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08 de septiembre de 2024

Jean-Luc Mélenchon, líder de La Francia Insumisa

Jean-Luc Mélenchon, líder de La Francia InsumisaEFE

Francia

La izquierda echa un pulso a Macron para lograr la jefatura del Gobierno

El jefe del Estado no quiere un primer ministro de La Francia Insumisa: el pulso no ha hecho más que empezar

Adrien Quattenens renunció a renovar su escaño con motivo de las últimas elecciones legislativas: aunque la ha cumplido íntegramente, su condena por violencias conyugales sigue siendo un pesado lastre tanto para él como para su partido, La Francia Insumisa, principal componente del Nuevo Frente Popular (NFP). Sin embargo, su palabra sigue siendo influyente en el seno de la izquierda radical. Muchos piensan que dice voz alta lo que Jean-Luc Mélenchon piensa en voz baja.

Él lo sabe: al día siguiente de unos comicios en que el Nuevo Frente Popular quedó como la primera fuerza de la nueva Asamblea Nacional –aunque luego cada componente haya constituido su propio grupo parlamentario–, publicó un mensaje en X, antes Twitter, en el que sugería una «marcha sobre Matignon» para forzar al presidente Emmanuel Macron a nombrar a un miembro de su partido como nuevo primer ministro de Francia. El revuelo generado por estas declaraciones con tufillo golpista fue considerable y su autor se vio obligado a dar marcha atrás, alegando sus compañeros que «fueron sacadas de contexto».

Sea como fuere, lo cierto es que, en los últimos seis días, desde La Francia Insumisa se viene ejerciendo una presión agobiante para ver satisfecho su deseo. Una presión de doble sentido: por una parte, sobre sus aliados del Nuevo Frente Popular, pues son conscientes que en algunos sectores del Partido Socialista estarían dispuestos a considerar una alianza con los restos del macronismo y con el ala más moderada de la derecha, encaminada a garantizar la gobernabilidad del país durante, al menos un año, pues en octubre, pase lo que pase, se abre una arriesgada negociación sobre los presupuestos.

Por otra, La Francia Insumisa ejerce la presión sobre el mismísimo jefe del Estado, a través de entrevistas o declaraciones, a cada cual más contundente. El objetivo es hacer inevitable el nombramiento de uno de los suyos. Pero se están topando contra un muro: en una «carta a los franceses» –curiosa forma de dirigirse por parte de alguien acostumbrado a chupar cámara–, Macron impulsa a las «fuerzas republicanas»(entiéndase moderadas y europeístas) a «construir un amplio consenso» para formar una «mayoría sólida, y necesariamente plural». Plural, es decir, según Le Figaro, que excluye la llegada de un miembro de La Francia Insumisa al palacio de Matignon.

Macron cuenta en su determinación con dos apoyos objetivos. El primero procede del presidente del Senado, Gérard Larcher, decano de la política francesa –es parlamentario desde 1986– y figura tutelar de la derecha clásica, para quien los diputados deberían de censurar inmediatamente a un Gobierno encabezado por un miembro de La Francia Insumisa. Una opinión similar es la de la presidenta del grupo parlamentario –el más numeroso, por desglose, de la Asamblea– de la Agrupación Nacional (RN), Marine Le Pen, que ha dejado claro que sus diputados bloquearán sistemáticamente cualquier iniciativa legislativa de un Gobierno en el que «haya ministros de La Francia Insumisa», aunque no lo dirija.

Desde la izquierda no dan su brazo a torcer: la secretaria general del sindicato comunista Confederación General del Trabajo, Sophie Binet, llama a una «jornada de acción» el 18 de julio, día en que se constituye la Asamblea Nacional; mientras que Quattenens, siempre en X, amenaza: «Al negarse a reconocer su derrota y permitir que la situación se pudra, Macron nos está conduciendo lenta pero inexorablemente hacia el momento en que solo su dimisión, y por tanto unas elecciones presidenciales anticipadas, aclararán la situación y evitarán la parálisis del país».

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