El debate de Eurovisión: un show televisivo sin hueco para la derecha
El último asalto de los candidatos a presidir la Comisión fue más un concurso con pulsadores y cambios de vestuario incluido
Ursula von der Leyen, Nicolas Schmit, Sandro Gozi, Terry Reintke y Walter Baier. Si pusiéramos en una hoja estos nombres a los cuarenta y tantos millones de españoles y les pidiéramos que dijeran cuáles conocen, serían minoría los que marcarían uno y un porcentaje mucho más alto de lo que se piensan reconocerían que ninguno. Pero uno de ellos determinará el futuro de los próximos cinco años en Europa, donde parece que no hay sitio para la derecha.
Este jueves, con 27 países en directo, se veían las caras en el Parlamento Europeo los principales candidatos a presidir la Comisión. O los que parecían principales para la organización, ya que bien se preocuparon en explicar al principio que no habían sido invitados ni ECR (el grupo de Vox y Meloni en Europa) ni ID (el de Salvini) porque no tenían un cabeza de lista. La razón puede ser esa o la corrección política, ya que está bien visto censurar a la derecha porque esos grupos «no son democráticos», como piensa el candidato socialista Nicolas Schmit.
Sin todas las fuerzas, más que un contraste de argumentos, el debate fue un programa de televisión, un quiz show que bien podría haber ocupado el prime time de Antena 3. Candidatos que salen a la palestra saludando al público, cuchicheos entre pregunta y pregunta… y grupis repartidos por el hemiciclo para aplaudir o abuchear en función de lo que tocara en cada momento. Incluso disponían de un pulsador para hablar cuando les diera la gana, como quien pide el turno para responder a la pregunta del millón de euros.
Era el debate de Eurovisión. Y como tal no podían faltar los guiños al Festival, con conexiones en directo con diferentes países, como si fueran a dar los 12 puntos a Malta. No había hueco para los 27 pero sí para 7, entre ellos España, para que preguntaran a la candidata de los Verdes por el cambio climático. Pura Agenda 2030. Terry Reintke, que o se creyó Taylor Swift o se tiró el café encima antes de empezar, porque llegó vestida de blanco y salió de verde y negro, se comprometió a luchar por una Europa ecológica para buscar el aplauso fácil de la gradería.
Se habló de Israel y de Ucrania, que poco o nada tenían que ver con la UE, del paro, de inmigración y de tecnología, todo ello salpicado por unas pequeñas entrevistas a los candidatos. Sin ellas no habríamos sabido nunca que el liberal Sandro Gozi fue DJ y que ha corrido 37 maratones, que a Von der Leyen le gusta Hugh Jackman y que Terry Reintke es experta en crucigramas. Datos claramente imprescindibles para decantar el voto. Eso sí, le daban ritmo al debate.
Y en eso consistía. Porque es complicado que los ciudadanos enciendan la televisión para escuchar la opinión del socialista Nicolas Schmit sobre la economía de la UE; o para saber lo que piensa el líder de la Izquierda Walter Baier sobre Defensa, pero si todo eso lo encubren bajo un manto de show televisivo, a lo mejor consiguen que alguno no se olvide de votar y la participación el 9 de junio supere al fin el 50 %. Pueden tomar nota en RTVE para las elecciones que Sánchez convocará cualquier día de estos.