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Narendra Modi celebra su victoria electoral

Narendra Modi celebra su victoria electoralAFP

Modi tendrá que moderar su nacionalismo tras su victoria electoral

El primer ministro de la India ha ganado claramente las elecciones, pero muy lejos de la mayoría absoluta que le prometían las encuestas: deberá inaugurar una nueva era sin polarizaciones ni exabruptos

Narendra Modi, primer ministro de la India y líder de la formación nacionalista Bharatiya Janata (Bjp) estimó oportuno, menos de una semana antes del recuento final de las elecciones, denigrar a toda la historiografía de su país –y a parte de la planetaria– al afirmar que, antes de la película de sir Richard Attenborough, casi nadie sabía nada acerca de la figura del mahatma Gandhi.

Una afirmación que no resiste la más mínima verificación objetiva de los hechos, pero que ha permitido al mandatario seguir por la senda de las provocaciones que polarizan y dividen a la opinión pública.

Daba lo mismo, sin ir más lejos, que Modi intentase recuperar en beneficio propio la figura de Gandhi cuando en sus años mozos militó en la Organización Nacional de Voluntarios, un grupo paramilitar de la que anteriormente había formado parte el hombre que asesinó a Gandhi.

Esta salida es la más reciente de una larga lista de provocaciones con las que Modi obsequiaba, con cierta frecuencia, a sus compatriotas. Un estilo que le otorgó importantes réditos electorales durante una década.

Sin embargo, se desprende de los resultados de las últimas elecciones que una nada desdeñable porción de votantes se ha hartado de su estilo y, también de sus políticas.

El Bjp ha vuelto a ganar sus terceras elecciones consecutivas, pero sin alcanzar no solo la mayoría absoluta, sino también el ansiado umbral de los 400 escaños en el Lok Sabha, la cámara baja del Parlamento indio.

Con el recuento prácticamente finalizado, el Bjp ha obtenido 240 escaños de los 292 de la Alianza Nacional Democrática –coalición en la que está encuadrado su partido–, muy lejos de los 303 que logró el partido en 2019.

El Lok Sabha está compuesto por 543 escaños. Es decir, que la Alianza conserva la mayoría absoluta, por lo que es prácticamente seguro que Modi continuará como primer ministro, si bien sus socios de coalición –principalmente, una ristra de formaciones regionalistas– elevarán el tono de sus exigencias. Por ejemplo, en lo tocante al reparto de puestos, empezando por la presidencia del Lok Sabha.

Una inesperada fragilidad que ha despertado el apetito de la principal formación de la oposición, el Partido del Congreso, cuyo líder Rahul Gandhi, heredero de la célebre estirpe, ha barajado la posibilidad de convencer a aliados de Modi para que apoyasen un hipotético gobierno de su candidato, Mallikarjun Kharge. Modi ha salido al paso, afirmando que sería una violación de la Constitución. Nada menos.

Una declaración contundente que, en todo caso, no oculta la decepción de Modi. Pormenorizando los resultados, se descubre que el Bjp ha obtenido menos votos que en 2019 en todos los estados menos en dos, el Gujarat natal de su líder y Madhya Pradesh.

Este nuevo escenario obligará a Modi a un amplio reposicionamiento político. De entrada, ya no le será posible agudizar su nacionalismo hindú y seguir marginando, por no decir acosando, a los 160 millones de musulmanes que conforman la minoría étnica y religiosa más numerosa de toda la India.

Eso implica una matización de su discurso nacionalista. Los 8 % de media de crecimiento económico anual comprobados en los últimos dos años, así como ser el político con más seguidores en Twitter a lo largo y ancho del planeta –sin obviar a los 97 millones de Instagram– podrían no ser suficientes para tener un mandato tranquilo.

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