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María Solano
María Solano

Nueva Caledonia en estado de alarma: otro ejemplo de fallido proceso de independencia

Las revueltas de estos días tienen que ver con las complicadas negociaciones que se estaban llevando a cabo entorno a la confección del nuevo censo electoral

Actualizada 14:34

Una columna de humo se ve durante la noche en Numea, capital de Nueva Caledonia

Una columna de humo se ve durante la noche en Numea, capital de Nueva CaledoniaCortesía

En las antípodas de España, este pequeño archipiélago paradisíaco con menos de 300.000 habitantes lleva tres días en alerta por los ataques indiscriminados de un violento grupo de partidarios de la independencia de Francia. La decisión de seguir siendo franceses se ha votado ya en tres ocasiones y, aunque por poco, el sí siempre ha ganado sobre el no.

Ana, nombre ficticio por motivos de seguridad de una española afincada en Numea, capital de Nueva Caledonia, prácticamente no ha conciliado el sueño en los últimos días. Madre de tres hijos muy pequeños, vive en este aislado lugar de Oceanía donde está destinado su marido. Experimentada en situaciones de riesgo que ha vivido en otros lugares mucho más peligrosos del globo, no esperaba en absoluto que los días más complicados de su familia los fuera a vivir en esta casi aburrida isla que forma parte de los territorios franceses de ultramar, es decir, es Francia a todos los efectos: colegio, sanidad, cultura... Y, sin embargo, desde el 13 de mayo, viven con la mochila preparada por si tienen que salir todos corriendo, han buscado vías de escape desde su casa hacia lo alto de la montaña por el jardín de unos vecinos y tienen un plan B en casa de otra vecina que cuenta con un bunker por si la violencia arrecia.

«Es horrible lo que está ocurriendo», cuenta Ana consternada a El Debate por WhatsApp. Desde las ventanas de su casa se ven incendios cada vez más cercanos y ha podido tomar las fotografías que ilustran este texto, con barricadas fabricadas con todo lo que los vecinos tenían a mano para intentar frenar el avance de los insurgentes. «Nosotros hemos donado una gran mesa de jardín. Nos organizamos entre todos los vecinos. Esta mañana les hemos bajado algo de desayuno y todos se ofrecen para ayudar como pueden, como llevar comida a los que mantienen las defensas».

Barricadas improvisadas construidas en las calles de Numea para impedir el avance de los insurgentes

Barricadas improvisadas construidas en las calles de Numea para impedir el avance de los insurgentesCortesía

Cascos de moto, palos, cualquier cosa que pueda servir de escudo, algunas armas… los vecinos de este tranquilo barrio residencial no esperaban convertirse de la noche a la mañana en defensores de sus familias y sus casas. «Hay médicos, consultores, padres a los que conocemos, personas normales y corrientes con las que solemos tomar café». Si han decidido salir a protegerse es porque el exiguo equipo de la gendarmería no da abasto con la magnitud del problema. Y, aunque hay tropas en una base militar francesa, el Gobierno no ha podido utilizarlas hasta este momento porque no había decretado el estado de emergencia desde París, que ha sido anunciado ayer miércoles 15 de mayo. Hasta ahora los militares sólo han estado protegiendo el área del aeropuerto. Habrá que ver cómo se desarrollan los acontecimientos.

El origen del conflicto

El origen del problema está enquistado desde hace décadas y es de muy difícil solución. Nueva Caledonia es uno de los muchos territorios colonizado por los franceses que debía someterse a un referéndum de autodeterminación. La mayoría de las colonias optaron por la independencia, pero algunas poblaciones, como Guadalupe y Martinica, decidieron permanecer dentro de Francia como una provincia más porque consideraban mayores los beneficios de seguir siendo franceses. Sin embargo, en el momento de la independencia del archipiélago de las Comores, tres de las cuatro islas se independizaron y una no aceptó el resultado y sigue siendo francesa.

El caso de Nueva Caledonia se había regulado con los Acuerdos de Numea firmados en 1998. Incluían la celebración de tres referendos con un censo de población que recogiera el de los habitantes que estaban allí antes de que se iniciase el proceso de independencia y sus descendientes, pero no permitía votar a los numerosos recién llegados.

Los dos primeros referendos se celebraron sin demasiados problemas y la adhesión a Francia ganó, aunque por un pequeño margen. Los problemas se agravaron con el tercer referéndum, celebrado en 2021, en plena crisis de la pandemia, que había afectado especialmente a la población kanaka, la autóctona local. Los kanaka boicotearon la votación y no participaron en ella. Los resultados dieron por tercera vez la victoria a los partidarios de seguir perteneciendo a Francia. Pero los independentistas no aceptaron el resultado.

Las revueltas de estos días tienen que ver con las complicadas negociaciones que se estaban llevando a cabo entorno a la confección del nuevo censo electoral. Los independentistas querían utilizar este elemento del censo como baza clave en la negociación, tal como ha ocurrido desde 1975 con el malogrado proceso de autodeterminación del Sáhara Occidental y la falta de acuerdo sobre el censo de electores.

El estallido de violencia

¿Por qué estallan ahora las revueltas y por qué son tan violentas? Una amalgama de factores socioeconómicos ha servido de combustible para que prendiera la mecha. En primer lugar, los años post covid han sido muy difíciles en toda la región, con una economía muy deteriorada y dependiente de Francia.

Además, el territorio, que vivía de manera mayoritaria de la minería, está viendo como las grandes empresas extranjeras inversoras en la extracción de minerales están abandonando el país por su baja rentabilidad. Como consecuencia, aumentan las cifras de desempleo entre la población más desfavorecida, la que trabaja en las minas, muchos de ellos jóvenes partidarios de la independencia.

Como ha ocurrido con los actos violentos en otras regiones con procesos independentistas o identitarios, el volumen de personas dispuestas a usar la violencia es significativamente pequeño, pero suficientemente activo como para generar verdaderos problemas entre la población. «Han quemado el Decathlon y el Carrefour, distintos edificios públicos, varios concesionarios y muchos coches en las calles -nos relata Ana-. La escasez de comida empezará a ser un problema dentro de nada».

Un concesionario de coches Renault fue calcinado durante las protestas

Un concesionario de coches Renault fue calcinado durante las protestas en NumeaTheo Rouby / AFP

La situación es tan complicada que los propios líderes independentistas están solicitando a sus seguidores que abandonen las calles, pero la espiral de violencia se les ha ido de las manos y los promotores de los altercados avanzan sin control. Nada que ganar, nada que perder, y a eso se le suman alcohol y drogas. «Ayer entrevistaban en televisión a un joven que estaba en las protestas, un chico que se había quedado sin trabajo en las minas del norte y que se había sumado a la causa independentista», relata Ana.

La salida del conflicto

La solución del conflicto en Nueva Caledonia no está nada clara. La composición socioeconómica de la población es extremadamente compleja. Con aproximadamente un 30 % partidarios de la independencia, la mayoría kanakas; otro 30 % de descendientes de los franceses que poblaron las islas, muchos de ellos presidiarios condenados al exilio en el remoto archipiélago; un 10 % aproximado de población asiática, sobre todo vietnamita, traídos para el cultivo de la caña de azúcar; y el resto son expatriados de distintas procedencias, la mayoría franceses. Una parte de estos últimos son los que conforman la disputa por el censo que ha sido la gota que colma el vaso de este problema sin resolver.

Por ahora, la «metrópoli» sólo ha tomado cartas en el asunto para tratar de frenar el brote violento, pero será necesario un largo proceso negociador para desatascar la situación, bien con un nuevo referéndum no previsto en los Acuerdos de Numea de 1998, puesto que sería el cuarto, bien con cesiones a los independentistas para ganar mayor autonomía sin ceder la soberanía. Un escenario que conocemos en España de primera mano y que convierte cualquier paso que se dé en objeto de negociación y presión.

«Ya hay tres muertos –nos dice Ana, preocupada porque en este remoto lugar del mundo no es tan raro tener armas-. Esta mañana nos han dicho que durante la noche llegó a haber contacto físico con los sublevados. Esto está pasando verdaderamente a las puertas de nuestra casa. Una bala perdida puede llegar a una de nuestras ventanas. Ya hemos tenido varios cortes de luz y eso complica las cosas».

Ahora está toda la familia pendiente de las noticias y del grupo de WhatsApp del barrio, preparados para salir corriendo si fuera necesario pero esperanzados en que la potencial tregua de la que se habla se haga realidad. Porque, para salir de este conflicto, el único camino que realmente no conduce a ningún sitio es precisamente la violencia de estos días.

  • María Solano Altaba es profesora en la Universidad CEU San Pablo
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