de las voces más críticas contra el texto de la reforma de los Tratados de la Unión
Las propuestas del Parlamento Europeo para la modificación de los Tratados de la Unión se han aprobado por muy escaso margen en el último plenario de la Eurocámara en Estrasburgo.
Las votaciones del informe y de la resolución que permite que avance el proyecto hacia adelante tuvieron apenas 25 votos más a favor. Las abstenciones fueron las que permitieron que se aprobaran por este estrecho margen.
El eurodiputado polaco del partido Ley y Justicia (PiS) ha sido uno de los shadow rapporteur (ponente alternativo) del grupo al que pertenece, Conservadores y Reformistas Europeos (ECR). Su misión ha sido vigilar el trabajo e informar tanto a su grupo como las objeciones del mismo al proyecto que se estaba tramitando.
En Estrasburgo se erigió como una de las voces más críticas al respecto y hemos querido charlar con él sobre el proceso en el que nos encontramos inmersos y lo que realmente implica.
— Recientemente se ha aprobado una resolución favorable a la reforma de los Tratados de la UE que permitirán a Bruselas absorber competencias que de facto ya tiene desde hace años. ¿Esto qué significa?
— Lo que estamos viviendo es el intento de centralizar la Unión Europea, no de federalizarla, que era la propuesta originaria y le agradezco la oportunidad de explicarlo claramente al público español.
Lo fundamental en un sistema federal es que las partes que lo componen son iguales o casi iguales en su trato y poder. Podemos poner de ejemplo en la actualidad el Bundesrat en Alemania o el sistema cantonal en Suiza. O los Estados de EE.UU., sean grandes o pequeños.
La UE, en cambio, con la adopción de esta reforma apostaría por el principio opuesto. Esto significa que cuanto más grande eres, más poder esperas porque lo que importa es la población.
Por lo tanto, se trata de un alejamiento del federalismo, aunque quienes proponen esta centralización europea, como la actual Polonia, se esconden detrás del término «unión federal con limitaciones».
Usan este término porque tiene connotaciones positivas pero en el fondo es una gran mentira. Lo que significa esta centralización es trasladar los poderes nacionales a la UE, es decir, a Bruselas (Comisión Europea), la cual pretende ser hegemónica y oligárquica, en la que haya pocos pesos pesados que gobiernen. Todo lo demás, por descontado, estará subordinado como en una relación similar al vasallaje medieval o un sistema centro-periferia similar al de cualquier imperio colonial o la reciente URSS con su planificación político-económica.
— Sorprende que esto se esté llevando a cabo ya que no coincide con el relato oficial que llega a la población. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
— Esto es muy antiguo. Los inicios de este superestado central se remontan a un informe del trotskista y comunista Spinelli de 1943, que, dicho sea de paso, se menciona al principio de la resolución que la precede. Es una especie de introducción a lo muy esencial.
La resolución está ideologizada. Es evidente que hay una especie de origen y raíces comunistas en el informe que prevé la liquidación de naciones mismas, de los Estados nacionales y la creación del gobierno del Partido Revolucionario. Al principio no se apostaba por la democracia y luego esta fue de corte socialista-comunista. Hoy es fundamental socialdemócrata, que es una versión light de la anterior.
Sabemos cómo funciona esto. No hay sorpresas. Se lleva intentando por varías vías desde hace años. Por ejemplo, los referéndum de Constitución de la Unión Europea, el Tratado de Lisboa… Este último es de gran importancia porque dio origen a la actual comunidad bajo un duopolio franco-alemán que gobierna con acólitos y contra los intereses de otros.
Lo que pasó el otro día en Estrasburgo no es otra cosa que un nuevo salto adelante pero, en esta ocasión, sí que han dejado claro cuáles serán los cambios, y no serán solo cuantitativos, sino cualitativos.
La esencia de este cambio propuesto es que los Estados miembros dejarían de ser Estados, serían regiones y no serían soberanos, y la nueva soberanía residiría en la UE, es decir, Bruselas.
Lo más grave es que esto ha ocurrido a espaldas del ciudadano común. El párrafo 2 del artículo 2 habla de «competencias compartidas que tenemos», lo cual es una manera muy inocente de expresar lo que realmente se está buscando. En realidad dice que es la UE la que decide si en esas áreas ejecutará el cien por cien de la competencia o quizás dejará el 5% amablemente en manos del Estado miembro o incluso nada. Los Estados miembros ya no son Estados. La UE preservaría los atributos de la condición de Estado, pero perderían su condición como tal porque dejarían de ser soberanos.
En cuanto a los apoyos, incluso parte de la izquierda ha votado en contra. Este tema está muy lejos de ser consensuado.
Hasta ahora, esta resolución no tenía importancia, no era formalmente vinculante a la luz del artículo 48 del Tratado para iniciar el proceso. El Consejo estaba esperando este informe y ahora lo tienen todo de cara. El próximo 12 de diciembre, la presidencia española dice que lo someterá para decidir si lo pasa al Consejo Europeo, etc.
Ahora se quiere adoptar por mayoría simple. Es excepcional que, en este caso, según el artículo 48, el Consejo Europeo, que normalmente decide por unanimidad, decida por mayoría simple convocar el foro constitucional compuesto por representantes de los Estados miembros y de las instituciones de la UE para redactar un acuerdo sobre un nuevo Tratado.
El tren ya partió de la estación, pero todavía se pueden llevar a cabo acciones para pararlo. Debemos despertar a las sociedades, organizar la resistencia a este diabólico plan de privar a otras sociedades, a nuestras naciones, de la condición de Estado de facto. El plan está redactado de manera maximalista. Los líderes volverán a Madrid y a otras capitales diciendo que tenemos que adoptar este camino porque al menos el 50 % lo quiere.
— ¿Cree que esto se acelerará para evitar la presidencia húngara en el segundo semestre del año que viene?
— Sí, puede que lleve más tiempo, pero ahora se están apresurando. En primer lugar, quieren ir lo más lejos posible bajo la presidencia española. Quieren ir demasiado rápido y, al contrario de lo que dicen, no es el principio del fin de la Europa que conocemos, sino la fase final. Ahora, vuelvo a tu pregunta inicial. Llevamos ya dos años y medio trabajando en ello, aunque y los medios de comunicación y la opinión pública no están al tanto de la primera mitad.
— ¿Se corre el riesgo de aumentar más la brecha entre las ‘dos Europas’, como se suele decir? Usted hablaba de tener más poder y sin duda se va camino a eso para determinados países o grupos.
— Se está hablando de absorber competencias en materia de salud -incluida la salud reproductiva, que es el aborto-, la política exterior, la política interior, la política de seguridad, la política de defensa, las fronteras, la industria, la educación, la infraestructura transfronteriza, el transporte…
Y la desobediencia será punible porque podrán definirlo en términos de discriminación de valores europeos. Si relaciono inmigración masiva con delincuencia o aseguro que solo hay dos sexos, puede que esté infringiendo no solo las leyes de algunos Estados miembros, sino también la legislación de la UE.
— Cuando le conocí en Estrasburgo, habló de cuatro grandes países: Alemania, Francia, Italia y España. ¿Cree que España va a pintar algo en esa nueva UE a la que vamos?
— Al bajar los umbrales, hacen que sea más fácil para los grandes dirigir el espectáculo. Estos cuatro países representan el 57% de la población y eso supera los límites establecidos para condicionar ciertas decisiones (50 % de la población). Con los nuevos cambios, un país grande valdrá por dos medianos, por ejemplo. Por lo tanto, será mucho más fácil hacer cumplir o imponer decisiones mediante la conspiración de los grandes. Por eso lo llamo el ‘Estado europeo hegemónico-oligárquico’ en ciernes.
Otro especto que no he mencionado hasta este momento es el geopolítico. Tanto Francia como Alemania son históricos aliados de Rusia. Este superestado quiere colaborar estrechamente con Rusia para crear el espacio euroasiático desde Lisboa a Vladivostok exprimiendo a Europa central y oriental.
Es una contradicción entre los principios fundamentales de la comunidad euroatlántica y su nacimiento, que consistía en tener en Europa a los estadounidenses dentro, a los rusos fuera y a los alemanes controlados. Ahora sería estadounidenses fuera, rusos dentro y alemanes arriba.
Los que están a favor de estas modificaciones dicen que resistirse a esta tendencia le hace el juego a Rusia, lo cual es lo contrario. Y segundo, si va muy lejos, los perjudicará como comunidad de Estados soberanos en lugar de consolidarse como tales. Se basa en la falsa y descabellada idea de que la gente quiere y está dispuesta a dejar de tener su propia diversidad, identidad, patrimonio, cultura de Estado nacional. Por lo tanto, se está alejando del lema de la UE: «Unidos en la diversidad».
— ¿Cree que los Estados Unidos permitirán esto? Suena algo difícil de creer.
— Por el momento, sí. Parece que o no lo entienden o no quieren oponerse. Una revolución que sea o vaya a ser llevada a cabo por este nuevo superestado con este sesgo ideológico claramente izquierdista es un problema a medias. La otra es la geopolítica. Estados Unidos, venga lo que venga de Estados Unidos, todavía se considera el núcleo duro de los valores conservadores del mundo anglosajón a pesar del wokismo. Así son ellos. Quieren destruir. La izquierda liberal europea odia que Estados Unidos.
Mientras, geopolíticamente, Estados Unidos está preocupado por el Pacífico, China, Taiwán y ahora Oriente Medio. Sabemos que, sin Estados Unidos, Europa está perdida y no es cierto que Rusia sea conservadora. Sus nuevas declaraciones cristianas están vacías. Son enemigos mortales de la religión desde el comunismo, que continúa en forma oculta en Rusia. La Unión Soviética está viva y la UE va camino de ser la nueva URSS.
Van en esa dirección en términos de limitar la libertad, la identidad, etc. Tiene muchos rasgos que nos recuerdan, de alguna manera, a lo que una vez nos enfrentamos y rechazamos que es el comunismo que nos llegó del Este, de la Unión Soviética.