Guerras, globalismo y la desconfiguración del orden internacional
El orden liberal posterior a la Segunda Guerra Mundial fue la respuesta a los horrores del periodo de entreguerras, pero ahora parece romperse ante nuestros ojos
Vivimos tiempos de incertidumbre, podríamos decir como Charles Dickens en ese maravilloso comienzo de Historia de dos ciudades: «Eran los mejores tiempos, eran los peores tiempos, era el siglo de la locura, era el siglo de la razón, era la edad de la fe, era la edad de la incredulidad, era la época de la luz, era la época de las tinieblas, era la primavera de la esperanza, era el invierno de la desesperación, lo teníamos todo, no teníamos nada, íbamos directos al Cielo, íbamos de cabeza al infierno».
El poder soberano que Estados Unidos ha ejercido desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial, incrementado tras la salida de la Guerra Fría, en 1990, está cuestionado como nunca. El orden mundial se va desconfigurando desde febrero de 2022.
La democracia liberal y su «religión imperial», implementada por ese levítico de normas «woke» y del «agendismo globalista», progre-capitalista, se desgrana ante nuestros ojos y un cambio de era se avecina traumáticamente. Todo ello son síntomas de una profunda crisis y un grave conflicto hegemónico.
De una parte, en Estados Unidos pugnan por el poder esas élites progresistas, venidas a más con el auge de las tecnologías y salidas de la crisis de 2008, que dominan el utopismo creciente; de otra un poder más tradicional y realista que, al menos, mira al ciudadano medio de a pie.
Del otro lado, China mantiene su pulso desafiante a EE.UU. y al mundo occidental aliado. La modernización militar convencional del gigante asiático es impresionante y se está acelerando. El país tiene ahora la mayor Armada del mundo, con más de 370 buques y submarinos. El crecimiento del arsenal nuclear chino también es alarmante.
Pekín mantiene a Taiwán en su punto de mira. El líder chino Xi Jinping considera a la isla como una provincia rebelde y quiere completar la restauración de China y ocupar su lugar en el panteón de líderes junto a Mao Zedong. Hong Kong es ahora efectivamente una provincia de China, y doblegar a Taiwán colmaría la ambición de Xi.
China mantiene su pulso desafiante a EE.UU. y al mundo occidental aliado
Con ello se corre un riesgo contrarreloj de una inevitable confrontación abierta entre las fuerzas estadounidenses y las chinas.
Por otro lado, la invasión de Ucrania por Rusia en 2022 ha puesto de manifiesto la ambición de Vladimir Putin por restaurar el Imperio ruso. Frente a Putin se ha levantado un alineamiento estratégico entre Europa, Estados Unidos y gran parte del resto del mundo prooccidental, como no se había producido desde los momentos más tensos de la Guerra Fría, comenzando de nuevo otra gran lucha hegemónica.
Pero este desafío ha propiciado una creciente cooperación entre Rusia y China y ambas con naciones, como Irán y Corea del Norte. Un desafío económico, geopolítico y militar que comporta un crecimiento del poder chino en Asia Central.
No obstante, las nuevas alianzas son complejas y las ambiciones chinas complican las relaciones entre Rusia y la India, un antiguo socio militar que ahora se inclina más hacia Estados Unidos. Los devaneos de Rusia con Corea del Norte, asimismo, complican su propia relación con Corea del Sur, y también la de China.
Para mayor desorden internacional, Irán y sus apoderados han abierto otro conflicto importante contra Israel tras la razia terrorista de Hamás el pasado 7 de octubre. Los problemas en Oriente Próximo se han incrementado como nunca: Hamás, en Gaza, Hezbolá, en el Líbano, las milicias en Irak y Siria, los hutíes, en el Mar Rojo. Un Oriente Medio desagarrado e inestable mantiene una tensión sin precedentes que no parce buena para nadie.
Los problemas en Oriente Próximo se han incrementado como nunca
Paradójicamente, la propaganda izquierdista (gauchista) se alinea con Hamás y la yihad proiraní en campus universitarios, alzándose como los nuevos antisemitas (antijudíos) del siglo XXI.
El orden liberal posterior a la Segunda Guerra Mundial fue la respuesta a los horrores del periodo de entreguerras (la depresión económica, la violencia política de las décadas de 1920 y 1930 y el auge de las ideologías), pero ahora parece romperse ante nuestros ojos.
El sistema internacional actual inicia un retroceso, un camino imparable de «muerte de la globalización». El paso de la deslocalización a la relocalización como reacción a China, presagia un debilitamiento del sistema global.
Otra contradicción del momento deriva de la incómoda coexistencia de capitalismo y comunismo autoritario. Xi ha resultado ser un auténtico marxista y la edad de oro del crecimiento impulsado por el sector privado en China se ha ralentizado desde 2021 en que el Gobierno tomó medidas contra ello.
El comportamiento agresivo de Xi en China y su internacionalismo a través de nuevas asociaciones económicas o la «nueva ruta de la seda» busca una hegemonía ideológica de China en el «Sur global».
Por otro lado, la guerra en Ucrania ha revelado las grandes debilidades en la base industrial de defensa de Europa occidental. Es necesario llevar a cabo reformas críticas pare que la UE cuente con recursos suficientes para su seguridad, no solo en sus recursos materiales (industria militar), sino en sus recursos humanos (personal, servicio militar, capacidad de reclutamiento).
Pero más allá de las capacidades militares, Europa occidental y Estados Unidos deben reconstruir sus herramientas diplomáticas que se han erosionado gravemente desde la invasión de Ucrania. Con todo, ¿estamos aún a tiempo de una adecuada reconfiguración del orden mundial?