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Emmanuel Macron presidente de Francia

Emmanuel Macron presidente de FranciaLudovic Marin / AFP

Elecciones legislativas en Francia

Por qué Macron adelantó las elecciones legislativas y qué está en juego este domingo en Francia

Al convocar elecciones legislativas anticipadas, cuando casi nadie se lo esperaba -empezando por sus ministros-, el presidente Emmanuel Macron no pone en juego su mandato -pues fue (re)elegido para cinco años en 2022-, pero sí hipoteca considerablemente su futuro político y el de su partido, Renacimiento, así como el de sus aliados parlamentarios. Sobre todo, si en la noche del 7 de julio, fecha de la segunda vuelta, la Agrupación Nacional (An) de Marine Le Pen y Jordan Bardella vence por mayoría absoluta; o si se encuentra en condiciones de constituir una mayoría parlamentaria estable.

De los últimos sondeos se desprende que es más probable la segunda hipótesis que la primera. Lo que ya es seguro es que Macron ha puesto un punto final a la segunda legislatura más corta de toda la V República, régimen caracterizado, hasta ahora, por su estabilidad. De momento, la legislatura de menor duración desde 1958 fue la iniciada en abril de 1967, que el general Charles de Gaulle truncó un año y medio más tarde para aclarar una situación política bloqueada tras las revueltas estudiantiles y subsiguientes huelgas de la primavera de 1968.

Al viejo estadista -ya tenía 78 años- le salió bien la jugada pues el partido gaullista y el resto de las formaciones de centro derecha -la minoritaria tendencia gaullista de izquierdas ya era completamente irrelevante- obtuvieron la mayoría absoluta más apabullante desde el final de la Primera Guerra Mundial. De Gaulle había disuelto una primera vez la Asamblea Nacional en 1962, a raíz del éxito de una moción de censura contra su entonces primer ministro, Georges Pompidou.

Las otras disoluciones de la V República fueron las perpetradas por François Mitterrand en 1981 y 1988 para tener una mayoría fiel después de sendas victorias presidenciales y la de 1997, por obra y gracia de Jacques Chirac, seguro que estaba de poder desprenderse de sus adversarios dentro del centro derecha mediante el sufragio universal. El resultado fue exactamente el contrario: cinco años de cohabitación con el primer ministro socialista Lionel Jospin.

Macron podría correr la misma suerte dentro de unos días. Con dos salvedades: la Francia de 1997 era más estable que la de ahora y Chirac y Jospin compartían, globalmente, los mismos objetivos en materia de política exterior y de defensa. Una situación que no se da entre Macron y Bardella. El cálculo maquiavélico del jefe del Estado consiste, en caso de victoria clara de An, en dejar gobernar -y desgastarse- a Bardella durante el año en no puede disolver la Asamblea, volver a convocar elecciones en junio de 2025, que darían, según sus previsiones, una mayoría más «razonable».

Por eso, estos comicios anticipados de los días 30 de junio y 7 de julio dirimirán si Francia se enfrenta a su conflicto institucional más grave de las últimas siete décadas. La herramienta para aclarar posturas es el sistema electoral en vigor, conocido como el uninominal de distrito a dos vueltas.

El sistema electoral

El mapa electoral de Francia está dividido en 577 distritos equivalentes al número de escaños que conforman la Asamblea Nacional, con arreglo a criterios de proporcionalidad demográfica: por ejemplo, la muy despoblada provincia de la Creuse elige a un solo diputado; París, a más de 20. Una provincia de tamaño medio como el Bajo Rin -capital: Estrasburgo-, a 9.

Si un candidato obtiene más del 50 % de los votos emitidos en la primera vuelta y con un número de votos al menos igual al 25 % del número de votantes inscritos, resulta elegido diputado

Los partidos y coaliciones presentan a un candidato por distrito, si bien caben candidaturas disidentes de una misma corriente política o ideológica. Pero se arriesgan a dividir el voto. Si un candidato obtiene más del 50 % de los votos emitidos en la primera vuelta y con un número de votos al menos igual al 25% del número de votantes inscritos, resulta elegido diputado. Es lo que ocurre a candidatos muy arraigados en sus distritos o en distritos de composición ideológica muy nítida. Por ejemplo, en los que abarcan al barrio 16 de París, el más aburguesado de la capital.

La necesidad de una segunda vuelta

Mucho más corriente es el escenario en que se precisa de una segunda vuelta. Para esta última se clasifican, obviamente, los dos candidatos que hayan obtenido más votos; pero también cualquier otro que haya obtenido un número de votos al menos igual al 12,5 % del número de electores inscritos. Esta regla deja abierta la posibilidad de segundas vueltas «triangulares» o «cuadrangulares» en la que los candidatos se juegan la elección casi a la ruleta rusa.

De ahí la importancia de las negociaciones entre ambas vueltas. Tendrán que ser rápidas pues el plazo de candidaturas para la segunda vuelta se cierra a medianoche del martes posterior a la primera vuelta. Cabe la posibilidad de que un candidato se desista en favor de otro para evitar la victoria de un extremista, o que no lo haga para hundir a un adversario, aunque pertenezca al mismo bando.

Sin olvidar la volatilidad de los votantes: por reflejo antiliberal, un votante en primera vuelta de Agrupación Nacional puede decantarse por uno de La Francia Insumisa en la segunda. Es la razón por la que los políticos franceses, tras anunciar sus preferencias de cara a la segunda vuelta, aclaran que no son «propietarios» de los votos de sus votantes.

Un escenario que también obliga a una férrea disciplina en el report des voix, es decir, el traspaso de votos de los votantes del candidato derrotado hacia el candidato clasificado de mayor proximidad ideológica: los votantes de un comunista derrotado en la primera tendrán que votar al socialista en la segunda y así evitar que el distrito pase a la derecha. Es la aplicación práctica de la ley inexorable del sistema uninominal de distrito a dos vueltas: en la primera se elige (al que más gusta ideológicamente), en la segunda se elimina (al más alejado en el plano de las ideas). La suerte está echada.

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