Pseudoperiodismo y pseudodemocracia
Hubo un tiempo en que se sabía que el verdadero periodismo era publicar lo que el poder no quería ver publicado
Muchas escenas dan mucha vergüenza hoy en España. Todos los días nos suministran imágenes que parecen montajes para generar humillación y bochorno a los españoles. Empezando por cualquier aparición de la presidente del Congreso, Francina Armengol. Pero una de las que deberían generar además de vergüenza mucho espanto es sin duda una que se ha repetido en la que se ve en la sala de prensa del Parlamento a un periodista joven hacer una pregunta a un responsable del gobierno. O a ese personaje grotesco y por desgracia representativo de los suyos que es Pachi López. Y acto seguido se ve a la mayoría de los colegas levantarse tras oír al político interrogado espetar cualquier descalificación, insulto o impertinencia al periodista que ha hecho la pregunta.
Todos a una obedecen el dictado del político que declara cerrada la conferencia de prensa con el acto de desprecio a un colega al que ninguno de los otros periodistas apoya ni asiste. Cuando la última pregunta, la del despreciado, por ser la más incómoda, es siempre la más pertinente de todas. Antes de esta escena y durante probablemente media hora, uno tras otros los periodistas han hecho las preguntas que el político esperaba y que ellos traían de encargo y algunos habrán ayudado al miembro del gobierno a colocar mejor el mensaje en sus términos apetecidos.
Ahora el gobierno «pide amparo» a las Asociaciones de Periodistas para que estos protejan al ejecutivo de los que llama «pseudomedios». Para entendernos, «pseudomedios» son los que tienen a esos periodistas solitarios que son los que hacen las preguntas que no gustan. Hubo un tiempo en que se sabía que el verdadero periodismo era publicar lo que el poder no quería ver publicado. Hoy el periodismo de la mayoría es publicar lo que dicta el poder para que la empresa pueda saber que recibirá su parte del pastel de dinero público para pagar a la plantilla y permitirse alguna alegría. Pero además es denunciar, acusar y acosar a los colegas que tienen aquel concepto del periodismo de preguntar al poder lo que este no quiere oír y denunciar todo aquello que el poder quiere esconder.
Así, el periodismo oficial ya ha pasado de muchos años de ser una bandada de loros que repite lo que dicen sus amos a ser una banda de chivatos del poder que lo ayudan en la represión, en las represalias y las amenazas a aquellos periodistas que no hayan caído tan bajo como ellos y a aquellas fuerzas políticas que no sean ni poder ni oposición consentida y controlada.
Abolido el honor, hay programas de televisión en los que se compite por ser el más chivato, rastrero y canalla en la exigencia de sumisión total a los mensajes del gobierno. Si esto es una bajeza y una infamia siempre, más aun lo es cuando se ejerce como delatores y cómplices de un gobierno golpista aliado a todo tipo de fuerzas enemigas de la democracia y de la nación. Los actos de indignidad se multiplican. Ahí están las asociaciones que se crearon para proteger a los periodistas frente al poder, regañando por orden del poder a periodistas.
La Asociación de Periodistas Parlamentarios que es la Asociación de Parodistas de Periodistas de un parlamento que por lo demás ya no existe en su acepción democrática, dio recientemente muestra de la abismal degeneración a la que me refiero en un evento que define al régimen, a sus loros y también a sus lacayos. Allí premiaron por simpática a una mujer que no hace tanto usaba un periódico para decirle a los asesinos por dónde deberían ir los tiros. Y los tiros iban por allí. ¿Pero quién se acuerda ya hoy de los muertos que enterraban los pachilópeces por las mañanas después de haber estado de cenas «jatorras» en caseríos negociando paces entre peces y chuletones con quienes los mataban?
Estas bandas que cada vez son más que plumillas fregonas de un gobierno que vive única y exclusivamente de y para la mentira, el abuso y el saqueo fiscal, recuerdan cada vez más a aquella Asociación de Escritores Soviéticos que tan maravillosamente describía Mijail Bulgakov en «El maestro y Margarita». No solo en España tenemos una prensa ya convertida en servidumbre de bajo precio, con algunas excepciones como este diario que tiene la independencia de su solvencia y me permite publicar esta reflexión.
En Alemania, todos los medios nacionales que en su día tuvieron reputación, dignidad y compromiso por la verdad se humillan convirtiendo una pseudo notica de un oscuro medio sobre una reunión privada de gentes de derechas incluido algún miembro de la AfD, un encuentro informal para intercambio de opiniones donde alguno tuvo algún comentario subido de tono sobre cómo combatir la inmigración, en una conspiración terrorífica que comparaban nada menos que con la Conferencia del Wannsee nada menos en la que la cúpula nazi decidió el exterminio de los judíos europeos. Hablaron de deportaciones, cosa que han hecho el francés
Macron y los políticos alemanes en general. Pero aquí es una conspiración monstruosa según toda la prensa. Esto no es solo trivializar monstruosidades. Es una prueba más de que la socialdemocracia europea, bajo las siglas que sean -porque en Polonia es bajo un presidente Donald Tusk- que es del grupo del PP europeo, está en plena ofensiva por tener a toda la prensa sometida y cerrar las fisuras que pueden permitir que surjan mensajes alternativos. Y la verdad, que es a lo que más se teme.. Y si los medios no se someten, se asaltan físicamente como pasó en Varsovia hace unas semanas.
Se trata de no dejar resquicio a la verdad porque el mensaje unificado y sin fisuras debe ser el del combate contra esas fuerzas nacionales y conservadoras de verdad, no de pariré electoral, que en todos los países europeos ganan en vitalidad a diario. Y ante las elecciones del 9 de junio está cundiendo el pánico en muchas capitales y ya no les da vergüenza nada. En España pide el gobierno que las asociaciones de la prensa blinden sus mensajes frente a algún intrépido periodista con ganas de saber la verdad.
En Polonia el nuevo gobierno que ha llegado al poder gracias a la masiva injerencia de Bruselas y Berlín y de la agitación de los medios de propiedad alemana que los ilusos del anterior gobierno polaco no supieron combatir o contrarrestar, trata de criminalizar a los conservadores que han gobernado ocho años con mucho éxito y pocas relaciones públicas ni maña mediática. Y todos a inventarse como en Alemania la vuelta del nazismo o del fascismo cuando lo que tienen enfrente es a unas sociedades hartas de mentiras, de fracasos y de ideología que los hace cada vez menos libres y más pobres. Y se organiza en los partidos nacionales conservadores para hacer frente y frustrar los planes en Davos que pretenden convertir a los europeos en súbditos de un megaestado socialista con los mismos derechos de los chinos y los mismos controles chinos, porque resulta más barato y daña menos el planeta.
Estos planes, que hace unos años creían ya plenamente encauzados y sin contestación ninguna, empiezan a resquebrajarse por la resistencia masiva en las naciones que toman conciencia de la amenaza y están dispuestos a hacerla fracasar. Y para ello lo imprescindible es dejar de escuchar a los periodistas chivatos y atender a las preguntas de los marginados.