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José María Ballester Esquivias

Macron conserva el control del poder, aunque no se sabe hasta cuándo

Los fieles al presidente siguen en los principales ministerios, pero ceden a la derecha el control de la política migratoria

Emmanuel Macron presidente de FranciaLudovic Marin / AFP

«Que todo cambie para que nada cambie». Bien podría aplicarse el famoso aforismo de «El Gatopardo» a la composición del Gobierno de Michel Barnier, dado a conocer 16 largos días después de su llegada al palacio de Matignon y casi tres meses después de unas elecciones legislativas que han sumido a Francia en su mayor crisis gobernanza en más de 65 años. Gatopardismo, pues, porque pese al cambio de caras -salvo en Defensa- las principales carteras quedan en manos de personas conocidas por su inquebrantable fidelidad al presidente de la República.

Antoine Armand, de 33 años, es el nuevo ministro de Economía y Finanzas. Prototipo del «bebé Macron», es al igual que su jefe de filas, ex alumno de la Escuela Nacional de Administración e Inspector de Finanzas, diputado desde 2022, su bienio en la Asamblea Nacional no han sido óbice para desarrollar una intensa actividad parlamentaria. Ahora, su prioridad más urgente es encarar una situación financiera que se agrava día tras día, con el país financiándose en los mercados a un tipo más elevado que Portugal, como recordaba hace unos días el influyente Alain Minc.

En cambio, el área de Presupuestos la llevará otro ministro, Laurent Saint-Martin, también macronista, pero que, orgánicamente, dependerá directamente de Barnier. Su tiempo apremia para presentar un proyecto de Presupuestos, un trámite que se suele hacer antes del 1 de octubre, plazo imposible de respetar este año.

Macron, en su pulso con Los Republicanos -derecha moderada- también ha logrado colocar a dos fieles en dos puestos clave: Agnès Pannier-Runacher, histórica de la causa macronista y anterior ministra de Industria, asume la cartera de Transición Ecológica, mientras la Educación Nacional recae en la diputada Anne Genetet, sexta titular del cargo desde 2017.

El presidente de la República, deseoso de mantener su domaine reservé, ha logrado, asimismo, imponer su voluntad en lo tocante a los estratégicos ministerios de Defensa y Asuntos Exteriores: al frente del primero sigue Sébastien Lecornu, y el segundo lo dirigirá Jean-Noël Barrot, que sustituye a Stéphane Séjourné, recién nombrado comisario europeo. Tanto Lecornu como Barrot iniciaron sus respectivas andaduras políticas en la derecha moderada, si bien llevan ya tiempo reciclados en el universo macronista.

La mayor prueba de la derechización, término que la mayoría de los comentaristas califica la orientación política del nuevo Gobierno, viene dada por la llegada del senador Bruno Retailleau al ministerio del Interior. Conservador desacomplejado, católico practicante, el hasta ayer portavoz de Los Republicanos en la Cámara Alta es partidario de la mano dura en materia de inmigración.

Retailleau utiliza una retórica y aboga por unas medidas de las que no renegarían Marine Le Pen o Éric Zemmour. A partir de ahora se podrá ver si es mero postureo o si está empeñado en llevar esas ideas a la práctica, siempre que Macron y Barnier le doten de los medios necesarios.

Sea como fuere, el nuevo Gobierno nace con fragilidad congénita, pues la suma de los escaños de las formaciones macronistas, la derecha moderada y el pequeño grupo Liot, los únicos que oficialmente le apoyan, dista mucho de la mayoría absoluta. Es muy probable que su suerte, ante la hostilidad declarada de la izquierda, dependa mucho de la actitud de Marine Le Pen.

Como escribe Matthieu Bock-Coté en Le Figaro, «El Gobierno Barnier aparece menos como un medio de reparar y reunificar un país políticamente fragmentado que como el último espasmo de una clase política agonizante, y que sabe serlo».