La oscura jugada de Zapatero
Toca a los países elevar sus posturas y comenzar a reconocer a Edmundo González Urrutia como el legítimo ganador del 28 de julio y presidente electo de los venezolanos
Edmundo González Urrutia ha llegado a Madrid para asilarse. La noticia no nos sorprende, dado que el régimen de Nicolás Maduro desde el día uno en que Edmundo y María Corina Machado ganaron las elecciones presidenciales con el 70 % de los votos y demostraron el fraude monumental del Consejo Nacional Electoral (CNE), no ha dejado de perseguirlos sin tregua, con investigaciones sin fundamentos, citaciones judiciales, órdenes de aprehensión, ataques a sus círculos familiares, amenazas de muerte, asedios a embajadas, entre otras acciones dictatoriales y fuera de la ley.
Julio Borges, expresidente de la Asamblea Nacional de Venezuela
«El Gobierno de Sánchez ha estado secuestrado por la agenda de Zapatero, el canciller de Maduro»
La última acción criminal de Maduro fue retirar el permiso de custodia de la sede diplomática de Argentina al Gobierno de Brasil, lo cual no solo viola la Convención de Viena y los acuerdos internacionales, sino que deja la puerta abierta para tomarse violentamente la Embajada de Argentina en Caracas, donde hay seis opositores refugiados que son parte del equipo de María Corina. Por supuesto, toda esta presión derivó en que Edmundo González decidiera abandonar el país y resguardarse en pro de su integridad física y su libertad. Es esta una decisión valiente y totalmente justificada, que abre una gran oportunidad para que María Corina ahora lidere el frente interno y Edmundo el externo, creándose una presión simultánea en favor de la democracia en Venezuela. El Gobierno de Pedro Sánchez no solo ahora debe condenar las presiones a las que fue expuesto Edmundo, sino que debe, lo antes posible, reconocerlo como el indiscutible presidente electo por los venezolanos.
Maduro se encuentra acorralado frente al fraude que ha encabezado. Toda la comunidad internacional, inclusive sus propios aliados ideológicos, sabe que perdió y que Edmundo es el presidente electo por el voto de los venezolanos. Ahora bien, detrás de esta solicitud de asilo de Edmundo González hay también un juego macabro, hay toda una triangulación criminal para lavarle el rostro nuevamente a un Maduro que ya es un dictador antioccidental como el propio Kim Jong-un.
El Gobierno de Sánchez no solo ahora debe reconocer a Edmundo como el indiscutible presidente electo
Este engranaje tiene a España en el centro y a Zapatero en plan estelar. El silencio de Zapatero desde el 28 de julio, las declaraciones ambivalentes del Gobierno de España y el discurso de Pedro Sánchez sobre Edmundo, nos alertaban de que algo se está construyendo a espaldas de la voluntad de los venezolanos. Zapatero tiene un cúmulo de intereses en juego en Venezuela, se ha convertido en una especie de canciller de Maduro. Lo digo con conocimiento de causa, yo estuve en la negociación de República Dominicana donde Zapatero fue mediador y puedo decir que siempre operó para debilitar las exigencias de la oposición con respecto a la democracia y fortalecer la dictadura. Nuevamente, Zapatero saldrá a reivindicar su posición como mediador y a decir que gracias a él, Edmundo está a salvo y se lograron liberaciones de presos en Venezuela, nadie debe caer en esa farsa en España. Todo esto es un juego macabro para lavarle la cara a Maduro y arrebatarle el triunfo histórico que el 28 de julio logró el pueblo, María Corina y Edmundo. Pero no lo lograrán.
Lo que debe venir ahora es una nueva etapa de presión sostenida para lograr la fractura del bloque de poder en Venezuela y producir una transición que permita que Edmundo retorne y se posicione como presidente, tal y como ordena la Constitución.
María Corina Machado va a seguir al frente del volante de la oposición. Ella es la líder indiscutible y creo que lo que ha pasado reivindica más la valentía, la determinación y mística de la lucha que está dando. El mundo debe pasar a una nueva fase que implique tratar y responderle a Maduro en sus términos. Es decir, a Maduro hay que tratarlo como lo que es, un dictador que está aliado con los enemigos de Occidente: Rusia, China, Cuba e Irán. El mundo debe entender lo que significa una Venezuela secuestrada por estas potencias y el peligro que eso implica para todo Occidente. Hay que ponerle más presión a la Corte Penal Internacional (CPI), esta semana el Gobierno de Uruguay se sumó al proceso y también 31 expresidentes enviaron una comunicación al fiscal. Ese es un proceso que debe derivar inevitablemente en órdenes de arresto contra Maduro y su círculo íntimo. Pero los países también pueden utilizar la jurisdicción universal para procesar a corruptos y violadores de Derechos Humanos en Venezuela. También hay que elevar las sanciones personales contra familiares corruptos de la dictadura que hoy están por el mundo, incluyendo toda España, derrochando lo robado al pueblo de Venezuela.
Cruzarse de brazos frente a la violencia de Maduro no es una opción
Aunado a ello, los gobiernos deben cerrar completamente la dinámica en torno al tema de las actas. No se puede seguir insistiendo en un tema donde claramente no hay voluntad por parte de Maduro de mostrar ningún acta, ya que se demostraría la verdad sobre lo que pasó el 28 de julio. Entonces, toca a los países elevar sus posturas y comenzar a reconocer a Edmundo como el legítimo ganador del 28 de julio y presidente electo de los venezolanos.
Cruzarse de brazos frente a la violencia de Maduro no es una opción. La inmigración comienza a acelerarse en la medida en que la gente siente que Maduro continúa avanzando con la represión sistemática y los países de Iberoamérica ya se encuentran a las puertas de un nuevo éxodo de venezolanos sin precedentes. Pero eso es lo que vemos, estamos también frente a un Maduro aliado con países como China, Rusia, Cuba e Irán. Maduro quiere ser parte protagónica de ese club de dictaduras y está convirtiendo a Venezuela en un santuario para que esos países desestabilicen Sudamérica. Esto no se trata de un tema de los venezolanos solamente, estamos frente a un cuadrante geopolítica que puede definir el devenir de Occidente.