A quién le importa la muerte del general Raúl Castro
Para los cubanos de a pie, aquellos que el régimen de la isla llama eufemísticamente «vulnerables», no supone cambio ninguno el eventual fallecimiento de quien fuera el segundo dictador de una revolución comunista
«A cuáles cubanos les importa la muerte de Raúl Castro; a cuáles de nosotros le importa la muerte del General»; apostilla el habanero Ezequiel Duarte mientras aguarda en la cola para comprar el pan –uno diario– de la cartilla de racionamiento.
«Cuando un Gobierno ya ni siquiera garantiza un pan diario es imposible que te importe quiénes viven o quiénes mueren. Lo que podría cambiar con la muerte de Raúl no va determinar, en absolutamente nada, el fin del hambre y la miseria en la que estamos viviendo quienes trabajamos más de treinta años y la chequera de jubilación apenas alcanza para ir a cobrarla al banco»; agrega Duarte en referencia a los rumores extendidos, tanto en la isla como allende sus mares, sobre el estado de salud de Raúl Castro y su presunto deceso.
Para los cubanos de a pie, aquellos que el régimen de la isla llama eufemísticamente «vulnerables», no supone cambio ninguno el eventual fallecimiento de quien fuera el segundo dictador de una revolución que, «luego de seis décadas no produce siquiera condones, almohadillas sanitarias, o el pan diario», como acota Jorgelina Urquiza, vecina de Pogoloti, una de las barriadas más pobres de La Habana.
«Nada cambió con la muerte de su hermano, el gran arquitecto de este fracaso que insisten todavía en llamar revolución comunista; por tanto, nada va a cambiar lo mismo si vive hasta los 250 años, si ya se murió o si se muere mañana. Qué va a cambiar cuando luego de sesenta años el logro de la revolución ha sido rebajar el gramaje del pan de la canasta básica. Somos millones de cubanos los que no podemos darnos el lujo de comprar pan en los establecimientos particulares»; añade Urquiza.
El pasado 12 de septiembre, Anayra Cabrera Martínez, directora general de Política Industrial del Ministerio de la Industria Alimentaria (MINAL) anunció que, para garantizar la producción destinada a la canasta básica y los llamados consumos sociales, ante la falta de harina, el gramaje del pan pesaría 60 gramos; 20 menos de lo habitual.
La severa crisis económica que azota al país, sin precedentes, entronizaría el nombrado apartheid económico. El proceso de unificación monetaria y cambiaria, en enero de 2021 y en pleno apogeo de la covid-19, trajo un aumento salarial, pero de conjunto al aumento de las tarifas en los servicios públicos de electricidad, gas y agua potable. También trajo consigo la dolarización de la economía que Miguel Díaz-Canel catalogó de «parcial» pero que a la larga se convirtió en permanente tras la apertura de las tiendas recaudadoras de divisas manejada por los militares en la isla. Resultado: más escasez, más racionamiento, más colas y menos oportunidades para los trabajadores estatales y los cubanos que no reciben remesas del extranjero.
Dos tercios de la población cubana, más de siete millones y medio de habitantes, no recibe remesas del extranjero. «La verdad es que, contrario a lo que podría pensarse, a nadie le importa la muerte o la vida eterna de Raúl. Y no es una cuestión apolítica de los cubanos, ni siquiera es apatía, sino que la realidad en la que está sumido el cubano en este país está fuera de cualquier imaginación»; comenta Ana Belkis Guevara, maestra de primaria y vecina de Guanabacoa.
«La única solución es que el Gobierno tiene que entregar el poder, no la muerte de los generales, cualesquiera que sean sus rangos o sus posiciones de poder. Lo que está sucediendo es que el Gobierno ha utilizado el apartheid económico como mecanismo de represión directa. La situación de los jubilados y las madres solteras, por citar rápido dos de los llamados sectores vulnerables, no tienen solución ni siquiera a mediano plazo. Quienes tenían propiedades las vendieron para enviar a sus hijos al exilio tras el 11 de julio de 2021. Quiénes quedan en la isla: los silenciados por la pobreza. Los que no pueden, literalmente, alimentarse más allá de los productos racionados por la cartilla. Los que ni siquiera pueden darse el lujo, con sus salarios o chequeras, de acceder a la canasta básica», apunta Guevara.
La única solución es que el Gobierno tiene que entregar el poderMaestra de primaria y vecina de Guanabacoa
En Cuba, la pensión mínima es de 1.528 pesos, y el salario mínimo es de 2.100 pesos. Según las propias estadísticas oficialistas, la canasta básica alimentaria mínima para dos personas en la isla es de 20.000 pesos.
«El general, como su hermano, se va a morir en paz. Ya no nos pertenece tener ese interés o expectativas sobre qué va a suceder tras su fallecimiento, pues más allá de rumores y deseos, un día se tendrá que morir. No olvidemos que estamos en una situación de país donde ni siquiera los médicos pueden vivir de sus salarios, y prefieren vivir bajo esclavitud moderna»; concluye Guevara.