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La campaña americanaRamón Pérez-MauraEnviado especial a Nueva York

Los tres grupos de indecisos que son decisivos en las elecciones de Estados Unidos

A esta hora lo que está en juego lo deciden lo que en la política norteamericana se conoce como «fence sitters», que literalmente traducido sería los que están sentados en la valla, pero metafóricamente quiere decir los que están entre dos aguas

El candidato republicano Donald Trump durante un acto electoral celebrado en el Madison Square Garden de Nueva YorkEFE

A cuatro días de las elecciones en Estados Unidos la tendencia generalizada al crecimiento de Donald Trump parece haberse frenado. Pero ya sabemos que, en el sistema electoral norteamericano, la elecciones se decide en unos pocos estados y ahí Trump parece seguir siendo el favorito. Esos estados son Nevada (6 votos electorales), Carolina del Norte (16 votos), Pensilvania (19 votos), Wisconsin (10 votos), Georgia (16 votos) Arizona (11 votos) y Michigan (15 votos). En todos ellos ha habido una tendencia positiva para Trump, incluso en lugares como Georgia que fue donde el republicano perdió la elección en 2020 o Arizona, el estado de John McCain, el gran enemigo republicano de Trump, ya fallecido.

A esta hora lo que está en juego lo deciden lo que en la política norteamericana se conoce como fence sitters, que literalmente traducido sería los que están sentados en la valla, pero metafóricamente quiere decir los que están entre dos aguas. En total éstos se podrían dividir en tres grupos, según el ojo clínico de Karl Rove, a quien George Bush padre llamaba 'El Arquitecto' por cómo dirigió las campañas electorales de su hijo.

A esta hora lo que está en juego lo deciden lo que en la política norteamericana se conoce como fence sitters

El primer grupo sería el de aquellos que viven al margen de la política y aunque suelen votar, sólo piensan en ello cuando llegan las elecciones. Éstos casi siempre se guían por razones viscerales, más que por las cuestiones de fondo de la campaña.

El segundo grupo lo conforman votantes a los que les gustó el resultado de la Presidencia de Trump, creen que en esos cuatro años el país fue más próspero y seguro que con Joe Biden, pero no les gusta la forma de ser del candidato: su narcisismo, su carácter en general y su capacidad para destruir los equipos que le rodean.

Y el tercer grupo, lógicamente, lo conforman los que querrían votar a Kamala Harris, pero dudan si está a la altura del cargo. Para ellos no hay duda de que tiene un carácter mejor que el de Trump −eso es fácil− aunque ella también ha tenido muchos problemas con su equipo en la Vicepresidencia. Pero con eso solo no basta para ser presidente.

Estos tres grupos están representados casi por igual en los siete estados enumerados al principio de este análisis. Y en todos ellos será clave el discurso de cierre de campaña de los dos candidatos. En este momento la ventaja de Trump debería ser notable porque si vemos la media de encuestas que hace Real Clear Politics, el 26,9 por ciento de los norteamericanos cree que el país marcha en la dirección adecuada, mientras que el 64,3 por ciento cree que va en la mala dirección.

Eso es un granero de votos insuperable. Por más que Harris intente decir que ella no es Biden y que hará su propia política, ella ha sido la vicepresidente de un presidente cuya capacidad de dirigir el país está más que cuestionada por su salud mental. Es por ello que, cuando se analiza las encuestas, la mayoría le considera más capacitado para controlar las fronteras y la economía, las dos grandes preocupaciones de los electores. Pero la realidad es que tampoco parece haber despegado en los sondeos.

Pero no les quepa duda de que Harris también está cometiendo errores. Si el pasado domingo, Trump cometió el inmenso error de permitir que en su espectáculo en el Madison Square Garden de Nueva York un ¿cómico? describiera a los puertorriqueños como basura y el candidato no saliera después a descalificar esa afirmación, Harris también ha tenido lo suyo. Un ejemplo es su decisión de «comprar» la definición de Trump como fascista que ha hecho el general John Kelly. Para los que no lo recuerden, Kelly es un general de los Marines norteamericanos que trabajó dos años en la Administración Trump. Primero seis meses como secretario de Seguridad Interior. Y después año y medio como jefe de Gabinete del presidente, lo que en la política norteamericana es como un primer ministro en Francia.

Como tantas otras grandes figuras de las que pasaron por su Administración −estoy pensando en su consejero de seguridad nacional, John Bolton− Trump lo convirtió en un enemigo irreconciliable. Pero se equivoca Harris cuando da relevancia a esa descalificación que hizo el general Kelly. Porque en esta hora lo que está en juego es el voto moderado. Y creo que quien llama a Trump fascista no gana ni un voto en ese sector. Veremos.