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Ramón Pérez-Maura
Las elecciones americanasRamón Pérez-MauraEnviado especial a Nueva York

Los demócratas hacen presidente a Trump

Kamala Harris ganó el campeonato de sonrisas e inanidades. Donald Trump con su permanente cara de enfado –quizá más en sintonía con los votantes– y a base de defender políticas con las que enfrentar los problemas, se ganó a la amplia mayoría de los norteamericanos

Actualizada 13:52

El senador estadounidense de Ohio y candidato republicano a la vicepresidencia JD Vance, junto a Donald Trump

El senador estadounidense de Ohio y candidato republicano a la vicepresidencia JD Vance, junto a Donald TrumpAFP

Hace casi cuatro años, el 6 de enero de 2021, Donald Trump era un cadáver político. Había perdido las elecciones y no reconoció la derrota. Intentó que su vicepresidente Mike Pence impidiera que el Colegio Electoral proclamase la victoria de Joe Biden –a lo que Pence se negó. Y finalmente no plantó cara al asalto al Congreso. Más bien hay muchos indicios de que lo apoyó, si no algo más.

Recuperarse de todo eso sin dejar de decir en ningún momento que le robaron las elecciones –lo que tenía mucho mérito siendo él mismo el presidente bajo el que se habría hecho el robo– parecía un objetivo imposible y más teniendo una condena de cárcel por los pagos a una prostituta. Pero lo ha hecho ¡y de qué manera! He dicho en estos días que si yo votase en esas elecciones yo hubiera sufragado por Donald Trump porque me parecía el menos malo de los candidatos. A pesar de lo cual, me siguen haciendo comentarios a mis análisis y a mi supuesto respaldo a Kamala Harris. Evidentemente cada día me explico peor.

A mí me parece que con un historial como el de Trump, hay que mirar con atención a lo que hizo la Administración saliente para que gane quien está en la oposición. Y creo que hay cosas muy evidentes. La economía ha ido peor que con Trump. Eso también es una espada de Damocles para el nuevo presidente. Porque tiene que hacer despegar la economía rápido y eso no siempre depende sólo de tu gestión. Y hay un factor de mucho peso que es el hartazgo en grandes partes del país de las políticas woke que ha promovido este Partido Demócrata, en las escuelas públicas, en los parques y avenidas derribando estatuas para borrar la verdadera historia de los Estados Unidos.

La canonización del movimiento LGTB+ es otra de las apuestas del wokismo, así como el mayor consentimiento en la práctica del aborto libre. Y contra todo eso ha hecho campaña Donald Trump. Ha identificado una América que no es la que se ve en los grandes medios tradicionales como la CBS, la ABC, The New York Times o Los Ángeles Times. Una América que probablemente también había detectado Jeff Bezos y que por eso prefirió no apoyar editorialmente la candidatura demócrata desde las páginas de su Washington Post.

A todo esto, podemos añadir otros factores de mucha importancia. Déjenme señalar dos. En Europa la mayoría se ha olvidado de cómo fue la huida del Ejército norteamericano de Afganistán, donde tantos muertos se habían dejado. En Estados Unidos, un país tan unido a sus Fuerzas Armadas, esa herida no ha cicatrizado.

Y, por último, la sensación de la mayoría de los norteamericanos de que en estos últimos cuatro años han vivido una mentira intolerable. Han tenido al frente del país un presidente con signos de incapacidad mental, por no decir algo peor, y le han dejado en el cargo hasta que la farsa no pudo sostenerse más. Pese a la incapacidad evidente, no sabemos quién ha gobernado en la sombra estos años. Como ya he dicho anteriormente, parece claro que no ha sido Kamala Harris porque de haber sido así, hubiera asumido la Presidencia desde el primer minuto tras anunciar Biden que no se presentaba a la reelección.

Kamala Harris ganó el campeonato de sonrisas e inanidades. Donald Trump con su permanente cara de enfado –quizá más en sintonía con los votantes– y a base de defender políticas con las que enfrentar los problemas, se ganó a la amplia mayoría de los norteamericanos.

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