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Alarmas antiaéreas interrumpen el programa diario de los prisioneros de guerra rusos encarcelados en un centro de cautivos ucraniano cerca de la ciudad occidental de Leópolis, donde todos, algunos arrepentidos y otros defendiendo la invasión rusa, esperan ser canjeados algún día y poder regresar a casa.

En fila y de forma ordenada, los prisioneros se trasladan bajo tierra hacia el refugio antiaéreo.

Alexéi cumplía una condena por robo en la ciudad que está bajo el control de Rusia desde 2014 cuando se presentó voluntario para luchar contra Ucrania.

A pesar de la presencia de varios guardias, alaba abiertamente a Rusia por lanzar la invasión en febrero de 2022 y se encoge de hombros ante la pregunta de si la destrucción de ciudades enteras en su región natal ha merecido la pena.

«Estamos acostumbrados a esto. Llevan años 'zombificados' por la propaganda», asevera un guardia cuando el grupo de prisioneros sale por fin del refugio y pasa por delante de retratos de las figuras históricas más notables de Ucrania.

Aunque delgados en su mayoría, ninguno de los prisioneros parece agotado mientras se dirigen a almorzar a una gran cantina. Esta es una de sus tres comidas diarias, que consiste en raciones de sopa, gachas de avena con carne, ensalada fresca y pan.