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Antonio Ledezma

El chavismo y la venganza entre mafias

Se ha desatado en el chavomadurismo una lucha cainita desatada por el control de los recursos mal habidos y de los hilos del poder político en Venezuela

El dictador venezolano Nicolás MaduroAFP

Analizando a Nicolás Maduro es posible concluir que siempre ha sido un personaje mediocre, con insondables limitaciones, que no tiene ni el carisma ni la audacia de su mentor Hugo Chávez, menos las habilidades para llevar adelante planes guerreristas, como los que hicieron de Joseph Stalin un guerrero temido en esos campos de confrontaciones, especialmente en tiempos de la Segunda Guerra Mundial finalizada en 1945.

Pero, eso sí, de ambos refleja la falta de escrúpulos a la hora de acometer actos sanguinarios.

Hugo Chávez no titubeo al momento de darle la espalda a sus compañeros de armas en aquel idílico juramento bajo la sombra del samán de Güere en la ciudad de Maracay.

Sobre el destino de aquellas clamorosas proclamas revolucionarias pudiera darnos cuenta el comandante Jesús Urdaneta Hernández, uno de los militares embaucados por Chávez con sus falsas promesas de redimir al pueblo encarnizado de Venezuela.

Ya sabemos cómo terminó, apresado y muerto, su compadre, el general Isaías Baduel y el trato que le dio Maduro a su represor estrella, general Miguel Rodríguez Torres.

Partiendo de esos rápidos datos, es posible asegurar que en lo que sí se asemejan Maduro y Stalin, es en la condición de éste como comisario político en el Ejército Rojo, desde donde logro sofocar y purgar a todos los grupos que le hicieran sombra o peso dentro de la estructura del partido comunista.

Un ejemplo para comprender esa escalada es el caso específico del asesinato de León Trotski en México en 1940.

Posteriormente los sucesores de Stalin prosiguieron con la cacería política, con el llamativo hecho de los 1.966 delegados del XVII Congreso del Partido Comunista celebrado en 1934, 1.108 fueron arrestados y encarcelados para ser ejecutados en la mayoría de casos.

En Cuba, Fidel Castro, el 13 de julio de 1989, ordenó el fusilamiento del general Arnaldo Ochoa, reputado héroe de la revolución castrista, que mostraba su pecho adornado de las más codiciadas condecoraciones, antes de ser atravesado de las municiones disparadas por órdenes de su mentor.

El mismo destino de Ochoa tuvieron el coronel Antonio de la Guardia, el mayor Amado Padrón y el capitán Jorge Martínez, a todos los paso Fidel Castro por las armas con el pretexto de estar involucrados en de tráfico de drogas, vista la llamada Causa 1.

En Nicaragua, la trituradora manipulada por Daniel Ortega ha funcionado y así tenemos a líderes históricos del sandinismo ahora desterrados por órdenes de la actual pareja presidencial que, como lo hacía en sus mejores tiempos Joseph Stalin, Fidel Castro y ahora Nicolás Maduro, hablan de «la paz y del amor», a la vez que van secuestrando, torturando y asesinando a los disidentes políticos, aunque sean de sus propias raíces.

En Venezuela, Nicolás Maduro tiene una colección de Ministros del Petróleo y jefes de la estatal petrolera PDVSA, perseguidos o muertos.

La detención del zar petrolero

Digo esto porque para cualquier desentendido de la historia de lo que realmente sucede en la actualidad en Venezuela, pudiera ser sorprendido por la noticia que da cuenta de la reciente detención del zar petrolero de la revolución, Tareck El Aissami.

Pues bien la verdad es que ese es un caso más que se suma a la persecución entre los miembros de esas mafias que se pelean por el botín y por las cuotas de poder entre ellos mismos.

Todos los presidentes de Petróleos de Venezuela (PDVSA), a excepción del general Guaicaipuro Lameda, quien a tiempo se rebeló por no aceptar las ordenes de Hugo Chávez de suministrarle gratuitamente el crudo venezolano a Fidel, están perseguidos, detenidos o muerto.

Rafael Ramírez, el creador de la «PDVSA roja, rojita», está en la mira de Maduro desde que murió Hugo Chávez.

Nelson Martínez murió encarcelado por órdenes de Maduro y Eulogio del Pino, permanece entre rejas, también a merced de su «camarada» Nicolás Maduro. Ninguna de esas medidas buscaba parar el derrape, simplemente que no se estaba haciendo el reparto debido del botín.

Pues bien, la verdad, más bien, es que la única que pudiera garantizarles garantías a todos esos personajes, es la mismísima María Corina Machado, para quien es un compromiso irrenunciable reestablecer el Estado de Derecho en Venezuela, y así evitar linchamientos judiciales de quienes se tendrían que verse rindiendo cuentas en los estrados de los tribunales de la Republica.

La verdad es que quien los está ejecutando es el propio Maduro dentro del país, como consecuencia de una lucha cainita desatada por el control de los recursos mal habidos y de los hilos del poder político.

Otra gran mentira que se pone al descubierto, es que ese lloriqueo para tratar de colocar su narrativa, de que la «crisis de servicios es causada por las sanciones», se viene abajo al quedar, una vez más evidenciado, que la verdadera razón de la catástrofe humanitaria que se sufre en Venezuela, son el saqueo, la desparramada corrupción y el pésimo desempeño al frente de la administración pública.