Delcy y Zapatero, más allá del amor
Si los socialistas españoles tienen tantísima afinidad con los asesinos y torturadores con los que se sientan, viajan y comparten maletas, no debería sorprendernos que algún día traten a los españoles como están tratando a cubanos, bolivianos, venezolanos o nicaragüenses
Muchos de ustedes no sabrán que el martes pasado una mujer boliviana, la expresidente constitucional Jeanine Añez, cumplía su tercer año en una cárcel boliviana.
En condiciones lamentables sufre una condena injusta e injustificable. Todos los cargos contra ella son falsedades, fabricaciones de un régimen narcocomunista. Muchos otros bolivianos patriotas corrieron la misma suerte.
Lo que tampoco sabrán es que un día más tarde llegaba a Bolivia el expresidente del gobierno de España, José Luís Rodríguez Zapatero.
Se equivoca quien piense que acudía para pedir la libertad de Añez y de los cientos de presos políticos que tiene ya en su deriva dictatorial y criminal el régimen de Luis Arce.
Delcy es una criminal narcotraficante proscrita en Europa, vicepresidente del asesino Nicolás Maduro y muy requeteamiga del gobierno español
No, Zapatero acudió a Bolivia con Delcy Rodríguez, la de las maletas que no sabemos cuántas veces y en qué número y por cuántos aeropuertos y puertos han llegado a España en los últimos años.
Delcy es una criminal narcotraficante proscrita en Europa, vicepresidente del asesino Nicolás Maduro y muy requeteamiga del gobierno español. Lo que tienen Sánchez, Zapatero, Borrell y demás socialistas con Delcy parece mucho más importante que el amor.
También estaba con ellos el símbolo de la corrupción narco que es el expresidente colombiano Ernesto Samper y algunas otras glorias del Grupo de Puebla y Foro de Sao Paulo, la multinacional de la simbiosis entre movimiento comunista y crimen organizado explotador del narcotráfico.
Zapatero y su ilustre compañía habían llegado en una misión de buena voluntad, si eso es posible en gente de esta catadura, una misión de reconciliación o paz entre los suyos. Y es que en Bolivia se ha desatado una guerra entre el expresidente Evo Morales y el presidente Luis Arce.
Fueron amigos y Arce fue ministro de Morales, pero el poder tiene estas cosas. Ambos quieren mandar en el Movimiento al Socialismo (MAS) y ambos quieren controlar los negocios que aún tiene un país que se hunde en la bancarrota, en la incompetencia de sus gobernantes y en el crimen. Los negocios son las minas y la cocaína. Y poquito más.
Lo importante es desde luego el arma principal de expansión de todo el movimiento totalitario comunista en el subcontinente que es la cocaína. Que sufra todo el pueblo boliviano cada vez más y malvivan y mueran sus presos no es lo que preocupa a esta banda reunida allí.
Lo que preocupa al Grupo de Puebla es que las guerras entre los suyos perjudican mucho al negocio
Lo que preocupa al Grupo de Puebla es que las guerras entre los suyos perjudican mucho al negocio. Bolivia es un país clave en la expansión masiva del negocio cocalero y el narcotráfico.
No sabemos si han tenido éxito en su labor de mediación los dos Rodríguez, Zapatero y Delcy. Sabemos también que a Delcy, vicepresidente del régimen hoy más asesino y torturador de América, los presos políticos no le conmueven.
Dicen que a Zapatero tampoco y eso que sabe de ellos porque lleva ya una década al servicio de su amigo el asesino Maduro en todo tipo de asuntos siempre rentables, pero nunca honorables.
Jeanine Añez, como presidente constitucional interina, había entregado en transición impecable el poder a Luis Arce en una ceremonia en presencia del Rey Felipe VI el 8 de noviembre de 2020.
Pocos meses tardó el nuevo presidente en detener a su antecesora y a muchos otros que habían cumplido con su deber en la violenta crisis de noviembre de 2018 tras el intento de fraude electoral del comunista y narcotraficante Evo Morales y su posterior huida ante el levantamiento popular.
Si repugnante es el papel de Zapatero, no ya en su visita a Bolivia de esta semana, sino en toda su existencia desde el 11M y desde luego en su muy turbio papel como conseguidor para los peores criminales hispanoamericanos, hay que calificar de despreciable también el silencio en este aniversario de los responsables de la Organización de Estados Americanos y la Unión Europea, Luís Almagro y Josep Borrell.
Últimamente Borrell solo parece dedicado a insultar y difamar a Israel asumiendo una vez más ese papel de defensor del régimen de Irán y sus títeres en Gaza y Líbano
Porque fueron la OEA y la UE las organizaciones que avalaron que Añez asumiera la presidencia al negarse los anteriores en rango. En los tres pasados años no hemos oído ni una vez a Borrell exigir la libertad de Añez y de los presos políticos bolivianos. Últimamente solo parece dedicado a insultar y difamar a Israel asumiendo una vez más ese papel de defensor del régimen de Irán y sus títeres en Gaza y Líbano.
Josep Borrell es otro que como Zapatero ha sucumbido a los encantos del Foro de Sao Paulo y ha hecho campaña en favor de todos sus candidatos a lo largo de los vergonzosos años en que ha llevado la supuesta representación de la política exterior de la UE.
Todos ellos son enemigos de la libertad, todos ellos vinculados con los grandes cárteles de las FARC, el ELN, el gobierno y el ejército venezolano, los cárteles mexicanos socios de López Obrador y hoy dueños de medio Ecuador.
Todos ellos han tenido el apoyo oficial de la Unión Europea gracias a Borrell, al gobierno español y al PSOE, absolutamente entregado al Grupo de Puebla en todos sus intereses.
Con especial obscenidad en la protección y subvención de la dictadura cubana con dinero europeo.
Todos estos tristes y lamentables hechos tendrían al menos un efecto positivo si llevaran a los españoles a entender el verdadero carácter de las fuerzas que gobiernan bajo Sánchez.
Y a reflexionar sobre el colosal peligro de esta invasión hacia Europa a través de España del crimen organizado iberoamericano con sus banderas ideológicas, un plan ya forjado en su día por Fidel Castro y Hugo Chávez, que comenzó hace veinte años y hoy es una realidad.
Porque si los socialistas españoles tienen tantísima afinidad con los asesinos y torturadores con los que se sientan, viajan y comparten maletas, no debería sorprendernos que algún día traten a los españoles como están tratando a cubanos, bolivianos, venezolanos o nicaragüenses.
Y si ahora viene alguien y dice que en Europa eso no es posible yo respondería que en la Europa del siglo XXI ya es todo tan posible como en el XX.