El comunismo sufre un duro revés en EE.UU.
Los marxistas Harris y Walz acaban de sufrir un duro revés, pero no solamente ellos
Han sido muy didácticas, oportunas y clarificadoras las intervenciones de Elon Musk durante la campaña electoral de Estados Unidos. En una de ellas se preguntaba cómo había sido posible la supervivencia del marxismo en nuestras sociedades y no escondía su preocupación.
Los comunistas, en todas sus fases, escalas e intensidades, incluidos aquellos que creen no serlo, siempre cuidaron mucho la denominada supremacía intelectual. Esa que hoy llamamos cultural y que en realidad poco o nada tiene que ver con la cultura, y que además se ha transformado en mero relato informativo.
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Centrados en la ideología, su objetivo siempre ha sido la desaparición de los grupos sociales arrogándose el derecho a establecer y dirigir la organización social mediante el monopolio de la producción e interpretación de las ideas, que viene precedido de la adulteración y control del lenguaje, que es lo que ha venido haciendo el Partido Demócrata en Estados Unidos y lo que hacen todos sus asimilados occidentales.
El proceso, explicado por Milovan Djilas hace décadas y también por Victor Klemperer, resulta esencial para comprender el escenario que vivimos y lo fundado de algunos temores, pues el marco se ha extendido a la práctica totalidad de actores políticos haciendo realidad las denuncias de no pocas voces y hasta las advertencias de los autores distópicos.
Por explicarlo en términos de gestación, digamos que la nueva forma de comunismo, más sutil pero tan brutal como todas las conocidas, lleva tiempo en fase embrionaria más o menos avanzada. No sabemos si habrá interrupción o, por el contrario, se alumbrará finalmente ese futuro con aroma dictatorial caribeño y asiático con el que fantasea gran parte de la actual dirigencia. En Estados Unidos acaban de sufrir un duro revés, un traspiés ciertamente esperanzador.
Dos fuerzas venían y vienen luchando. Quienes simpatizan con la dictadura en ciernes, gestada en placenta de un sistema democrático, y quienes estamos en frontal oposición, aunque en desventaja. Es decir, los partidarios de la atomización del poder como medio para avanzar en ensoñaciones relacionadas con el igualitarismo y otras misiones justicieras históricas, y quienes defendemos la razón, las libertades individuales y los derechos civiles frente al poder organizado y sus nuevos delirios. En la tierra media, los acomodados, burgueses y cortesanos, siempre esperando la brisa que más conviene.
¿Exageramos? ¿Es nueva esta situación? Ni lo uno ni lo otro. El clima político e intelectual del siglo XVIII y parte del XIX estuvo marcado por la razón, el progreso y la libertad, que también tuvo sus detractores. Llegaron las constituciones liberales, la defensa del individuo, la vida, la libertad y la propiedad. El marxismo fracasó ante los nuevos descubrimientos e innovaciones, quedándose relegado tanto en Norteamérica como en Europa a catecismo militante de rencorosos, envidiosos y fanáticos.
Como ha explicado Niall Ferguson, las clases proletarias se convirtieron en consumidores provistos de tarjeta de crédito y se generalizaron las clases medias, algo que no pudieron prever los marxistas, entrando irremediablemente en crisis. Ahora bien, no desistieron en sus planes e intenciones y se han cuidado mucho de la sucesión.
La caída del Muro de Berlín desveló las aberraciones de una ideología criminal, pero la victoria de la libertad, aunque aplastante, fue provisional
Durante el siglo XX conocimos el terror y el crimen allá donde los comunistas tuvieron éxito. La caída del Muro de Berlín desveló las aberraciones de una ideología criminal, pero la victoria de la libertad, aunque aplastante, fue provisional. Sobreviviendo bajo diferentes marcas y movimientos adaptados a la realidad nacional de cada país, la barbarie ideológica colectivista consiguió incluso permanecer entre nosotros como icónica, tal es el caso de Cuba, y hasta seductora, como el caso de Venezuela o Bolivia en su fusión con la falacia del indigenismo. 'El Manual del perfecto idiota latinoamericano' y 'El regreso del perfecto idiota latinoamericano', de Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa, lo explican estupendamente.
Creímos aquella extravagancia localizada, pero se convirtió en actor principal y hasta pretendido antídoto contra los teóricos males del planeta. Hoy aprieta, y de qué modo, tanto en Estados Unidos como en Europa. Pueden fruncir el ceño creyendo que exageramos, pero ahí están, dirigiendo algunas de las economías más importantes bajo ropajes de lo más variopinto. Ya ni siquiera la Unión Europea es víctima de sus feroces ataques, pues la consideran más bien un aliado. Llevarles la contraria, discutirles o contradecirles, cada reflexión contra su hegemonía parece hacernos entrar en un engranaje de guerra, porque, efectivamente, el estado natural de sus ideas es el conflicto.
Nuestras democracias han triunfado mientras han apostado por los derechos individuales y las libertades económicas, manteniendo un equilibrio con el sistema político que hemos llamado socialdemocracia. Pero el marxismo nunca se fue. Sus ideas parecen haberse recuperado y rearmado, adaptándose también a las innovaciones tecnológicas y hasta fusionándose con ellas. Hoy están incluso mejor organizados y disponen de más medios que nunca, alineados además con otras realidades, el famoso cruce de secta con asociación de malhechores que nos recuerda a Aleksandr Wat.
No se presentan estéticamente como Ernesto Guevara, pues los más destacados visten Hermés. Tampoco es novedad. Sus predecesores tuvieron la misma adicción al poder y el dinero. Nadar en la opulencia mientras tienen distraídos con algún tipo de fervor revolucionario al resto de mortales. Ayer la lucha de clases, hoy el género, el holocausto climático o la imperiosa e inexcusable necesidad acoger en Europa a millones de personas completamente ajenas a ella.
Sólo el paso del tiempo nos dirá si el marxismo contemporáneo sigue su cauce y nos alumbra un nuevo desastre o es finalmente vencido. En Estados Unidos, los marxistas Harris y Walz acaban de sufrir un duro revés, pero no solamente ellos. Al final la Casa Blanca siempre dio esa sensación de sede del Gobierno de Occidente, así que la victoria republicana es un poco la victoria de toda la disidencia contra el colectivismo. Veremos en qué se concreta.
*Juan José Gutiérrez Alonso es profesor de Derecho administrativo en la Universidad de Granada