La victoria de Trump da alas a Netanyahu para intensificar su campaña en Gaza y Líbano
La guerra en Oriente Medio ha sido uno de los grandes lastres que ha arrastrado la vicepresidenta y candidata del Partido Demócrata, Kamala Harris, durante la campaña electoral. Su sonada ambigüedad con Israel, que se movía entre las críticas y la negativa a retirar el apoyo estadounidense al Gobierno de Benjamin Netanyahu, ha defraudado tanto a la comunidad árabe del país que pretendía gobernar, como a la población judía. Su falta de iniciativa en la contienda en la franja de Gaza y, ahora, el Líbano ha contrastado con la postura de su adversario, Donald Trump, que tenía claro que la guerra debía terminar y para ello, Israel debe hacer «lo que fuera necesario».
Su determinación provocó que, durante la campaña electoral, algunos líderes musulmanes de Michigan, uno de los estados bisagra y que este martes se tiñó de rojo republicano, respaldaran a Trump con la convicción de que pondría fin a las hostilidades en la región. Incluso llegaron a describirlo como el candidato de la «paz». No es un secreto que el que será el 47º presidente de los Estados Unidos comparte una estrecha amistad con Netanyahu. De hecho, el primer ministro israelí no pudo ocultar su alegría por la reelección de Trump frente a Kamala Harris. El mandatario israelí no esperó siquiera a que los resultados fueran oficiales para felicitar al candidato republicano «por el regreso más grandioso de la historia».
«Su histórico regreso a la Casa Blanca ofrece un nuevo comienzo para Estados Unidos y un poderoso compromiso renovado con la gran alianza entre Israel y Estados Unidos», escribió Netanyahu en su cuenta oficial de X, antes Twitter. Los resultados suponen, sin duda, un gran alivio para el Gobierno de coalición israelí que, con Trump al frente de la gran potencia mundial, saben que tendrán carta blanca para hacer y deshacer a su antojo en la región. La única condición que impone el magnate es que a Estados Unidos le salpique lo menos posible. Trump, como gran hombre de negocios que es, está más preocupado por la economía que por la diplomacia y la geoestrategia. Su gran preocupación siempre ha sido y sigue siendo China.
Aun así, Trump vuelve cuatro años después con un escenario completamente diferente al que dejó. Con dos grandes guerras, una en Ucrania —que prometió que pondría fin en 48 horas— y otra en Israel. Algunos analistas opinan que el nuevo presidente estadounidense instará a Netanyahu a que anuncie la victoria lo antes posible, sin embargo, no le importará los medios que utilice el Gobierno de Netanyahu para lograr ese objetivo. De hecho, según publica el medio hebreo The Times of Israel, Trump le habría asegurado a su amigo Bibi –apodo con el que se conoce al primer ministro israelí–, en un encuentro privado en su residencia de Florida el pasado mes de julio, que su intención es acabar con la guerra en Gaza antes de su toma de posesión, prevista para el próximo 20 de enero, es decir, en dos meses.
Netanyahu, gran conocedor de la sociedad estadounidense donde vivió y estudio en su juventud, aceleró su plan de guerra, en la víspera de las elecciones estadounidenses, con la destitución por sorpresa de su ministro de Defensa, Yoav Gallant, al que hacía tiempo que ya no soportaba. Gallant fue uno de los primeros en pedir la apertura de una investigación independiente tras la masacre de Hamás el pasado 7 de octubre, además de posicionarse en contra de la exención militar de los judíos ultraortodoxos, y más en tiempos de guerra.
Una disputa que ha provocado crisis y tensiones entre Netanyahu y sus socios de coalición, los partidos religiosos que amenazan con dejar caer el Gobierno si finalmente se obliga a los estudiosos de la Torá y el Talmud alistarse al servicio militar obligatorio. La destitución de Gallant y su reemplazo por el polémico ministro de Exteriores, Israel Katz, ha provocado protestas en las calles y fuertes críticas de la oposición que acusan al primer ministro israelí de anteponer la política a la seguridad de Israel.
Katz, por su parte, desde su nueva posición, también felicitó a Trump por su victoria en las elecciones. En la misma línea que Netanyahu, resaltó que «juntos, reforzaremos la alianza entre Estados Unidos e Israel, recuperaremos a los rehenes y nos mantendremos firmes para derrotar al eje del mal liderado por Irán». Durante su primer mandato (2017-2021), retiró a su país del Pacto Nuclear con la República Islámica, reimpuso sanciones económicas a Teherán, trasladó la Embajada estadounidense a Jerusalén, que reconoció como capital del país hebreo y propició unos acuerdos considerados históricos, bautizados como los Acuerdos de Abraham.
Cuatro naciones árabes, Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahréin, Sudán y Marruecos normalizaron relaciones con Israel, pasando de puntillas por la cuestión palestina. Trump incluso inició conversaciones con Arabia Saudí, la gran potencia suní de la región, para que entablara relaciones con Israel. El republicano cultivó una muy buena relación con Mohamed bin Salmán, el hombre fuerte de la Monarquía del Golfo, e hizo historia al elegir Riad para su primera visita al extranjero como presidente en 2017. Así las cosas, Netanyahu sabe que con Trump en la Casa Blanca puede seguir adelante con sus planes tanto militares como políticos.