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Campaña electoral del candidato presidencial iraní, el ultraconservador Saeed Jalili

Campaña electoral del candidato presidencial iraní, el ultraconservador Saeed JaliliAFP

Elecciones presidenciales en Irán  Los iraníes acuden a las urnas en unas inesperadas elecciones con el miedo a que nada cambie

El régimen de los ayatolás teme una alta abstención que deslegitime los resultados de estos comicios ante la comunidad internacional

Irán celebra, este viernes, unas elecciones presidenciales inesperadas tras la muerte de su presidente Ebrahim Raisí, en un accidente de helicóptero el pasado 19 de mayo. Nada más conocerse el fallecimiento de Raisí, el vacío de poder se cubrió rápidamente y el peso del liderazgo de la República Islámica recayó sobre el vicepresidente primero Mohammad Mokhber. Este descartó alargar su mandato y convocó elecciones para el 28 de junio. La campaña electoral ha sido corta, poco más de un mes. Unos 80 aspirantes se han registrado para concurrir como candidatos, pero solo seis pasaron el estricto corte del Consejo de los Guardianes, de los cuales dos han decidido retirarse a última hora.

Entre ellos, destaca un reformista frente al resto de conservadores. Sin embargo, solo tres parecen tener opciones reales de alcanzar la victoria. Más de 60 millones de iraníes tendrán que decidir en las urnas entre el conservador Mohamad Baqer Qalibaf, el ultraconservador Saeed Jalili y el reformista Masoud Pezeshkian. Entre los temas que más preocupan a los ciudadanos de a pie están los de siempre. La crisis económica, las sanciones internacionales y la falta de libertades, sobre todo en el caso de las mujeres, y origen de los últimos estallidos de violencia social. Raisí acalló, con puño de hierro, las revueltas que pedían más libertades para la mitad de la población, y que exigían acabar con la imposición del velo islámico. La gota que colmó el vaso fue la muerte bajo custodia policial de la joven kurda Mahsa Amini.

La joven iraní fue detenida, en septiembre de 2022, supuestamente por llevar mal puesto el hiyab y falleció, días después, por las heridas de una brutal paliza que le propinó la polémica Policía de la Moral. Este suceso provocó la furia de las mujeres que se lanzaron a las calles, hace ya casi dos años, para pedir el fin del régimen de los ayatolás al grito de «¡Mujer, Vida y Libertad!». Las protestas fueron violentamente reprimidas por la República Islámica y más de 500 manifestantes murieron, según varias organizaciones de derechos humanos. Aún persisten conatos de resistencia contra el régimen. Desde entonces, muchas jóvenes iraníes se niegan a llevar el velo islámico, exponiéndose a ser encarceladas o agredidas en público.

Los últimos meses, previos a la muerte de Raisí, la represión contra el colectivo femenino experimentó un recrudecimiento. La Policía de la Moral volvió a las calles de las principales ciudades como Teherán y ha aumentado la persecución contra las mujeres que no cumplen con el estricto código de vestimenta de la República Islámica. El fallecido presidente de Irán encarnó el ala más dura del régimen. Fiel discípulo del líder supremo del país persa, el ayatolá Alí Jamenei, era un claro candidato a suceder a la máxima autoridad política y religiosa de Irán, que el pasado mes de abril cumplió 85 años. La muerte de Raisí provocó una gran conmoción en el núcleo del poder del país persa, que busca mitigar con estas elecciones.

Los iraníes, sin embargo, quieren pasar página a toda costa. El hastío hacia el régimen es evidente y se plasmó durante las elecciones legislativas del pasado mes de mayo, que registraron una abstención récord. Tan sólo el 41 % de los iraníes acudieron a las urnas, en unos comicios donde se impusieron los conservadores. Ante el temor de que se repita este escenario, el régimen de los ayatolás ha instado a sus ciudadanos a acudir en masa a los centros electorales, ya que la alta participación es la única baza que puede exhibir Irán para dotar de legitimidad a unas elecciones en las que los candidatos son preseleccionados por el líder supremo.

«Una de las cosas que hace que la República Islámica derrote a sus enemigos son las elecciones», prorrumpió Jamenei, este martes, según recoge la agencia de noticias iraní IRNA. Asimismo, la máxima autoridad religiosa del país persa ahondó en la idea de que «la participación baja en unas elecciones, aumentan los reproches de los enemigos, pero cuando hay una alta participación los enemigos se muerden la lengua». Por ahora, las encuestas dan como favorito al ultraconservador Jalili, seguido muy de cerca de Pezeshkian, que aboga por mejorar las relaciones con Occidente y ha criticado públicamente a la República Islámica por su falta de transparencia en la muerte de Mahsa Amini. Las opciones del candidato reformista para vencer en las urnas al ala más dura del régimen dependen de su capacidad para atraer el voto de los desilusionados, aglutinado entre los más jóvenes, que reniegan aún más del régimen desde las protestas de septiembre de 2022. Aún así, no se espera que ningún candidato supere el 50 % de los votos, lo que obligará a los iraníes a votar en una segunda vuelta el próximo 5 de julio.

La oposición en el exilio y los disidentes han pedido boicotear las elecciones, a través de una campaña por redes sociales bajo el hashtag #ElectionCircus –EleccionesCirco–, defendiendo que una alta participación solo legitimará al régimen de los ayatolás. La Premio Nobel de la Paz, la activista iraní Narges Mohammadi, denunció desde la cárcel de Evin, donde cumple condena por «difundir propaganda», que los comicios son una «farsa». «El único propósito de celebrar elecciones para un régimen que cree en la represión, el terror y la violencia como único medio para mantener el poder no es defender la democracia y los derechos del pueblo, sino consolidar el poder y la tiranía», escribió Mohammadi en su cuenta de X, antes Twitter, la semana pasada. Ante este sombrío escenario, Fariba, 30 años, trasmite a la agencia de noticias France-Presse el sentir general de los iraníes: «Sea cual sea el presidente, no cambiará nada en nuestras vidas».

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