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Cristina Fernandez Kirchner, expresidente de ArgentinaJohn Thys / AFP

Argentina

La «banda de los copitos» se sienta en el banquillo por el intento de asesinato de Cristina Kirchner

Las audiencias se celebrarán todos los miércoles, durante un año, hasta que el juicio quede visto para sentencia. Están citados 300 testigos, incluida la viuda de Néstor Kirchner

La justicia argentina abre este miércoles el juicio por el intento de homicidio a Cristina Kirchner en 2022, cuando un hombre gatilló a centímetros del rostro de la entonces vicepresidenta en un fallido magnicidio que conmocionó a la sociedad y quebró un límite político.

El juicio se centra en los tres imputados -el atacante, su exnovia y el empleador de ambos como vendedores callejeros-, sin ocuparse de supuestos ideólogos o un posible apoyo financiero, pistas que la expresidenta Kirchner pidió que fueran investigadas y que forman parte de una causa paralela.

El abogado consideró de todos modos que será «muy importante para conocer el trasfondo de cómo sucedieron las cosas», algo que espera que salga a la luz durante las audiencias que se desarrollarán cada miércoles en un proceso que puede extenderse hasta un año y que contará con más de 300 testigos, entre ellos la propia Kirchner.

El agresor resultó ser un vendedor de dulces que en la noche del 1 de septiembre de 2022 hizo un disparo fallido a CFK, siglas por las que se conoce a la viuda de Néstor Kirchner, frente a su casa en Buenos Aires, mezclado entre cientos de simpatizantes que acudieron a apoyarla cuando era juzgada por fraude durante su presidencia (2007-2015).

El jefe de la banda

Identificado como Fernando Sabag Montiel, de 37 años, apretó el gatillo dos veces sin que las balas salieran y fue arrestado allí mismo.

Su novia de entonces, Brenda Uliarte, que lo acompañó hasta las inmediaciones del lugar del hecho, fue arrestada días después, al igual que Nicolás Carrizo, empleador de ambos como vendedores de copos de algodón dulce y señalado como posible «planificador».

Sabag Montiel, también conductor ocasional de un servicio de automóviles de alquiler y portador de tatuajes con simbología filonazi, evidenció una personalidad «narcisista» y un discurso «extravagante» con elementos de hostilidad hacia Kirchner, según las pericias realizados.

Por su parte, Uliarte está acusada como «coautora» y señalada como instigadora, mientras Carrizo está acusado de complicidad.

Otras personas que habían sido arrestadas como sospechosas fueron liberadas conforme avanzó la investigación sobre la llamada «banda de los copitos», el grupo de vendedores callejeros de algodón dulce al que pertenecían los imputados.

Tras el atentado, Kirchner recibió mensajes de solidaridad de todo el mundo, incluyendo un llamado diligente del Papa Francisco.

Las dudas y las sospechas

Sin embargo, también hubo un manto de sospecha acerca de la veracidad del ataque, luego despejado por las pericias que confirmaron que el arma era verdadera y tenía balas en la recámara.

En medio de las condenas públicas, adversarios políticos, como la actual ministra de seguridad, Patricia Bullrich, excandidata a la presidencia por la fuerza de derecha Juntos por el Cambio, optaron por el silencio.

Su exjefe de campaña y diputado, Gerardo Milman, es una de las personas que Kirchner pide investigar, luego de que fuese escuchado hablando del ataque antes de que ocurriera. Un peritaje de su teléfono aún sigue pendiente.

Esa y otras pistas sobre el supuesto financiamiento que llevan hasta una empresa de la familia del actual ministro de Economía, Luis Caputo, fueron desestimadas por el tribunal y forman parte de una investigación paralela, pese a que Kirchner pidió integrarlas a este juicio.

«No hay práctica más clara para buscar la impunidad de causas complejas que partirlas en pedacitos. Lo que queda no se investiga nunca más», sostuvo Kirchner en una carta pública cuando la justicia cerró la instrucción y elevó la causa a juicio. «Toda la investigación se caracterizó por evitar conocer la verdad», insistió..

Al día siguiente del atentado, el gobierno declaró un feriado extraordinario y miles de personas salieron a la calle en todo el país para repudiar lo ocurrido, convencidas de que la extrema polarización que dominaba la escena política había traspasado un límite.