Bolivia en el laberinto del 'Socialismo del siglo XXI' ¿Golpe de Estado o autogolpe?
Los hechos tienen lugar en medio de una guerra fratricida entre el presidente Arce y el expresidente Morales por la candidatura presidencial para 2025
Bolivia ha sido el último escenario del surrealismo hispanoamericano con un hecho todavía difícil de encasillar en algún antecedente que conozcamos. Lo único claro hasta ahora es que las rocambolescas imágenes vistas el miércoles se circunscriben a un subproducto del Socialismo del siglo XXI.
El presidente Luis Arce, fue electo democráticamente en 2020 designado por el Movimiento al Socialismo (MAS) 'filial' del Foro de Sao Paulo y como heredero político de Evo Morales, tras ver frustrado su deseo de perpetuarse en el poder mediante un fraude electoral.
En 2022 Arce designó como jefe del Ejército al general Juan José Zúñiga Macías y lo habría destituido 24 horas antes del supuesto intento golpista del miércoles, según confirmó el ministro de Defensa boliviano, Edmundo Novillo. Es decir, Zúñiga no habría actuado como jefe militar, sin embargo, Arce, en su cara a cara con Zúñiga en la casa presidencial le exigía dar la orden de replegar a los soldados a los cuarteles.
Según Novillo, la destitución de Zúñiga se debió a unas declaraciones en las que amenazó con capturar a Evo Morales si este intentaba postularse como candidato presidencial a las elecciones de 2025.
El ministro de Defensa agregó que el militar intentó hablar con Arce antes de su destitución, pero el mandatario estaba ocupado cumpliendo su agenda. De esto se desprendería la hipótesis de que a Zúñiga se le ocurriera tomar una tanqueta y romper la puerta de la sede del Ejecutivo para poder hablar con el mandatario.
Esta versión, que descartaría un típico golpe de Estado, se refuerza con la discusión entre Arce y el militar en un pasillo del palacio presidencial. El mandatario increpó a Zúñiga y le exigió explicaciones por la presencia de los militares. El general –se supone destituido el día anterior– le señala que está acompañado por otros comandantes y le dice que están ahí para expresar la «molestia» existente en las filas militares.
«Lleve a toda la Policía Militar a sus cuarteles», le exige el presidente Arce, que recibe como respuesta una negativa de Zúñiga: «No puede ser eso... tanto deprecio a nuestra lealtad» a lo que el mandatario le replica «¿No me va a hacer caso?» a lo que militar se reafirma «No».
El tono y mensaje de Zúñiga es muy distinto al que usó antes de entrar a la sede del Ejecutivo cuando dijo muy vehementemente: «Vamos a restablecer la democracia y liberar a todos los presos políticos». Tampoco coincide con la versión o confesión expresada cuando lo detuvieron: «El presidente me dijo que la situación estaba jodida y necesitaba algo para levantar su popularidad» apuntando a un autogolpe organizado por el propio presidente socialista.
La hipótesis del autogolpe tendría sentido en el contexto de la guerra fratricida entre Arce y el expresidente Morales por el control del MAS y la candidatura presidencial para 2025. El propio Morales acusó el pasado 5 de mayo a Arce de tener un plan para «prorrogarse» en el poder.
Un autogolpe no sería descabellado, tomando en cuenta que es un recurso contemplado en el libreto del Socialismo del siglo XXI para victimizarse creando un enemigo ficticio, obligar a cerrar filas alrededor del líder, aplastar a todos los adversarios que de otra manera no podrían e impulsar reformas legales que le permitan atornillarse en el poder.
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Ante los confusos hechos, tanto la oposición boliviana como la propia Naciones Unidas ya piden esclarecer lo vivido en la capital boliviana.
El expresidente Jorge Tuto Quiroga señaló en entrevista con el medio Unitel, que «es necesario que el presidente (Luis Arce) recupere la autoridad propia de la investidura presidencial investigando, procesando, sancionando y castigando esta clase de cosas para que no quede la duda de que esto fue un montaje o pantomima que está haciendo (Arce) para salir a victimizarse y buscar cierto respaldo».
Por su parte, el expresidente y líder del partido opositor Comunidad Ciudadana, Carlos Mesa, señaló al medio Telepaís que «uno queda abrumado por la sorpresa porque esto es un sainete o es un mal chiste o es una conspiración o es una alianza entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas, pero por supuesto no soy yo (quien) para decir si el señor Zúñiga miente o dice la verdad».
Incluso los propios socialistas de la facción de Evo Morales dudan de la versión del golpe de Estado y señalan con mayor claridad que la propia oposición que se trata de una autogolpe. El senador del Movimiento Al Socialismo, William Torrez, denunció que fue un hecho planificado y se ejecutó «a petición» del Gobierno Arce y el diputado Héctor Arce agregó: «Casi caemos en este show montado por Lucho Arce, en este autogolpe que planifica, organiza, diseña y ejecuta en coordinación con el general Zúñiga».
La dudas de lo sucedido en Bolivia trascienden las fronteras del país sudamericano. Desde Ginebra, el alto comisionado de la Naciones Unidas para los derechos humanos, Volker Türk, se mostró «profundamente preocupado» por la situación en Bolivia.
«Insto a las autoridades a llevar a cabo una investigación exhaustiva e imparcial sobre las denuncias de violencia y los informes de lesiones», señaló el jefe de derechos humanos de la ONU.
«Los responsables deben rendir cuentas, y las personas detenidas en relación con los acontecimientos deben recibir juicios justos», agregó Türk.
Mientras tanto, Zuñiga señaló el jueves al medio boliviano Unitel su voluntad de declarar ante los fiscales y después hablar con la prensa. Junto al exjerarca militar hay al menos una docena de militares detenidos que deberán ser presentados al juez en las próximas horas en una antesala a un juicio que seguramente dará mucho que hablar en el laberinto que el socialismo ha metido a Bolivia.