Futuro del Reino Unido
Euforia e incertidumbre entre los británicos que esperan de Starmer acciones rápidas y pragmáticas
El flamante primer ministro británico, Keir Starmer, no tiene tiempo que perder. Pese a que el Partido Laborista regresa al poder en el Reino Unido después de 14 años con un triunfo aplastante sobre el Partido Conservador, que perdió más de 250 escaños, la situación no está para entretenerse en la euforia postelectoral.
La sensación en la calle y que parece haber tomado en cuenta el premier es de urgencia, y no únicamente en dejar la disensión política atrás, sino porque la desafección (cerca del 40% de los votantes no acudieron a las urnas) hacia la clase política es palpable y se refleja también en una cada vez mayor atomización con partidos como el de la Reforma de Nigel Farage, que obtuvo 4 escaños, o los Verdes que lograron otros tantos en su mejor resultado histórico, con cada vez mayor predicamento.
«Me ha dado esperanzas. Creo que es un líder discreto, pragmático que quiere realizar cambios estructurales para el bien del país», manifestó a El Debate Liza Pank, londinense de 40 años quien aseguró que en su barrio Victoria la noche en que se conoció la victoria electoral del Laborismo se escucharon por todo lo alto las muestras de satisfacción.
Menos entusiasmo expresó Ranbir Tajab, un taxista de la capital que pasa buena parte del día entre atasco y atasco o sencillamente resignado ante las huelgas de los diferentes sectores que paralizan el país. A pesar de haber votado por los laboristas, sus expectativas de que un nuevo Ejecutivo vaya a cambiar el panorama social no son muy alentadoras. «Realmente todos los políticos nos mienten. Al menos estos se merecen una oportunidad de demostrar si pueden hacer el cambio que prometen».
El mapa del voto en la capital es prácticamente monocolor rojo, pero en el resto del país se difumina con otros colores nuevos, entre ellos el naranja de los Demócratas Liberales (más de 70 escaños), y el de los Verdes, el de la Reforma, entre otras formaciones, y el azul oscuro de los Tories, que prácticamente dominaban el espectro en los últimos celebrados en 2019.
Esa compartimentación, pese al amplio respaldo parlamentario, obliga al jefe de Gobierno a no defraudar a su electorado y a todo un país. Una parte importante de los votos fueron capturados en un centro desencantado con los escándalos y el rosario de primeros ministros que desfilaron por Downing Street, las huelgas en sectores claves y el encarecimiento de la vida.
«En los últimos cinco años ha habido demasiados primeros ministros, muchas mentiras, muchas promesas que no han cumplido. Creo que tiene buenas intenciones, la cuestión es si tiene el dinero y el talante para hacerlo», apostilló.
En su primera rueda de prensa el Gobierno laborista ha querido dejar claro el mensaje de que va a gobernar para todos, que se reunirá con los alcaldes de las principales ciudades y que llevan meses preparando su plan de gobierno que no tardará en implementar, alusión a los 100 días de gracia que se suele conceder a todo nuevo Ejecutivo que asume funciones.
Starmer ha manifestado además su compromiso de dejar atrás la división ideológica y gobernar para todo el país.
Christina Masoud, británica cuyo marido es de origen argelino, siempre había votado al Partido Laborista, pero en la última década sintió que la formación se había radicalizado demasiado hacia la izquierda y «que se preocupaba por las personas de otros países y otras culturas más de lo que se preocupaba por nuestro país». Revela que ha votado por el partido derechista Reforma, promotor del último divorcio de la Unión Europea.
«Apoyé el Brexit porque creí que estábamos gobernados por Bruselas, pero creo que no hemos ganado con ello. Pero ahora siento que es un tema cultural, estamos perdiendo nuestra identidad y desde el Laborismo no sé cómo van a frenar la migración irregular».
En la agenda laborista figuran seis medidas: promover la estabilidad económica, reducir las listas de espera hospitalarias, lanzar una nueva comandancia de seguridad fronteriza, configurar un plan para la energía limpia, combatir el comportamiento antisocial y reclutar a 6.500 nuevos maestros.
Las expectativas son grandes, la oportunidad para Starmer es enorme, pero de todas las estadísticas la que concita mayor pertinencia es la que arroja que la combinación del voto repartido entre Laboristas (36%) y Conservadores (23%) es la menor obtenida históricamente por los dos partidos que se han repartido los designios de la política británica.
Su misión, por tanto, será la de bregar en una nueva era de volatilidad y desencanto político en el Reino Unido, con nuevos actores en una liza cada vez más pujante, y además tratar de satisfacer a votantes muy indignados, que sólo cinco años atrás apoyaban mayoritariamente a sus adversarios y que podrían fácilmente darle la espalda.