Haifa, la 'capital' del norte de Israel, se prepara para 4.000 cohetes de Hezbolá al día
La ciudad ha creado un Centro de Manejo de Crisis, un complejo de instalaciones de control de emergencia, bien protegido bajo tierra, para gestionar la respuesta en caso de guerra
Yona Yahav es un alcalde orgulloso y preocupado, aunque trata de irradiar serenidad. Regir los destinos de Haifa, una ciudad de 300.000 habitantes en la costa norte de Israel, justificadamente considerada «la capital del norte», es en estos momentos un enorme desafío. Es que está claro que si la organización terrorista Hezbolá, que ataca Israel desde el 8 de octubre, decide ampliar su ofensiva y vengar la eliminación de su jefe militar Fuad Shukur con una guerra de gran envergadura, Haifa estará en el epicentro de la emergencia.
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«Yo espero que no pase nada», dice Yahav.«Pero el Ejército estima que si hay guerra, 4.000 cohetes por día serán lanzados contra mi ciudad. Y yo tengo que hacer todo lo que está a mi alcance para cuidar a la población».
Yahav fue electo por primera vez en 2003 y se desempeñó como alcalde hasta el 2018 con varias reelecciones. Tras un período en la oposición municipal, hace pocos meses, ya con 80 años, volvió. Cuenta con orgullo que el 92 % de la población árabe de Haifa –una ciudad de ejemplar convivencia pacífica– lo votó a él.
«Pero en nuestro complejo vecindario hay también otras cosas», dice con voz serena, que no oculta, sin embargo, su preocupación.
«Las guerras son algo terrible», dice con claridad, y agrega su historia personal. «Yo conocí a mi esposa tres años después que ella enviudara al caer su esposo en la guerra de Yom Kipur (el Día del Perdón) de 1973. Un mes después de esa tragedia, nació su hijo. Cuando él tenía 9 años, ya estábamos casados y teníamos otras dos hijas, yo lo adopté y él quiso llevar mi nombre. Pero esas cosas no deben pasar».
Para reducir al mínimo el riesgo, la municipalidad encabezada por Yahav creó ya años atrás, después del 2006, un Centro de Manejo de Crisis, un complejo de instalaciones de control de emergencia, bien protegido bajo tierra. Allí se reunirán todas las autoridades tanto municipales como del Ejército, bomberos, Policía, todo lo necesario, si hay que tomar decisiones claves en medio de una guerra.
Yair Zilberman, encargado de los servicios de emergencia, cuenta que el espacio de los refugios anti bomba que tiene Haifa ha sido de hecho triplicado con instalaciones especiales, se ha preparado escuelas y otros espacios públicos para que sirvan de refugio para miles de personas en caso de necesidad, y también se podrán usar las cinco estaciones del «Carmelit», uno de los orgullos de Haifa, el primer metro del país.
«Todos los refugios se abren automáticamente si suena la alarma», aseguró Zilberman, explicando que hay que prepararse para lo peor, esperando que nada ocurra.
«La gente no está en pánico, pero está alerta, es ineludible», dice al alcalde Yahav. Y Tal Siboni, director del «call center» municipal, explica que en los últimos meses ha habido un promedio de mil llamadas por día, aunque también pueden ser por todo tipo de averiguaciones, no sólo relacionadas a la situación de emergencia en el norte del país. «Cuando hubo una falsa alarma en Haifa, en dos horas hubo 700 llamadas. Y aquí estamos, para dar todas las respuestas que la gente precisa».
Otro escenario clave de preparativos es el Centro Médico Rambam, el mayor del norte de Israel, cuyos dos pisos inferiores se han convertido en un hospital subterráneo pronto para prestar absolutamente todos los servicios como un hospital normal, en medio de la guerra.
Hay lugar para aproximadamente 2.000 camas, infraestructuras avanzada y, sobre todo, una gran determinación. Al ver cuán preparados están frente a la posibilidad de un ataque masivo de la organización terrorista Hezbolá desde Líbano, casi se puede encarar la situación de emergencia con tranquilidad. Pero al escuchar los relatos del profesor Mijael Halbertal, director del centro médico Rambam, sobre lo que se vivió allí en la guerra anterior de 2006, queda claro que el desafío es enorme.
«El edificio temblaba, cada pocos minutos sonaba la alarma y en aquel momento Israel ni siquiera tenía el sistema defensivo Cúpula de Hierro que tanto ayuda al interceptar cohetes», recuerda Halbertal. «Pero ahora, sabiendo todo lo que Hezbolá ha acumulado y cuál es su agenda, y conscientes como siempre de nuestra responsabilidad, sabemos cuánto nos queda por hacer».
El hospital subterráneo fue concebido apenas terminó aquella guerra, se comenzó de inmediato su construcción y en 2014 ya estaba operativo. Pero ésta sería, si realmente se da la temida escalada, la primera guerra en la que se usa.
En tiempos normales, los dos pisos que entonces servirían de hospital de emergencia, son estacionamientos. Según explica Tali Schmitz Golik, encargada de coordinación de la emergencia en las instalaciones subterráneas, «el 7 de octubre temprano por la mañana, cuando vimos lo que había ocurrido en el sur de Israel, con la masacre de Hamás, convocamos aquí al consejo de emergencia del hospital, para prepararnos para cualquier eventualidad desde el norte». Ese mismo día se vació de automóviles el piso 3 y ahora, aunque aún no funciona plenamente como lo que será, si es necesario, en tiempo de guerra, ya hay camas y se ve gran parte de las infraestructuras que será activada, como un hospital alternativo al que está sobre la superficie.
«Podremos bajar a todos nuestros pacientes en menos de 8 horas», asegura el profesor Halbertal, seguro de que todo funcionará a la perfección.
A las preguntas sobre el desafío médico tiene respuestas claras. Un tanto más complejo es explicar cómo ve el futuro con todo lo que está ocurriendo y con Israel siendo atacado en varios frentes. «Debemos seguir apostando por la esperanza de que llegue la paz en algún momento. De lo contrario, no podríamos vivir».