Milei y el nuevo alineamiento internacional
La «nueva era» que comienza en Argentina promete efectos que terminarán irradiando al resto de la región y convertirse en una contraparte del Foro de São Paulo
La administración de Javier Milei en su kilómetro cero. Como toda largada, genera expectativas, mucho más luego del cimbronazo electoral que repercutió internacionalmente y, con foco en Hispanoamérica, tanto por la forma y el fondo en que se forjó esa elección como por la particular historia de su personaje central: el nuevo presidente argentino.
De aquel Milei transformado en un «león» durante la campaña a este que asumió ayer, se observan notables diferencias. Ya no grita ni blasfema contra la izquierda, hace gala de una diplomacia que se pensaba en desuso —tras dos décadas de hegemonía kirchnerista donde la diplomacia y los modos de convivencia política parecían abolidos—, y viene demostrando una muñeca, a la hora de maniobrar, nada envidiable para un novato en el mundo de la política.
Hizo gala de movimientos y gambetas, salpicadas de cierto pragmatismo, a la hora de completar su gabinete y las segundas líneas de los ministerios, donde aparecen, incluso, funcionarios del finito (des)gobierno de Alberto Fernández.
En realidad, ese es el perfil que venía mostrando desde sus primeros pasos como outsider. En sus inicios supo dejarse ayudar por el kirchnerismo, tal la idea del ahora exministro de Economía y candidato derrotado, Sergio Massa, quien apostaba a Milei para debilitar a Juntos por el Cambio, del expresidente Mauricio Macri.
Una vez, con el pasaporte al balotaje en sus alforjas, se apoyó en Macri y en su estructura para llegar a la presidencia. En los dos casos, supo desembarazarse de ambos compromisos sin pagar costos adicionales o tener que ceder espacios de poder desmedidos. Una demostración cabal de gozar de actitudes para la negociación en las que muy pocos acreditaban por aquellas pampas.
Ahora bien, ese vertiginoso cambio de estilo parece obedecer al baño de realidad al que, inevitablemente, Milei debió someterse, tras obtener un rutilante triunfo en las urnas, aupado por el hartazgo y el descontento social con el kirchnerismo y su ajado relato.
Desde el «sí, juro» de ayer, lo acechan una economía devastada, una situación social calamitosa y un sinnúmero de minas regadas en diferentes sectores de la Administración Pública y el Congreso. Todos aparecen como obstáculos más que peligrosos durante los primeros meses de gestión. De ahí la cautela de sus movimientos, escudados en la multitud que se reunió ayer en la Plaza de los dos Congresos para darle la bienvenida y apoyar la carta de navegación que el presidente piensa respetar para enfrentar la tormenta económica que tiene por delante.
Desde el discurso, de espaldas a los parlamentarios y de cara a la sociedad, hasta la escenografía donde primaba la algarabía en celeste y blanco, pasando por el «sincericidio» presidencial para explicar la nefasta herencia recibida, conformaron una postal de cambio de época. Ahora viene lo más difícil: transformar esa imagen en una realidad concreta.
A eso se refirió Milei en su primer contacto con la gente. «Empieza una nueva época», hoy «es el inicio en el camino para desandar la decadencia en el país».
Pintó un panorama más que sombrío sobre la situación económica y social, pero llamó a enfrentarlo porque «100 años de fracasos no se deshacen en un día, pero un día empieza y hoy ese día».
El incipiente camino de la era Milei despierta interés, allende las fronteras argentinas. Concita apoyos y loas en sectores netamente conservadores. Entusiasma al expresidente Donald Trump tiene en éxtasis a Jair Bolsonaro, el exmandatario brasileño, al igual que al primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, o al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, presentes, los tres en Buenos Aires.
A nivel regional, todos los ojos están puestos en esa experiencia novel, a la hora de administrar la madre de todas las crisis, como es la Argentina. Si a priori a Milei se lo encasillaba en el trumpismo, en el bolsonarismo o incluso se le llegó a considerar un iluminado por el «efecto Bukele», ese casillero ahora se completa con un signo de pregunta.
Salvo un par de presidentes del Mercosur (Luis Lacalle Pou y Santiago Peña), el chileno Gabriel Boric (demostrando una vez más que su política exterior queda a salvo de su, hasta aquí, errática gestión) y el ecuatoriano, Daniel Noboa, los gobiernos de la región escogieron el bajo perfil para recibir a la nueva administración argentina.
Comenzando por Luiz Inácio Lula da Silva y, con él, buena parte de los Estados de la región, algunos de los cuales ayudaron a forjar el Foro de São Paulo, en su momento, o abastecen al Grupo de Puebla. De este grupo, fueron varios los que ni siquiera recibieron invitación, como los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua (que acaba de retirar a su embajador en Buenos Aires). Todo un dato del nuevo alineamiento internacional que pretende el nuevo jefe de Estado.
En este contexto, en que se da el debut presidencial de Milei, no son pocos los que se preguntan si no está en ciernes un contrapunto a ese bastión regional que se vislumbra de izquierda como el Grupo de Puebla.
Interrogante guiado, en su mayoría, por las asistencias a la ceremonia, que, más allá de los mandatarios, contó con figuras icónicas de la derecha internacional, como ser la familia Bolsonaro, o los diputados Cayetana Álvarez de Toledo (PP) y Santiago Abascal (VOX), entre otros.
Un contrapunto que, sin duda, se iría articulando con el correr de los meses/años. En Chile, se destaca el empuje en las urnas del Partido Republicano, de José Antonio Katz, como en Colombia, la senadora María Fernanda Cabal, quien se referencia en el bolsonarismo sin cortapisas. En ambos casos, montados en un discurso de cambio necesario y fuertes críticas a sus respectivos gobiernos, cuyos índices de popularidad (tanto el de Boric como el de Gustavo Petro) no hacen más que caer en la consideración del electorado. Si bien en los dos casos esbozan perfiles muy similares al «viejo» Milei, el de la campaña, en esos países la cita con las urnas serán en diciembre de 2025 y en mayo de 2026, respectivamente.
El actual Milei se muestra en otra sintonía. La que necesita para avanzar en un campo minado y ser más permeable a sectores de derecha o más moderados, que, como se vio en los últimos días —y quedó de manifiesto en las calles de Buenos Aires, con decenas de miles de personas celebrando el cambio—, comienzan a empatizar con su propuesta.
Sin experiencia política que lo acredite, Milei supo despistar a propios y a extraños con sus movimientos. Hasta aquí, convirtió eso que algunos señalan como su gran debilidad en un arma eficiente. Cuenta, además, con un peronismo amenazante, pero en crisis de liderazgo y en una fragmentación parlamentaria de la que busca sacar provecho en la negociación constante. Por eso dejó para una mejor ocasión el cierre del Banco Central, la reforma laboral y otras promesas electorales. En la columna del Haber, posee una variable inédita hasta aquí. Un intangible muy valioso en tiempos de crisis extremas como la que deberá enfrentar: el ajuste y las políticas de shock tienen más aceptación en las encuestas que su propio liderazgo. Algo que pudo medirse ayer, a la hora de su discurso.
Hasta en esa particularidad, la de aplaudir un ajuste severo —en eso que algunos dieron en llamar «la Invención de Milei»—, goza del calificativo de novedoso en el vapuleado mundo político de la región.
Habrá que dejarlo andar para ver si logra desactivar el explosivo que le dejaron en materia económica y si esta «era que comienza» genera efectos positivos que terminen irradiando al resto de la región, como todo parece indicar, hasta convertirse en un modelo a replicar y agruparse en una contraparte de los que se referencian en el Foro de São Paulo.
Fiel a su estilo y a sus promesa, Milei decidió arrancar esa era como dio el primer paso en política. «Prefiero una verdad incómoda que una mentira confortable».
Ese perfil con el que forjó su rutilante aparición en el mundo político, sus incipientes movimientos y el entusiasmo que despierta entre propios y foráneos, que hacen que lo de Milei sea esto que ya es, además de Gobierno: un modelo para armar.