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AnálisisAquilino Cayuela

¿Por siempre jamás? Hacia un quinto mandato de Vladimir Putin

El poder de Putin agita y mueve todos los elementos desestabilizadores en Europa e Iberoamérica, principalmente la extrema izquierda

Mujeres posan frente a un mural del presidente ruso Vladimir Putin, tras votar en las elecciones presidencialesAFP

Los resultados de las elecciones rusas (15-17 de marzo de 2024) no van a ser ninguna sorpresa: Vladimir Putin está a punto de ser confirmado como presidente de Rusia. Los rusos están llamados a votar a su candidato único, el presidente Vladimir Putin que será perpetuado una vez más en su cargo.

Los observadores políticos occidentales apreciamos que estas elecciones no están siendo libres y justas y que se ha hecho lo posible para garantizar el resultado deseado. Son 112,3 millones de personas quienes podrán emitir su voto en el vastísimo territorio ruso. Los expertos suponen que el actual Gobierno espera aún más apoyo que en 2018, cuando recibió algo menos del 77 % de los votos. El instituto estatal de estudios de opinión Wziom pronostica un 82 % de votos a favor de Putin.

En 2012, Vladimir Putin, tras cuatro años como primer ministro, y dos etapas anteriores de presidencia, se convirtió en presidente de Rusia y se ha mantenido hasta el presente. Sus mandatos han estado marcados, primero, por una etapa de complacencia pública e indiferencia. La complacencia floreció cuando la economía rusa se expandió entre 2000 y 2008, en los primeros ocho años de la presidencia de Putin, permitiendo el ascenso de una clase media rusa. La indiferencia, vino más tarde donde, paulatinamente, se fue desalentando la participación pública en la política y, a su vez, aumentando un autoritarismo progresivo del régimen.

Entre 2014 y 2022, la Rusia de Putin ha entrado en momento asertivo hacia el exterior con la anexión de Crimea, la intervención en Siria, las guerras del Donbás y, finalmente la ocupación de Ucrania. Algo nuevo, que ha realzado la autoridad y fortalecido su régimen autoritario, en un extensísimo país, parcialmente movilizado para la guerra.

En esta larga etapa de poder, Putin ha perseguido dos objetivos distintos.

El primero ha sido crear una vasta maquinaria de represión, eliminando cualquier fuerza interna que se le oponga o que tenga potencial para hacerlo. Este proceso ha supuesto el asesinato de periodistas, la detención de oligarcas insuficientemente leales y la persecución de cualquier alternativa política viable a Putin. El político liberal Boris Nemtsov fue asesinado frente al Kremlin en 2015. El activista político Vladimir Kara-Murza lleva encarcelado desde el inicio de la guerra en Ucrania. Y tras mostrar un coraje político inquebrantable, el líder de la oposición Alexéi Navalni murió, a los 47 años, en una colonia penal del Ártico ruso. Navalni ya había sobrevivido a un intento de asesinato por envenenamiento, en 2020.

El otro objetivo de Putin ha sido privar a la mayoría de los rusos de poder imaginar un futuro sin él. Ha construido una narrativa importante y, de alguna manera arraigada en el pueblo ruso, fundamentada en una mirada de sospecha hacia Occidente. Las ideas occidentalizantes están corrompidas y corrompen. Sin embargo, el pueblo ruso es legítimo heredero de Bizancio y de la límpida e incontaminada tradición cristiana oriental. Asimismo, su mensaje victimiza la injusta y humillante descomposición de la Unión Soviética por parte del mundo occidental tras la Guerra Fría. Putin promete recuperar una gran Rusia, tanto la de la tradición, como la de los logros e influencias soviéticas frente a un Occidente vacío y corrupto, que impone sus criterios democráticos decadentes.

Putin ha privado a la mayoría de los rusos de poder imaginar un futuro sin él

Este mensaje cala mucho más de lo que a los políticos liberales de la Unión Europea y Estados Unidos les gustaría. Incluso en la Europa occidental, el descontento por percibir un ocaso democrático aferrado a ideologías multicolores e izquierdistas causan un profundo malestar.

Con todo no nos engañemos, algunos lo hacen viendo en Putin un baluarte de la cristiandad y lo valores tradicionales. No es cierto. El poder de Putin agita y mueve todos los elementos desestabilizadores en Europa e Iberoamérica, principalmente la extrema izquierda. No hay más que entrar en los medios y redes potenciados por Rusia.

El poder de Putin agita y mueve todos los elementos desestabilizadores en Europa e Iberoamérica

¿Cómo es imposible contrarrestarle hoy? Incluso, ¿será imposible contrarrestarle mañana? El poder de Putin parece limitado sin oposición política y en la cima de su fuerza. ¿Estará por siempre jamás? ¿Putin «forever»?

El sentimiento imperante del poder de Putin proporciona a muchos rusos una sensación de estabilidad; es la continuidad política que mejor conocen. Solo para una minoría, induce a la desesperación o a la rabia. Si seguimos con atención el discurso del Kremlin afirma, no sin justificación, que Rusia ha ganado la partida en el campo de batalla; que fuera del Occidente liderado por un polarizado Estados Unidos y una UE debilitada, la opinión pública simpatiza más con la posición rusa.

La economía rusa está muy bien, a nivel externo, porque ha ganado liderazgo junto a China en el amplio Sur Global y porque ha causado la gran fractura para situar un mundo multipolar. También, a nivel interno, porque la posición de Putin está reforzada por el bajo nivel de desempleo y el aumento de los salarios. Por eso, a los ojos de su público nacional, Putin ha superado una prueba importante: se ha enfrentado a Occidente, desafiando sus críticas, sus sanciones y su ayuda militar a Ucrania. Esta proyección de fuerza exige que Moscú consolide sus victorias en el campo de batalla.

Los reales enemigos de Putin son tres: la edad, la salud y que, si su Ejército fracasase en Ucrania, su posición podría ponerse en entredicho. En cualquier caso, Putin no será «para siempre».