El cierre de fronteras en Alemania para contener la inmigración hace temer una reacción en cadena en toda Europa
El Gobierno alemán, liderado por el socialista Olaf Scholz, anunció, este lunes, la introducción de controles en todas sus fronteras. La medida, que entrará en vigor el próximo 16 de septiembre, amenaza con poner fin a uno de los principales logros de la Unión Europea, la libertad de tránsito, también conocido como el espacio Schengen. Desde la Comisión Europea (CE) ya han advertido a Berlín de que estos controles, en los límites con otros Estados miembros, deben ser «necesarios» y «proporcionados». Bruselas teme que otros países sigan el ejemplo de Alemania y se produzca una reacción en cadena por toda Europa.
El Ejecutivo de Scholz justificó la medida ante el aumento de entradas ilegales al país, con el objetivo de poder «mejorar la seguridad interior». «Reforzamos nuestra seguridad interior con medidas concretas y continuamos nuestra dura lucha contra la inmigración irregular», explicó la ministra federal del Interior, Nancy Faeser, en una rueda de prensa en Berlín. En este sentido, Faeser señaló que Alemania también se reserva el derecho de rechazar en la frontera a los inmigrantes que sean detenidos con documentación falsa o que no dispongan de visados que permitan su ingreso al país germano.
Estas medidas no han sentado nada bien entre los países limítrofes que rechazan el plan alemán. Austria, Polonia y Luxemburgo ya han adelantado que no aceptarán a los refugiados que expulse Berlín. Una lucha por las fronteras en el corazón de Europa que amenaza con acabar con uno de los grandes proyectos europeos. Para el profesor de Derecho de la Unión Europea y Relaciones Internacionales en la Universidad Europea, Julio Guinea, la reimposición de controles es la respuesta de los Estados miembros a «una política migratoria que hace aguas». El experto asegura que el anuncio alemán puede provocar un efecto dominó, lo que sería fatal para la libre circulación de mercancías, que se traduciría en un efecto negativo para la economía de todos los países de la UE.
Guinea es partidario de que los Estados miembros trabajen en conjunto para hacer frente a la inmigración, compartan información y otorguen mayores y mejores herramientas a la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (Frontex), así como a Europol, para hacer frente al aumento de ataques de radicales islamistas. Alemania ha sufrido varios ataques con tintes yihadistas en los últimos meses. En el último, a finales del mes de agosto, un refugiado sirio, de 26 años, sobre el que pesaba una orden de deportación, acuchilló a sangre fría a tres personas en un festival, en la ciudad de Solingen. Tras su detención, el atentado fue revindicado por el autodenominado Estado Islámico (EI) que, a través de un comunicado, afirmó que el ataque fue perpetrado por uno de sus miembros «en venganza por los musulmanes en Palestina y en todas partes».
Como consecuencia, el canciller alemán, Olaf Scholz, anunció que endurecería la política migratoria del país, también con la mirada puesta en las elecciones regionales de Sajonia y Turingia, donde el apoyo al partido Alternativa para Alemania (AfD), con un duro discurso antiinmigración, ha crecido significativamente. AfD consiguió quedar como la primera fuerza en Turingia y segunda en Sajonia, a menos de un punto de diferencia de los democristianos. El próximo 22 de septiembre, Brandemburgo celebra unas elecciones estatales, donde los socialistas temen que se repita el mismo escenario que en Sajonia y Turingia.
La cuestión migratoria acapara el debate político alemán desde hace ya más de un año. De hecho, en octubre de 2023, Berlín ya introdujo controles temporales en las fronteras con Polonia, República Checa, Austria y Suiza. Desde entonces, Alemania asegura que ha rechazado a 30.000 personas que pretendían entrar irregularmente desde esos países. Entre los Estados miembros que han aplaudido esta medida, se encuentra la Hungría de Viktor Orbán. En un mensaje publicado en su cuenta de X, antes Twitter, el presidente húngaro dio la bienvenida a Scholz por unirse «al club».
El país magiar ha sido uno de los más críticos con las políticas migratorias de la UE. De hecho, el secretario de Estado del Interior húngaro, Bence Rétvári, en una conferencia de prensa en Budapest la semana pasada, dijo que mandaría a los inmigrantes en autobuses a la capital europea. «Si Bruselas quiere inmigrantes ilegales, que se los quede Bruselas», espetó Rétvári. La UE ha tachado estas apalabras de «inaceptables» e insisten en que una medida como la adoptada por Alemania socava «la solidaridad y la cooperación» entre los Veintisiete.