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Ramón Pérez-Maura
La elecciones americanasRamón Pérez-MauraEnviado especial a Nueva York

Por qué puede ganar Trump

La gran ventaja para Trump es que la socialdemocracia norteamericana que rodea al Partido Demócrata sigue tratándole con condescendencia. Le perdonan la vida como lo hacía Hillary Clinton en la campaña de 2016 en la que la derrotó Trump. En esa campaña ella describió a la mitad de los votantes de Trump como «una cesta de votantes deplorables»

Actualizada 04:30

El expresidente estadounidense y candidato presidencial republicano Donald Trump habla en un mitin de campaña en el Resch Center en Green Bay, Wisconsin

El expresidente estadounidense y candidato presidencial republicano Donald Trump, en un mitin de campaña en WisconsinAFP

Los europeos tenemos una visión minimalista de los Estados Unidos de América. Para nosotros Estados Unidos es Nueva York, Boston o Los Ángeles. Ignoramos la inmensa mayor parte de este país sobre el que tenemos opiniones muy firmes. A primera vista no podemos entender por qué millones de norteamericanos quieren como presidente a un hombre que es visto como tosco, gansteril y promotor de políticas de extrema derecha que desprecian al resto de Occidente.

Cuando Trump decía hace diez días que Kamala Harris es «una vicepresidente de mierda», esa imagen se acentuaba claramente. No era para menos. Pero la imagen de Trump que tenemos en Europa no se compadece con la de quienes son sus votantes. En esa inmensa parte del centro de los Estados Unidos, especialmente del centro sur, hay una población de millones de votantes que sintonizan con él a pesar de que no son ni lo chabacanos ni lo inhumanos que vemos a Trump en Europa. Son personas aparentemente muy diferentes de Trump. Pero le votan en masa.

Yo creo que con lo que más sintoniza esa parte de Estados Unidos es con la forma en que Trump se burla de la autoridad. Su mofa sintoniza con un síntoma de rebeldía que está imbuido en el DNA del norteamericano medio. Entre los votantes del Partido Demócrata y Kamala Harris hay un voto de centro izquierda bien identificado con el ámbito ideológico del centro en Europa. Éste es un voto urbano como el que hay en ciudades como Barcelona, Manchester o Frankfurt. Pero en ese espacio central de los Estados Unidos todavía pervive el espíritu de los primeros europeos que marcharon al Oeste y asentaron unos principios basados en Dios, sus armas y los valores WASP (White Anglo Saxon Protestants).

Como parece evidente, ese público tiene una mejor sintonía con los valores de los votantes conservadores y evangélicos. Cuando Trump promueve una política exterior sobre la base de «América Primero», está llegando a estos votantes para los que Europa es algo por lo que no tienen ningún interés. Y su lema «MAGA», Make America Great Again (Haz a América grande otra vez) hace a esos votantes sentirse identificados con los valores de sus antepasados, a diferencia de los inmigrantes, que carecen de raíces locales. Por todo esto es por lo que Trump es tan impopular en los bastiones izquierdistas de ambas costas y tan popular en el cuerpo central del país.

La gran ventaja para Trump es que la socialdemocracia norteamericana que rodea al Partido Demócrata sigue tratándole con condescendencia. Le perdonan la vida como lo hacía Hillary Clinton en la campaña de 2016 en la que la derrotó Trump. En esa campaña ella describió a la mitad de los votantes de Trump como «una cesta de votantes deplorables». Ese tipo de descalificación alienta más que aleja a potenciales votantes. La crudeza de Trump sin duda aleja a muchos votantes, pero también atrae a otros que en otras ocasiones no van a votar, pero están muy de acuerdo con sus políticas. Y si desde la candidatura contraria se les insulta, es la hora de ir a votar.

Las acusaciones legales contra Trump refuerzan su vínculo con una base que siempre estuvo convencida de que el Gobierno iba a por él

Hay una amplia parte del Partido Republicano que no sintoniza con Trump. Son esencialmente los miembros de las tres administraciones Bush. Algunos le piden que modere su discurso, pero a él le ha funcionado mejor ser un guerrillero, un insurgente. No hay más que ver cómo actuaba contra los miembros de su propia Administración cuando creía que no le eran suficientemente leales. Es por eso por lo que Trump parece conseguir sintonizar con muchos votantes que el sistema económico norteamericanos y las bases políticas del país les perjudican. Pero la realidad es que, aunque leemos a diario que Trump es el candidato que hace políticas para los ricos y que Biden ha dedicado su Presidencia a los pobres, las bases de Trump están en la clase trabajadora al menos tanto como las de Kamala Harris.

No haya lugar a error. Las acusaciones legales contra Trump refuerzan su vínculo con una base que siempre estuvo convencida de que el Gobierno iba a por él. Y con el apoyo de una amplia panoplia de medios –como la que no hay en España– millones de norteamericanos creen esa gran mentira de que le robaron las elecciones de 2020. Ya solo estamos a cuatro días y el voto de todos los norteamericanos vale lo mismo. O casi lo mismo dado el anticuado sistema electoral que tienen.

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