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Juan Rodríguez Garat
AnálisisJuan Rodríguez GaratAlmirante (R)

Israel y el segundo frente libanés

Deseoso de evitar una guerra en dos frentes, el país hebreo ha sabido ser paciente. Pero, con la evolución de la situación en la franja de Gaza, las cosas han cambiado

Actualizada 04:30

Un tanque israelí es transportado a una posición en el norte de Israel, cerca de la frontera con el Líbano

Un tanque israelí es transportado a una posición en el norte de Israel, cerca de la frontera con el LíbanoAFP

En un agujero en la tierra, redondo como el de los hobbits pero bastante menos espacioso, una madre educa a sus hijitos: «Los tigres, los osos y las panteras no son peligrosos. No hay razón para tenerles miedo. Pero debéis tener mucho cuidado con las gallinas y las palomas, que pueden devoraros en un instante». La madre de la fábula, una lombriz de tierra, sabía lo que decía. No siempre ocurre así entre los seres humanos.

Como mamá lombriz –y permítaseme pedir perdón por la comparación– las Fuerzas Armadas de Israel tienen sus propios miedos. Mucho más que a los misiles balísticos, las armas antiaéreas, los cohetes o los drones del enemigo –que no es Hezbolá, sino Irán– teme a los explosivos improvisados, a los terroristas suicidas y a las emboscadas en entornos urbanos, donde la presencia de mujeres y niños convierten la fuerza militar en una espada de doble filo que, a menudo, hace más daño a la campaña de quien la utiliza que a quien la sufre.

La campaña aérea

¿Por qué recordar esta fábula casi un año después del comienzo de la guerra de Gaza? Políticos y analistas por una vez coinciden en que el conflicto, desde la perspectiva regional, ha entrado en una nueva fase. Derrotado militarmente Hamás –y ese es solo un paso, el más sencillo, para poner fin a la guerra en la Franja–, Benjamin Netanyahu no tiene demasiadas razones para estar satisfecho. Sus objetivos de guerra, la destrucción de la organización terrorista y el rescate de los rehenes, siguen estando fuera de su alcance.

Sin embargo, sí ha conseguido un respiro en las operaciones militares que le ha permitido volcar su inmenso poder aéreo y sus eficaces redes de Inteligencia –tan denostadas tras el 7 de octubre– en el segundo frente que, no lo olvidemos, no abrió Tel Aviv, sino Teherán empleando a sus proxies de Hezbolá para bombardear el norte de Israel.

Deseoso de evitar una guerra en dos frentes, Israel ha sabido ser paciente. Pero, con la evolución de la situación en Gaza, las cosas han cambiado. Desde el sabotaje a sus buscas el pasado 17 de septiembre, Hezbolá ha sufrido golpe tras golpe. Su liderazgo ha sido virtualmente aniquilado y sus reservas de armamento se han visto sensiblemente disminuidas.

La organización militar ha sido debilitada de forma temporal, pero en absoluto destruida

Los éxitos de Israel son indiscutibles y favorecen su capacidad disuasoria. Sin embargo, todo lo que Hezbolá ha perdido puede reponerse con relativa facilidad. La organización militar ha sido debilitada de forma temporal, pero en absoluto destruida. Sigue intentando devolver los golpes con el lanzamiento de cohetes y misiles; y, aunque los resultados reales de sus ataques sean muy pobres, su efecto mediático sigue pesando tanto en Israel como en el Líbano. Además, cuenta con Irán para reponer sus arsenales y para apoyar a su socio preferente con acciones coordinadas del «Eje de la Resistencia», desde Irak, Siria y hasta el lejano Yemen.

¿Ignorancia o engaño?

En el otro terreno de la guerra, el internacional, Estados Unidos se muestra comprensivo con la escalada aunque, próximas las elecciones presidenciales, pide contención a Israel. Por su parte, Rusia, Irán y Hamás, siempre críticos con la violencia de los demás, protestan vivamente. Era de esperar. También lo hacen, por razones domésticas, algunos de nuestros aliados, como Turquía. Y no pocos medios españoles. Hace unos días, un editorial de El País, bajo el título de Nasralá asesinado, sostenía que «si Netanyahu consideraba terrorista al líder de Hezbolá, debía llevarlo ante un tribunal, no matarlo en un bombardeo indiscriminado».

¿Es indiscriminado un ataque en el que muere el líder de Hezbolá, una veintena de sus más altos cargos y un general de la Guardia Islámica Revolucionaria iraní? Es cierto que también hubo víctimas civiles, pero lo que el ataque parece demostrar, incluso para quienes no tienen ojos para ver, es que Israel tiene toda la razón cuando acusa a sus enemigos de ocultarse en zonas densamente pobladas. Y que Hezbolá y sus amigos mienten cuando aseguran que no lo hace.

Israel tiene toda la razón cuando acusa a sus enemigos de ocultarse en zonas densamente pobladas

Con independencia de la impracticabilidad de la feliz idea de llevar a juicio a Nasralá, parece que hay quien confunde –no sé si deliberadamente– el derecho penal con las leyes del conflicto armado. Es cierto que, en tiempo de paz, la muerte deliberada de los delincuentes, aunque sean terroristas, es un asesinato. Pero Hezbolá lleva lanzando cohetes contra su enemigo desde el pasado 8 de octubre y, como consecuencia, existe un estado de guerra de facto entre la milicia e Israel. Lo mismo ocurre en Ucrania, y no he visto que nadie sostenga que no se puede disparar a los soldados rusos que invaden el país sin antes llevarlos a juicio. Mal que le pese a algunos, el Derecho Internacional Humanitario permite atacar a los combatientes en los conflictos armados, lleven o no uniforme.

¿Habrá una invasión terrestre?

¿Qué va a pasar ahora? ¿Va Israel a invadir el Líbano? No lo creo. Una cosa son las incursiones de equipos de operaciones especiales, que se viene produciendo desde hace meses, y otra intentar ocupar un país. En su guerra contra Hamás, Israel ha cometido algunos errores políticos y tácticos, pero no estratégicos. Invadir el Líbano, mucho más extenso que la franja de Gaza, sería un error político porque pondría a la nación ante un conflicto sin salida aparente. Si el propósito de la invasión fuera destruir a la milicia chií o impedir sus ataques, ese objetivo no se va a conseguir. Hezbolá tiene espacio donde replegarse y desde donde puede seguir lanzando sus cohetes. ¿Puede Israel seguirles hasta Beirut o más allá? ¿Puede ocupar el Líbano permanentemente?

Invadir el Líbano sería un error político porque pondría a la nación ante un conflicto sin salida aparente

Por si eso fuera poco, la invasión sería también un error estratégico. La campaña aérea contra Hezbolá explota la superioridad tecnológica de Israel y la de sus servicios de Inteligencia. Esa es la forma inteligente de hacer la guerra. Atravesar la frontera, en cambio, supondría poner a los soldados israelíes dentro del alcance de las gallinas y las palomas del enemigo. Netanyahu lo hizo en Gaza forzado por la necesidad de intentar rescatar a los rehenes, y le ha costado muchas bajas entre sus tropas. Lo mismo ocurrió en el Líbano en 2006. Afortunadamente, esta vez Hezbolá no ha tomado rehenes y eso aconseja un cambio de estrategia.

No sé qué estará pensando Netanyahu estos días. La tentación de seguir adelante estará ahí y él, después de todo, es un político y no un militar. Pero, sea lo que sea, debería pensárselo dos veces. Siempre es buen momento para recordar uno de los mejores consejos que nos dejó Winston Churchill, que todavía hoy encabeza la guía de planeamiento de operaciones de los militares británicos: «Recordad siempre que, no importa lo seguro que estéis de que podéis vencer fácilmente, no habría ninguna guerra si otros no creyeran que tienen una oportunidad».

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