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Zoé Valdés

Las iglesias de Francia se iluminan de rojo

El aspecto que tomaron las iglesias en Francia, bañadas con esa penetrante luz roja, dio para imaginar en algo así como espectral, satánico

Las iglesias se iluminaron de rojo en Francia, creo que también en el resto de Europa; la decisión tomada y llevada a cabo se debió a un deseado y merecido recordatorio de los cristianos perseguidos en el mundo, que son numerosos, como numerosos son también los silencios.

Por supuesto que me adhiero al recordatorio, como creo que debemos hacer muchos más, aunque debo confesar que la iluminación no me agradó. Sí, algo es mejor que nada, me dirán; pero yo no creo que debamos irnos por la vía del espectáculo solamente cuando los cristianos poseen además de grandes ideas, una fe sólida y eterna, que pudiera aparecer más en el panorama social mediante debates en los medios de comunicación y en las instituciones educativas y culturales. Sería un excelente punto para emprender la batalla cultural.

En Francia todavía existen esos debates, es cierto que cada vez menos, y casi siempre impregnados del toque de la contrapartida islámica. La comparación o equilibrio coarta cualquier desarrollo hacia los temas más relevantes del cristianismo, no sólo históricos, sino actuales. Sin embargo, pareciera como que existiera un plan de anteponer el combate musulmán a la resistencia cristiana. Lamentable y oneroso por pobre.

El rojo encima de una iglesia me recordó demasiado al feo espectáculo durante la inauguración de los Juegos Olímpicos desarrollados en este país. En un momento, mientras actuaba una banda musical de metal. Los chorros de una supuesta sangre tiñeron los muros de La Conciergerie; en las ventanas se pudieron apreciar imágenes de la reina María Antoinette, con su propia cabeza entre las manos, mientras que desde el cuello le corrían borbotones de falsa sangre que le bañaban el vestido. Fue una de las partes más criticadas y menos apreciadas por el público.

El aspecto que tomaron las iglesias en Francia, bañadas con esa penetrante luz roja, dio para imaginar en algo así como espectral, satánico. Igual era lo que buscaban, transformar las fachadas de las iglesias en puertas demoníacas.

La iluminación nos supuso a diversos creyentes una especie de reclamo hacia una mayor violencia. Como queriendo atizar y señalar, miren, aquí está la diana

Al rojerío que gobierna en este país le encanta urdir tramas mediante imágenes tramposas que conduzcan a la violencia revolucionaria. La iluminación punzó se nos supuso a diversos creyentes como una especie de reclamo hacia una mayor violencia, a un camino de más persecución. Como queriendo atizar y señalar, miren, aquí está la diana.

El 7 de diciembre volverá a abrir Notre Dame, según las imágenes que hemos visto la pureza y la maestría reinan en el interior, admirable la obra de restauración. ¿Por qué entonces empañarla al usar a pocos días semejante símbolo colorido que recuerda más un baño de sangre que la paz interior de una catedral?

Pese a mi amor por la obra de Marcel Proust confieso que nunca aprecié del todo su artículo en Le Figaro titulado 'La muerte de las catedrales', convertido después en libro; pero como no podía ser de otra manera en la genialidad de Proust hay una frase que al menos nos eleva hacia una idea que no podemos ni refrenar ni mucho menos abandonar. La brutalidad no conduce a nada, «los sabios deben regresar a las iglesias», fundir su sabiduría con la profunda belleza de las catedrales. Allí anidan el corazón de Jesús, el amor, la vida.

Ojalá se vuelva a reflexionar sobre otros posibles símbolos que permitan recordar la dolorosa persecución de cristianos en el mundo. Gracias también a los donantes y trabajadores que hicieron posible que Notre Dame, símbolo majestuoso de la cristiandad, como también cultural y literario, vuelva a existir para sus fieles y para los que quieran recibir la paz y la armonía de Cristo y María. La Virgen que no sufrió daño alguno durante el nefasto incendio estará esperándonos.