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Shavkat Mirziyoyev, presidente de la República de Uzbekistán durante su visita a Moscú

Shavkat Mirziyoyev, presidente de la República de Uzbekistán durante su visita a MoscúServicio de prensa presidencial.

Rusia

El presidente de Uzbekistán visita a Putin con una agenda centrada en la desradicalización y el antiterrorismo

El encuentro se enmarca en la cumbre de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), la organización internacional que la Rusia de Yeltsin intentó fraguar como sucesora de la Unión Soviética

Entre los días 7 y 8 de octubre el presidente de Uzbekistán, Shavkat Mirziyoyev, ha visitado Moscú, en el marco de la cumbre de la Comunidad de Estados Independientes (CEI). Bajo el brazo llevaba una cartera de peticiones al presidente ruso Vladimir Putin, pero también de propuestas, especialmente en el campo de la desradicalización.

La CEI es la organización internacional que la Rusia de Yeltsin intentó fraguar como sucesora de la Unión Soviética. Su fundación se remonta incluso a los días previos a la disolución formal de la URSS, con la firma del Protocolo de Almá-Atá (21 de diciembre de 1991). Al final, la CEI ha quedado como un ámbito de cooperación, un foro donde Rusia puede seguir ejerciendo cierta autoridad como proveedor de seguridad y de adelantos tecnológicos. Los demás Estados miembro de esta organización han estado aletargados durante décadas, pero en los últimos años se han animado a hacer sus propias propuestas.

Este es el caso de Uzbekistán, que ha ejercido un cierto liderazgo regional desde 2016, cuando tras la muerte de su primer presidente –Islam Karimov—, Mirziyoyev tomó el relevo y generó una serie de dinámicas aperturistas que han favorecido al entorno regional de Asia Central.

De hecho, la visita del presidente uzbeko ha sido muy esperada, pues el problema del radicalismo afecta no sólo a su país o a los cinco centroasiáticos, sino a todos los miembros de la CEI. Además, la vuelta de los talibán a Afganistán ha vuelto a poner sobre la mesa la falta del control de su territorio y de sus fronteras y la proliferación de grupos terroristas, aparte de la imperiosa necesidad de atender a la crisis humanitaria que sufre su población civil.

Por otro lado, esta visita podría tener también una lectura geopolítica más global, pues le sirve a Putin para demostrar ante los ojos del resto del mundo que no está solo, que cuenta con el apoyo –aunque sea tácito— de otros países.

Afrontando ese riesgo, los líderes de los países CEI acudieron a Moscú no tanto a arropar a Putin ni a darle una carta blanca por su conflicto en Ucrania, como en búsqueda de una mayor cooperación entre Estados, un principio básico de la Carta ONU, de la convivencia pacifica entre países, actitud que debería haber sido llevada hasta el final en Ucrania y también en Oriente Próximo, entre otros escenarios. ¿Entenderán EE.UU. y la UE esta visita desde esta óptica?

*Antonio Alonso Marcos es profesor adjunto de Ciencia Política de la Universidad San Pablo CEU

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