Mosad
Unidad 8200, el máximo secreto militar israelí donde la astucia manda más que la fuerza
Mucho antes de que Hasán Nasralá, líder de Hezbolá, se decantara por el uso del beeper –o «buscas»– y walkie-talkies para garantizar mayor seguridad en las comunicaciones de su cúpula y de parte de su militancia, Israel ya había diseñado el entramado de sociedades pantalla. Esa capacidad de anticipación le permitió infiltrar los aparatos en cuestión y controlar todo el proceso de fabricación y distribución.
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Un proceso en el que es más que probable que esté implicada la oficialmente llamada «Yehida Shmone-Matayim», más conocida como la Unidad 8200, la más grande, en todo caso, de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Con una plantilla estimada entre 7.500 y 10.000 miembros –la cifra exacta nunca se comunica, al igual que el nombre de su comandante en jefe, un general de brigada–, representa alrededor del 80 % de los efectivos de Aman, la inteligencia militar israelí.
De la 8200 depende, asimismo, otra unidad, Hatzav, competente para recabar la información procedente de fuentes públicas, es decir, supervisar todo lo que se publica en televisión, radio, prensa impresa e internet. La traducción de diversas informaciones forma parte de la «inteligencia básica» recogida por la unidad. Sin embargo, el cometido de la 8200 va mucho más allá de esa actividad primaria: en sus manos está la gestión de la inteligencia electromagnética y el descifrado de todo tipo de códigos. Una lista de funciones que no es exhaustiva, pero que abarca todas las característica de la guerra cibernética.
Entre sus actuaciones más recientes, cabe destacar el papel clave que jugó en la puesta en marcha del virus Stuxnet que, entre 2005 y 2010, dañó centrifugadoras nucleares iraníes. Años después, en 2017, se detectó su mano detrás del ciberataque contra la empresa nacional de telecomunicaciones libanesa, Ogero, lo que desestabilizó las comunicaciones en el país del cedro, base de Hezbolá. La unidad también contribuyó a frustrar un complot del autodenominado Estado Islámico, en 2018, cuando contribuyó en la desactivación de un ataque planeado contra un avión civil que viajaba de Australia a los Emiratos Árabes Unidos.
Mucho más controvertida es su «cibervigilancia» constante a millones de palestinos y sus fallos en prevenir los ataques del pasado 7 de octubre. Unas fuentes aseguran que desde la 8200 se avisó a las autoridades civiles y militares de la inminencia de una acción sangrienta por parte de Hamás, incluida la toma de rehenes. Otras, por el contrario, apuntan a un fallo garrafal. La escasa información que circula al respecto impide saber si se han producido ceses o renuncias en su seno. Sea como fuere, con la exitosa operación contra Hezbolá ha retomado su senda habitual.
Fundada en 1952, en los inicios del Estado hebreo, bajo el nombre de 2ª unidad de inteligencia militar, antes de convertirse en la 515ª unidad de inteligencia militar, para acabar con el nombre de Unidad 8200. Como explica el historiador Pierre Razoux en su libro Tsahal, centrado en la historia de las Fuerzas Armadas de Israel, los frecuentes cambios de numeración en la misma unidad –y no solo las de inteligencia– es un rasgo característico del secretismo militar israelí, del que la 8200 es, probablemente, el mejor exponente.
Sí que se sabe algo respecto del reclutamiento de sus miembros: se trata de jóvenes de entre 20 y 30 años, elegidos en base a programas escolares altamente competitivos, muchos de los cuales empezaron sus respectivas carreras en el sector de la ciberseguridad y la alta tecnología, al que suelen volver tras haber prestado sus servicios en algunas de las bases de la 8200 dispersadas a lo largo del territorio israelí.
Ronen Bergman, en su muy documentado libro Rise and kill first. The secret history of Israel’s targeted assasinations da algunas pistas sobre su funcionamiento interno. Menciona, sin ir más lejos, el caso de un soldado encargado de tramitar los mensajes de inteligencia recibidos de sus subordinados y que elevará posteriormente a sus superiores. Amir, obviamente un seudónimo, es el redactor final de un «artículo» –así se llama en la 8200 a los mensajes– decide el titular del texto y sus destinatarios. «Tiene que decidir, por ejemplo, si el interlocutor de una conversación interceptada era un tendero que pedía mercancía o un yihadista que daba instrucciones codificadas para preparar una bomba. Si se equivoca, podrían morir personas inocentes: israelíes por un lado, un desventurado tendero por el otro».