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AnálisisZoé Valdés

Entre Donald Trump, Taylor Swift y Ucrania

Minimizar como hicieron Kamala Harris y los moderadores ensobrados durante el debate presidencial el primer atentado al expresidente no debiera convertirse en costumbre

El expresidente estadounidense y candidato presidencial republicano Donald TrumpAFP

Hace unas horas se volvió a atentar contra la vida de Donald Trump, expresidente y candidato a la presidencia en 2024 frente a Kamala Harris. Minutos antes de que esto ocurriera Trump había tuiteado una frase en la que manifestaba que odiaba a la cantante Taylor Swift, en respuesta aclarada en otro tuit que, si ella lo odiaba a él, como la cantante había manifestado en varias ocasiones, él también la odiaba a ella, o al menos estaba en su derecho. Al rato se produjo el intento de atentado. Numerosas personas achacaron la violencia del suceso a la impetuosidad de Trump.

Trump es una personalidad impulsiva, intempestiva, de tal forma ganó las elecciones en 2016, con tales modales gobernó durante cuatro años, los resultados no fueron malos de ninguna manera; al menos no tuvimos guerra en ninguna parte. A Trump nadie lo va a cambiar a su edad y su experiencia en el mundo de los negocios, del espectáculo, y de la política, y menos una cantante de 34 años.

Taylor Swift hizo uso de su libertad al decidir inmediatamente después del debate presidencial con Kamala Harris donde ya se sabe que le entregaron antes las preguntas a cambio de un millón de dólares para cada moderador, que apoyaría a la candidata Harris. Swift está en su derecho, como también están en sus derechos sus seguidores de quitarle sus apoyos; la cantante perdió más de 150 millones en apenas unas horas. No sé si hubo lloriqueo tal como aparece en algunas fotos en redes sociales, pero quien arriesga, gana o pierde. Tampoco creo que haya imaginado que Trump se iba a quedar callado, como en efecto no lo hizo. Se trató de una respuesta de un hombre mayor, con una autoridad, frente a la expresión de una mujer de treinta y cuatro años, y no de ninguna niña.

Sin embargo, una buena parte de personalidades norteamericanas salieron en defensa de Taylor y de Harris, maldijeron como suelen hacer contra el candidato, y hasta se alegraron de la noticia de otro atentado contra su vida. Bienvenidos a la nueva democracia, que no por nueva será mejor.

Sin embargo, quien atentó contra Donald Trump, es un hombre de 58 años, identificado como Ryan Wesley Routh, simpatizante de Palestina y de Ucrania. Los agentes de seguridad lo descubrieron en el instante en que se aprestaba a disparar, abrieron fuego primero, y Routh pudo huir abandonando rifles, mochilas, y demás enseres; al rato fue capturado. Todo pareciera indicar que en nada tuviera que ver que quisiera asesinar a Trump debido al intercambio de mensajes en las redes sociales acerca de Taylor Swift, sino más bien con relación a la posición del team Trump-Vance con relación a la guerra en Ucrania.

Si bien es cierto que el criminal no es ucraniano, ni a la hora en la que escribo todavía no se le haya vinculado con el Ejército de Ucrania, si yo fuera Volodimir Zelenski habría salido a aclarar la situación mediante un vídeo, no a través de un mero tuit. Pero ¿quién soy yo para aconsejar a un hombre que también hace poco anunciaba en las redes sociales mediante imágenes otro bombardeo en un edificio donde han muerto varias personas entre ellas niños en la ciudad de Járkov.

El tuit de Zelenski, mucho más que correcto, dice lo siguiente: «Me alegro de escuchar que @realDonaldTrump está a salvo e ileso. Mis mejores deseos para él y su familia. Es bueno que el sospechoso del intento de asesinato haya sido detenido rápidamente. Este es nuestro principio: el Estado de derecho es primordial y la violencia política no tiene cabida en ningún lugar del mundo. Esperamos sinceramente que todos se mantengan a salvo». No obstante, la supuesta vinculación necesitaría de un vídeo con mayor cantidad de palabras de su parte.

Minimizar como hicieron Kamala Harris y los moderadores ensobrados durante el debate presidencial el primer atentado al expresidente no debiera convertirse en costumbre, tal como se notó en las redes sociales imbuidas quizás por el debate, donde se le dio mayor importancia a un tuit que a un acontecimiento donde Donald Trump pudo haber perdido la vida, en un segundo intento.

No reiteraré la evidencia grosera de que los discursos de odio, de violencia, por buena parte de la prensa norteamericana y de artistas como Madonna que en un evento clamó por poner una bomba en la Casa Blanca, o la otra, Kathy Griffin, que salió blandiendo la cabeza ensangrentada de un decapitado muñeco que representaba a Trump, entre otros horrores, han tenido mucha responsabilidad en estos dos actos de violencia contra un hombre que se presenta de nuevo a la presidencia de su país, pero es necesario que se subraye que las personalidades debieran guardar cierto decoro, por encima de todas, la señora Kamala Harris.