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El presidente de Costa Rica, Rodrigo Chaves (C-izquierda) y el presidente de El Salvador, Nayib Bukele (C-derecha), visitan el centro penitenciario Jorge Arturo Montero Castro en Alajuela, Costa RicaAFP

La cárcel de máxima seguridad de Bukele marca el camino a seguir para reducir la criminalidad en Centroamérica

No existen los colchones. Tampoco las sábanas. Solo literas de metal. Aproximadamente hay 80 reclusos por celda, pero el número puede fluctuar. Dentro disponen de una palangana para hacer sus necesidades y de un lavabo de plástico que usan para lavarse. Un poco más allá, un bidón de agua del que pueden beber.

El Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) que levantó el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, hace casi dos años está considerada como una de las cárceles con peores condiciones del mundo para los reclusos. Los detractores de Bukele se refieren a su prisión de máxima seguridad como «el agujero negro de los derechos humanos».

Pandilleros tras ser trasladados por la Policía al Centro de Confinamiento TerroristaAFP

Sin embargo, bajo el gobierno de Bukele que vive en un estado de excepción prorrogado sine die, parece que la nación centroamericana se ha transformado y es un lugar más seguro desde que los pandilleros ya no pululan por las calles de El Salvador cometiendo actos de brutal violencia.

A los convictos, con cabeza rapada y vestidos de blanco impoluto, solo se les permite salir al pasillo central media hora al día, en la que pueden ejercicio en grupo o leer la Biblia. Las 23 horas y media restantes las pasan en su celda. Hay luz artificial las 24 horas del día, los siete días de la semana.

A una hora y media en coche desde la capital, el centro penitenciario de Bukele se asienta como una fortaleza aislada enclavada en un terreno montañoso. Rodeada de una valla electrificada de 15.000 voltios, Cecop tiene el tamaño equivalente a siete campos de fútbol y está organizada como si fueran múltiples prisiones dentro de una. En el lugar trabajan más de 1.000 agentes de seguridad divididos entre guardias, policías y militares para que todo salga según lo previsto.

Caravana de 2.000 pandilleros rumbo a la megacárcel de máxima seguridad de El Salvador

Los reclusos –la mayoría lleva tatuado la pandilla a la que pertenecen– se distribuyen en ocho sectores y cada sector alberga más de dos docenas de grandes celdas. Una vez que el preso está dentro de uno de esos sectores, nunca sale de él. Está pensado para que todo se haga dentro, incluyendo ir al médico, así como las visitas legales o las audiencias judiciales.

A quienes dicen que incumple con los derechos humanos, Bukele les responde: «Los derechos humanos son para todos, incluyendo los delincuentes, pero no todos los derechos son iguales, ni todos los recipientes de esos derechos son iguales. No es lo mismo el derecho de la mujer asesinada y violada al derecho del violador y el asesino».