¿Se dirige el mundo hacia una guerra total y sin cuartel?
La economía sigue creciendo, sin embargo, por una cuestión muy etérea: la confianza. Pero la volátil situación podría quebrar esta confianza en cualquier momento y una crisis económica precedería, sin duda, el retorno de la guerra total con riesgos impredecibles
Durante la década de 1990, la ilusión de una «paz perpetua» hizo que «la guerra» se convirtiese en una cuestión menor, se trataba de formar coaliciones e intervenir en conflictos puntuales cuando algunos malos actores invadían a sus vecinos, avivaban la violencia civil o étnica, o masacraban a civiles.
Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, la atención pasó a centrarse en las organizaciones terroristas, los insurgentes y otros grupos no estatales. La consiguiente «guerra contra el terror» relegó a un segundo plano la reflexión sobre los conflictos entre naciones.
Después, la perspectiva bélica que contemplaban estudiosos y analistas sobre conflictos armados se centraban en especular acerca de una posible contienda entre China y Estados Unidos en un futuro muy lejano, si es que llegaba a producirse.
Sin embrago, en 2022, Rusia lanzó una invasión a gran escala sobre Ucrania estableciendo la mayor guerra terrestre en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial. Y aunque las fuerzas bajo mando ruso y ucraniano son quienes luchan sobre el terreno, la guerra ha remodelado la geopolítica internacional completamente. Estados Unidos y sus aliados de la OTAN han ofrecido un apoyo financiero y material sin precedentes a Ucrania; mientras tanto, China, Irán y Corea del Norte han ayudado a Rusia de forma crucial.
Menos de dos años después de la invasión rusa, la organización terrorista Hamás llevó a cabo el brutal ataque terrorista del 7 de octubre contra Israel que ha provocado una guerra de gran intensidad en la región. Israel ha debido enfrentarse en el sur y el norte de su territorio a milicias armadas patrocinadas por Irán. Ahora, la confrontación directa entre el Estado judío y la República Islámica se hace inminente.
Tanto en Ucrania como en Oriente Próximo ha quedado claro que lo que definía «la guerra» durante la era posterior al 11-S, casi un innombrable, se ha transformado. Hemos entrado en una «era de incertidumbres» tendente a un gran conflicto global.
Hace cinco años existía el consenso, entre muchos los expertos del mundo académico, de que los conflictos armados se salvarían mediante la cooperación entre personas e instituciones internacionales. Que el comercio, la economía (los embargos, por ejemplo) y la diplomacia bastarían para disuadir a los actores más asertivos de entablar conflictos relevantes.
La atención se centraba en China, por la modernización de sus capacidades nucleares y la expansión y mejora del arsenal que la situaba en una evidente lucha hegemónica con EE. UU. Lo que históricamente fue un desafío bipolar entre Estados Unidos y Rusia es ahora, al menos, tripolar (EE. UU., China Rusia) o, como definen una parte de los estudiosos, un desafío «multipolar».
En una época anterior, se consideraba que el terrorismo y la insurgencia de grupos como Hamás, Hezbolá y los kutíes de Yemen, que actuaban bajo la sombra de Irán, estaban en el extremo inferior de las amenazas las globales.
El carácter plural de los conflictos subraya también otro riesgo: la capacidad destructiva de las armas. Estamos viendo desde guerras convencionales de trincheras, en Ucrania, que nos devuelven a la Primera Guerra Mundial, hasta combatientes, en Oriente Próximo que han combinado sofisticados sistemas de defensa antiaérea y antimisiles con ataques individuales a tiros de hombres armados montados en motocicletas.
Los protagonistas son drones y artefactos no tripulados con cargas explosivas que dominan los ataques actuales. En 2022, los expertos en defensa aclamaron la eficacia de las municiones guiadas de precisión de Ucrania como un cambio en el juego de la guerra. Pero a finales de 2023, algunas de las limitaciones de estas armas se hicieron evidentes cuando las interferencias electrónicas del Ejército ruso restringieron gravemente su capacidad para encontrar objetivos en el campo de batalla.
Constatamos la combinación de humanos combatiendo cuerpo a cuerpo cada día mientras máquinas y tecnologías apoyan, desde el cielo, sus defensa y ataques.
Europa se ha dado cuenta de que anda desabastecida en capacidad defensiva
Por eso, muchos estrategas desean volver al enfoque tradicional centrado en amplios ejércitos estatales, necesarios para la defensa del territorio. Ahora, en Europa se buscan fórmulas para recuperar un servicio militar y variantes que nutran sus ejércitos. Europa se ha dado cuenta de que anda desabastecida en capacidad defensiva.
En Ucrania, las fuerzas regulares de Kiev están luchando junto a cuadros de voluntarios internacionales en cantidades que probablemente no se veían desde la Guerra Civil española. Y en la parte rusa, para aumentar sus fuerzas regulares, el Kremlin ha buscado mercenarios y compañías de otros países afines, como la reciente incorporación de soldados de Corea del Norte en Ucrania, al punto que Corea del Sur evalúa enviar armas y oficiales a Ucrania como respuesta a estas tropas norcoreanas que han entrado en el conflicto.
También la asimetría en las guerras presentes hace posible que Estados Unidos e Israel hayan gastado unas diez veces más en responder a los ataque iraníes que Irán en lanzarlos. Del mismo modo, los hutíes han utilizado herramientas relativamente baratas y a pequeña escala para atacar buques en el mar Rojo docenas de veces, interrumpiendo la ruta marítima con graves costes para la economía mundial, y los buques de la Armada estadounidense hayan agotado con frecuencia sus cargadores sin reducir significativamente la amenaza.
La economía sigue creciendo, sin embargo, por una cuestión muy etérea: la confianza. Pero la volátil situación podría quebrar esta confianza en cualquier momento y una crisis económica precedería, sin duda, el retorno de la guerra total con riesgos impredecibles.