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17 de septiembre de 2024

Zoé Valdés
AnálisisZoé Valdés

Trump vs Kamala: ¿debate o afrenta?

La situación mundial, que depende mucho de estas elecciones en Estados Unidos, el país más poderoso del mundo, es muy seria para que se deje en manos de estos pésimos y ensayados debates

Actualizada 04:30

La gente asiste a una fiesta para ver el debate presidencial de Estados Unidos

La gente asiste a una fiesta para ver el debate presidencial de Estados UnidosAFP

Le recomendaría encarecidamente a Donald Trump –aunque lo considero ganador en esta afrenta– que no acepte más debatir en las condiciones en las que se dio el primer debate entre Kamala Harris y él, bajo los predios de ABC y de otros posibles medios. Predios preñados, ¿verdad David Muir? David Muir es el presentador de ABC y uno de los moderadores de la afrenta, que no debate, también es amigo del marido de Harris. Predios cargados como los dados a los que ya la prensa sumisa del poder y vendida nos tiene habituados.

Empecemos por manifestar lo que es evidente, las preguntas se las hicieron a Donald Trump, a Kamala sólo le pasaron las respuestas, lo afirmo sin titubeos en ambos sentidos. Resulta sospechoso, parecería que a la vicepresidente le entregaron las preguntas con anticipación, todo su discurso corporal así lo delataba, nerviosa, inquieta, tocándose el busto, la cara, moviendo las manos cual aspas de ventilador ruso.

Seguiremos por señalar que no se trató de un debate honrado, desde el minuto uno el tema iba de ridiculizar a Trump y exaltar a Harris, de hacer hincapié en un pasado, y no de cuestionar el presente en el que la vicepresidenta todavía está en el poder y, que si quisiera de verdad hacer lo que promete pudiera esforzarse un poco más en hacerlo ahora, siendo como es la vicepresidenta y la candidata demócrata a presidente, que ha sido nombrada candidata porque como todos sabemos desde hace tres años y meses Joe Biden no estaba ni está en condiciones de gobernarse a sí mismo, no digamos ya a Estados Unidos.

La agresividad de tres contra uno no sólo se advirtió indecente y desproporcionada, también subrayó el nivel al que ha llegado la mentira política y periodística en Estados Unidos; es una de las razones por las que podemos considerar que no sólo Donald Trump ganó la afrenta (que no fue debate porque los otros lo decidieron así), sino que le da la razón y el sostén de sus opiniones. Desde 2008, Estados Unidos dejó de ser un país capitalista real, verdadero, con libertades, para convertirse en una zona totalitaria más de confusa ideología.

Vi dos veces la afrenta, en español, mal doblado por esos canales hispanos que ni siquiera pueden contratar a un buen intérprete, o lo hacen adrede, con toda intención; y luego lo vi en inglés. Donald Trump no vaciló en sus palabras y propósitos ni una sola vez, sin embargo, los intérpretes al español fingían que el presidente se encasquillaba. La que sí trastabilló con la lengua enredada en más de una ocasión fue la vicepresidenta candidata, pero –¡oh, magia!– en esos momentos la intérprete, por el contrario, se adelantaba con las respuestas, como si se las supiera de antemano y de memoria.

La situación mundial, que depende mucho de estas elecciones en Estados Unidos, el país más poderoso del mundo, es muy seria para que se deje en manos de estos pésimos y ensayados debates en contra de un solo oponente, el que representa a millones de norteamericanos que refutan la presencia y mal gobernar de personas tan incompetentes como Kamala Harris, quien durante más de tres años y medio en el poder no hizo más que daños peculiares y muy centrados en objetivos ya conocidos, además de no cumplir, por suerte, lo que había prometido, el daño habría sido todavía mayor.

La situación mundial, que depende mucho de estas elecciones en Estados Unidos, es muy seria para que se deje en manos de estos pésimos y ensayados debates

Harris, pese a ser ayudada durante la afrenta, mostró una postura desafiante y hasta chusma, arrogante, despreciativa. La típica fémina que desprecia al hombre. Mintió sin que se le moviera una pestaña. Eso sin contar que llevaba unas perlas, Nova de audio, género pinganillo. En los debates no se debiera permitir ningún tipo de joya, y debería ser de carácter obligatorio el revisar por expertos las orejas de los participantes.

No más culminar el debate, la seudo-artista del espectáculo con nombre de sastre y de líquido limpia baños, Taylor Swift, salió desbocada a apoyar a su Kamala. Tiene, dicen, 285 millones de seguidores, ¿se dan cuenta de lo desproporcionado, de la indecencia? Así y todo, para la gente que observa y piensa, Kamala Harris perdió la afrenta, y Donald Trump ganó el debate, a pesar de las trampas en su contra y de ese odio que constituye un arma habitual, corrosiva, de la prensa trasladada al mundo del espectáculo.

Si ganara Trump, lo habrá logrado de manera limpia; si ganara Harris, lo que dudo, lo habrá conseguido como mismo lo consiguió Joe el heladero, mediante las engañifas más descaradas de las que son capaces los demócratas.

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